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Amenazada de muerte por su pareja, Fermín, golpeada y acosada, Carolina M. subraya la importancia de que las mujeres conozcan casos como el suyo, puedan pedir ayuda y salir de ese círculo, desde el que señala “me di cuenta que muchas personas, por no estar solas, siguen con alguien aunque las agredan”, lo cual, subraya, debe enfrentarse y salir de ahí.

“Uno siente vergüenza de contar lo que nos pasa, porque te vayan a juzgar, por el rechazo. Realmente pensaba que nadie me iba a querer, que no iba a tener hijos. Son personas que te manejan de una manera para tenerte sometida, son muy inteligentes. Hubo quienes me dijeron quédate, pero a lo mejor hubo dos que me dijeron ‘sal corriendo’ y estoy viva gracias a ello”.
Carolina conoció a Fermín cuando él llegó a su trabajo como cliente. A partir de ahí empezaron a salir. Él era divorciado y tenía dos hijos. Ella soltera y sin hijos. Ambos treintañeros.

“Me gustaba que era independiente, tenía sueños, cosas que complementaban mi vida”, recuerda Carolina a la distancia. Pero después de un tiempo Fermín fue cambiando y los celos en él fueron en aumento. Le pidió que no subiera fotos de ellos en Facebook. Le exigía que no usara vestidos ajustados o minifaldas, “pareces prostituta”, le criticaba. Tampoco le gustaba que usara peinados diferentes, siempre con el cabello suelto o con bucles. Carolina, enamorada, hacía caso. “Normalizaba su actitud”, recuerda. Después empezó a descubrir mentiras, omisiones de Fermín.
Meses después, Fermín le propuso matrimonio y Carolina aceptó. “Yo esperaba que las cosas se resolvieran”, dice. Empezaron con los trámites de la boda, las invitaciones, el salón; ella cambió de coche, compró una casa con su dinero. Las cosas mejoraban, pero cuando había pleitos, Fermín se ponía más agresivo, hasta que en una ocasión, en una reunión familiar, él quiso golpear a un cuñado de Carolina y al propio papá de Carolina. La familia lo corrió de la casa.

El joven la envolvía diciéndole que se tenía que ir con él y dejar a su familia, que a su edad nadie la iba a querer, que ya no iba a tener hijos, que era su última oportunidad, que nadie la iba a querer para algo serio y que sólo él quería algo bien con ella. Tenía entonces 33 años.
Una vez más se refugió con amistades y le dijeron: “No hay nadie bueno afuera. Igual ya casados se resuelve”. “Me di cuenta que muchas personas, por no estar solas, siguen con alguien aunque las agreda”, menciona Carolina.

Fermín ya se había ido a vivir a la casa que compró Carolina y había planeado casarse en seis meses, pero un día él dijo que tenía que ver a sus hijos. Se arregló como si fuera a una fiesta y se fue. Tomó el coche de Carolina, su cartera y apagó el teléfono. Era mediodía. A las siete de la tarde Carolina le marcó y Fermín contestó furioso: “Te voy a golpear, te voy a matar, no tienes por qué marcarme”. Así quedó.

En otro incidente la amenazó de muerte. “No te metas en mi vida. Las cosas tienes que hacerlas a mi manera y no puedes decirme nada o te mueres”. La jaloneó y ella le pidió que se fuera de su casa. Le exigió las llaves y él se fue. Tiempo después tuvieron otro pleito en el que hubo agresiones físicas y terminaron la relación.

Después, Carolina habló con un hermano de Fermín que vivía en Estados Unidos. “Aléjate de él. Lo han corrido de todos los trabajos porque ha robado. Es una persona agresiva, casi mata a una mujer a golpes”, le dijo el propio hermano. Luego de un tiempo, le empezaron a llegar mensajes: “Qué bonita te ves con tu coleta, hoy te maquillaste mucho”. Ella había bloqueado su contacto, pero le llegaban los mensajes de números distintos.

Un día, ya siendo novia con otro muchacho que conoció, llegaron a su casa con otros amigos y Fermín estaba en la sala de su casa.

“Estaba con una cara de odio, le salía espuma del coraje”, recuerda Carolina. Fermín empezó a cuestionarla y su novio le pedía que se retirara. “No me voy si no es con ella”, le dijo. Seguía el interrogatorio de él, hasta que empezó a llorar.

Carolina promovió una orden de restricción. Mostró los mensajes, las fotos, las amenazas de muerte. Le mandaron la orden a su trabajo y lo corrieron. Después, Fermín le mandó dos correos electrónicos y ya no supo nada de él, hasta hace dos días. “Llegué a un lugar al que tenía que ir por el trabajo y ahí estaba él, con cara de ‘te morirás’, pero no se me acercó”.

La relación violenta dañó su autoestima, se sincera Carolina. Inclusive sentía que en cualquier momento Fermín podía regresar a matarla. Se dio cuenta que muchas amigas viven violencia y no se salen de esa dinámica. “Tengo una amiga que le hicieron lo mismo y ella no canceló la boda, ahora tiene una vida de perros y con hijos”, cuenta.

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