-¿Desde su experiencia el incremento de niños y adolescentes en situación de calle se ha acelerado en la Ciudad de México? En la delegación Cuauhtémoc dicen que ven un aumento de 50% en los últimos tres años; el Instituto de Asistencia e Integración Social (IASIS) acepta un crecimiento, pero no da cifras…

-El incremento de niños, niñas y adolescentes que viven en calle en la Ciudad de México ha tenido diversos momentos. Sólo haciendo un referente histórico, los primeros registros datan de más o menos 1991 con la primera experiencia conocida como Comisión para el Estudio de Niños en la Calle (Coesnica) impulsada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Ciudad de México . Hacia 1995 se hace un segundo conteo con una metodología que Unicef dio, hubo otro de manera reciente, un esfuerzo que hizo el IASIS de acuerdo al Protocolo de Atención a Población Callejera.

Sí hay un incremento, a partir de 2003 ya hablamos de población callejera tratando de entender que no sólo viven niños, niñas y adolescentes sino la diversidad, es decir adultos mayores, familias, mujeres con hijos, varones solos y por supuesto niños y niñas. Estos generalmente están acompañados por sus padres. Sí hay muchos adolescentes y jóvenes que están solos. Me refiero a que no necesariamente viven con alguien de su vínculo sanguíneo, de tal suerte que no hay un dato certero de cómo se ha venido incrementando. Hay que destacar esencialmente que esta es una población permanente, crónica en términos de que son los mismos por muchos años y que por otra parte es una población altamente discriminada, que se oculta intencionalmente para no ser vista por la persecución policiaca y el hostigamiento de comerciantes y vendedores ambulantes.

-El IASIS ha sido muy comunicativo respecto al censo que realizó en 2017. ¿ Realmente es un ejercicio certero ?

-Hay que tener presente que la presencia de población callejera en la Ciudad de México forma parte de la dinámica de exclusión social. Hay que asumir que esta población estará presente, que se requieren políticas públicas y particularmente se requiere conocer sus características. No solo cuántos son, sino cuáles son las condiciones en las que viven, su caracterización para poder desarrollar programas eficaces; no es lo mismo pensar que un número importante de personas que sobreviven en el espacio público son familias, porque llevaría a pensar claramente en políticas de vivienda, de transferencia, a pensar en que son jóvenes, varones con problemas de adicciones porque entonces ahí el énfasis tiene que ser otro.

Por eso para nosotros es importante hablar de población callejera para reflejar el abanico de personas y características que tienen para sobrevivir en el espacio público. Hay tres principios básicos: nadie vive en la calle por gusto. Llegar ahí es una cadena de acontecimientos desafortunados que van dejando sin redes sociales, anulando la posibilidad de tener una respuesta distinta al espacio público que puede estar asociada al consumo de sustancias, a padecimientos de orden psiquiátrico, como depresión, y la carencia de respuesta y dispositivos institucionales que prevengan la llegada al espacio público.

Un segundo elemento es que esto no es un tema de buena voluntad ni de personas que solo echándole ganitas van a salir de la calle, particularmente aquellos que llamamos crónicos que tienen ya muchos años, no van a salir sin el trabajo profesional que pueda acompañar de manera personalizada, diseñando para cada uno una respuesta institucional. Un tercero, las altas condiciones de discriminación que viven es en gran medida lo que perpetúa su permanencia en la calle, porque generalmente no tienen acceso a los servicios públicos normales, salud, higiene, sino que tienen que depender de los dispositivos, sea de la sociedad civil, de iglesias o del propio gobierno pero que en general son limitados.

Entonces uno dice, debería de bañarse y buscar trabajo, sí pero el sólo hecho de bañarse representa ya en sí mismo un gran desafío. Por supuesto ya ni pensar en el trabajo y eso los coloca y los limita en la posición de sobrevivencia y de trabajo informal, porque de otra manera no podrían sobrevivir.

-¿Qué política pública debería de aplicarse en la CDMX para los menores en situación de calle?

-Tienen sobre todo el derecho a vivir en familia. La práctica habitual en la CDMX, encabezada por el sistema DIF, a través ahora de la procuraduría de protección con un programa llamado Hijos e Hijas de la Ciudad, ha sido la separación familiar. Les retiran a los niños de sus madres argumentando negligencia, maltrato, abandono, cuando esto es una forma más de criminalizarlos y particularmente de violar los derechos de los pequeños.

Por supuesto que nadie está planteando que se queden a vivir en la calle. Lo que estamos planteando es que la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas establece claramente que cuando las familias no tienen condiciones para garantizar el desarrollo de sus hijos es obligación del Estado apoyarles. Entonces no se tiene que separar, sino que se les tiene que ver como unidad familiar, la mamá con sus hijos, el papá con sus hijos, para poder darles programas especializados.

Es decir, una vivienda, programas de trabajo. Programas de salud. Tristemente la práctica ha sido separarlos, llevarlos a instituciones donde son dados en adopción y esto representa una grave violación a los derechos del pequeño, a su identidad, a vivir en familia y particularmente a no ser víctimas de discriminación económica, es decir, son separados de su familia y dados en adopción por ser pobres. Esto es sumamente grave y lo hemos estado denunciando en todas las instancias posibles y particularmente con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

-En nuestra investigación hemos encontrado a padres que han tenido más de cinco hijos y algunos han sido llevados a casas hogar, a otros los dejan con algún familiar y a otros los mantienen con ellos. ¿Que haya niños creciendo en las calles qué representa para ustedes?

-En los últimos 30 años que llevo trabajando en la calle he visto muchas formas en las cuales las familias van sobreviviendo, algunas buscan que los niños pequeños queden protegidos con sus familiares en la periferia de la ciudad, otros en los últimos 15 años comenzaron a rentar cuartos en hoteles como una manera de protegerse de la limpieza social que la policía ha ejercido. Estos hoteles son una forma de guarecerse o de protegerse, pero no son seguros para los niños. Generalmente hay mucho riesgo ahí de abuso sexual o de otro tipo de agresiones.

Por otra parte, la lógica en la que las familias tratan de sobrevivir. Me refiero a que los padres tengan un problema de adicciones severo que les impida sostener un trabajo más o menos estable y es importante decir, entre paréntesis, informal, pero me refiero a que si cuidan carros, si están vinculados al comercio ambulante o algo por el estilo, si tienen problemas de adicciones obviamente no lo pueden sostener en el tiempo y su ingreso se precariza y en consecuencia la familia termina viviendo en el espacio público.

Cuando se dan otras condiciones, en las que los padres aún en condición de calle pueden mantener cierto ingreso, casi siempre buscan un hotel o rentar un pequeño cuarto, aunque todo el día la actividad económica y de socialización se dé en el espacio público. Entonces hay una gran cantidad de modelos en los cuales las familias logran sobrevivir y hay una ruptura terrible en esta dinámica cuando enferma alguien de ellos, cuando son detenidos por la policía o cuando vive en una condición de enfermedad severa.

-Acerca del consumo de drogas…

-El consumo de sustancias forma parte de la identidad. Los primeros estudios que se hicieron con esta población en Garibaldi en 1979, les llamaron inhaladores. Solo como ilustración la película de Perro callejero, de Valentín Trujillo, podría ilustrar un poco esa etapa. Pero es esencialmente la década de los 80 cuando de manera masiva se incorporan muchos niños y adolescentes al espacio público. Y uno de los elementos de identidad fue el consumo de inhalables por su bajo costo y porque permite regular el consumo, a diferencia del alcohol. Los solventes inhalables tienen un efecto muy parecido al alcohol, pero es autorregulado a partir de la cantidad de inhalaciones. Sobra decir que esto ocasiona un daño brutal al sistema nervioso central, que termina en varias ocasiones en grave deterioro de su movilidad, pero no se han desarrollado políticas públicas ni para la población en general ni mucho menos para la población callejera al respecto.

Quisiera destacar con gravedad que se ha usado como método a los llamados anexos o granjas, estos lugares terroríficos que se han convertido en espacios de criminalidad donde desde su origen, hace más de 40 años, los menores han sido sometidos a la privación ilegal de la libertad, tortura, malos tratos y humillaciones como “método” de sanación o tratamiento de adicciones.

Lamentablemente esto ha sido tolerado, amparado por las autoridades del país. Tanto la Secretaría de Salud federal como la de la CDMX. Estos espacios se han convertido en la única alternativa de familias pobres para controlar la apetencia o deseo sexual de aquellos que no tienen la posibilidad de contenerse frente a un país inundado de drogas, no solo de marihuana y cocaína, sino de solventes que están claramente vinculados a una condición de vida precaria. Una particularidad de los solventes es que no generan dependencia biológica, sino de carácter sicológico. Esto es importante destacarlo, más allá del daño neurológico, del tratamiento personalizado apropiado.

-El IASIS admite que hoy hay tres generaciones en la calle y que seguramente vendrá una cuarta. ¿Cómo evitar que esta situación se normalice?

-Es importante tener presente que estamos en la tercera o cuarta generación de población que vive en calle, pero podrían ser muchas más. En el Archivo General de la Nación hay registros previos a la Revolución de niños sobreviviendo en el espacio público de la Ciudad de México.

De manera conservadora hablamos de tres o cuatro generaciones, pero hay muchas más. He tenido la oportunidad de trabajar en calle con los abuelos y con los nietos. Y tristemente la ausencia de políticas públicas los condena como herencia intergeneracional a que la pobreza y la vida en calle sea una alternativa.

-Ser un niño que crece en las calles es…

-Es el símbolo del fracaso del Estado. Es la demostración de que los derechos humanos solamente son de papel. Es la demostración de la falta de voluntad política del jefe de Gobierno en turno para poder cambiar esta situación para cientos o miles de personas que sobreviven en el espacio público.

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