Entre puestos de venta ilegal de micheladas preparadas y de celulares, Ismael Cruz camina con su hija adolescente y su esposa en el tianguis El Salado.

Se detienen en un puesto que exhibe varios muñecos de soldados y donde examina varios de ellos para encontrar el que está en mejores condiciones. Busca un regalo para su hijo, que aparezca junto con sus zapatos negros gastados y su carta a los Reyes Magos.

“Siempre vengo a El Salado porque se encuentran buenas cosas y porque es barato. La situación no está para comprar juguetes arriba de 300 pesos. En este tianguis te encuentras cosas buenas que con una arregladita los puedes regalar para Reyes”, señala mientras sigue observando la mercancía regada.

Sin detenerse para la entrevista, “porque las personas ya están dejando lo más feo”, el comerciante de 38 años afirma que lleva juguetes para sus hijos porque a él siempre le llevaron los Reyes Magos, “cosas pequeñas, pero siempre me trajeron, y eso quiero seguir haciendo con mi hijo”.

Isma se detiene en uno de los cientos de puestos improvisados que se han instalado y comienza a revisar varios de ellos. Busca aquellos que pertenezcan a la serie Max Steel, y no la computadora ni la bicicleta negra que pidió.

Por fin encuentra un muñeco de la serie. Lo revisa con detenimiento, sin importar que su esposa y su hija mayor se alejan. Está desgastado, sucio y carece en muchas partes de la pintura original verde, sin embargo, afirma el padre, “se puede componer, limpiar, lavar y es un buen regalo”.

“Mi hijo no es especial, pero en su carta puso que quería una computadora y una bicicleta de montaña. Desgraciadamente los Reyes Magos están en crisis por la situación económica, pero este muñeco le gustará porque es de sus caricaturas favoritas y no lo tiene”, comenta.

Pregunta el precio. “Cinco pesitos”, señala el vendedor del puesto donde media docena más de personas observan y levantan juguetes similares, arriba de una colcha que protege la mercancía del piso irregular y que está sin pavimentar, por lo que piedras filosas se asoman.

“Sólo me costó cinco pesos y ya tengo el regalo. Sólo una limpiadita, una arregladita y listo. No necesito comprar juguetes muy caros porque además no tengo”, comenta mientras corre para alcanzar a su esposa e hija.

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