“No hubiera ido a ese evento”, lamenta Marco Antonio Vásquez Soto, mejor conocido como Tony Tambor, un famoso payaso quien se volvió viral debido a la golpiza por la que casi pierde un ojo y que recibió de tres sujetos, incluido un policía, en una fiesta infantil.

A más de un año del suceso, en Hermosillo, Sonora, confiesa a EL UNIVERSAL que vive temeroso tras recibir varias amenazas de muerte luego de denunciar.

La pérdida de vista de 85% en su ojo derecho, la fisura en una costilla y dolor crónico en el cuerpo son algunas de las secuelas físicas que le dejó la agresión, por las cuales no pudo retomar su vida laboral cotidiana. Ahora, no realiza malabares con la misma destreza, puesto que su motricidad quedó disminuida.

Sin maquillaje ni peluca, vestido con pantalón de mezclilla y una camisa a cuadros, el hombre de 53 años recuerda los mejores tiempos de su personaje. Demuestra alegría al hablar de sus actuaciones en reconocidos teatros del país y su programa televisivo que duró más de una década. Juguetea todo el tiempo con sus manos mientras narra los esfuerzos hechos para retomar su vida.

Tony Tambor no es un payaso improvisado, 30 años de experiencia como cómico lo respaldan, puesto que además de dominar el trato hacia los niños busca dignificar el arte de hacer reír. “Todo tiene una razón dentro de mi trabajo, he estado en infinidad de situaciones y constantemente estoy en congresos. Los payasos tenemos siempre un as bajo la manga para saber manejar situaciones difíciles”, dice.

La indemnización que nunca llegó

El domingo 20 de marzo de 2016 asistió con los integrantes de su equipo a una fiesta infantil para la que fueron contratados. El espectáculo fue el mismo de siempre, pintar caritas, dar una función de títeres, hacer concursos y regalar premios; sin embargo, la función no terminó en aplausos como cada fin de semana.

La madre de uno de los niños consideró que el hombre ofendió a su hijo en un concurso, por lo que llamó a sus familiares quienes terminaban un partido de beisbol cerca del lugar. Al llegar al festejo, tres hombres, entre ellos un policía en activo en ese entonces y tío del menor, golpearon al payaso y a dos de sus colaboradores.

Marco Antonio explica que la única razón que le encuentra a lo ocurrido es una confusión. Piensa que todo se desencadenó por un perro de peluche que era grosero con él durante su espectáculo de títeres.

“Se me hace absurdo que digan que le pegué o que fui grosero, porque siempre estamos cuidando calidad, profesionalismo y contenidos. Me achacan cosas, por ejemplo, que le dije al niño: ‘Es el karma’, porque se cayó. Utilizo esa palabra pero con uno de mis títeres.

“Los niños gritaban: ‘Payaso, no te mueras’, se asustaron al verme y no dejaba de sangrar. Una patrulla me sacó de ahí”, recuerda. Al considerar el Ministerio Público que las heridas que sufrió el payaso no ponían en riesgo su vida, pero si tardaban más de 15 días en sanar, el caso se dirimió a través del nuevo sistema de justicia.

El 13 de junio de 2016, mediante diálogo entre las partes, se llegó a un acuerdo reparatorio: Marco Antonio Vásquez Soto recibiría una indemnización de 313 mil 200 pesos, los cuales le pagarían en seis mensualidades a partir del 15 de julio para concluir el 15 de diciembre, según se estableció en la suspensión condicional del procedimiento 77/16.

“Los que me agredieron me hablaron para decirme que me van a buscar y que me ‘pelara’. Dejé todo: casa, familia, trabajo y amigos. Todo. Vendí mi carro para poder salir de ahí, con dos maletas y mi perrita Beleke que está conmigo desde 2011, es un recuerdo de mi esposa que en paz descanse”.

Tony Tambor expresó miedo porque fue amenazado de muerte, está enfermo y solo.

Por los golpes que recibió tiene secuelas. “Casi no veo, perdí ocho piezas dentales, después ya van saliendo los achaques de los golpes, mi costilla, el insomnio y la paranoia en la que me encuentro. Desde octubre de 2016, estoy [escondido] en un lugar de Sonora, me mantengo vendiendo dulces, medio pintando caritas y medio payaseando”, dijo.

La situación jurídica

La Dirección de Recursos Humanos de la Policía Municipal y Tránsito de Hermosillo informó que desde abril de 2016, Héctor Manuel Rivera Ojeda fue cesado de la corporación.

La Fiscalía General de Justicia del Estado (FGJE) indicó que los tres agresores y la víctima acordaron la reparación del daño por la vía económica, pero efectivamente incumplieron con el argumento de que la cantidad era muy elevada y no tenían dinero para pagarla. En ese sentido, se les procesó en juicio abreviado del nuevo sistema de justicia por el delito de lesiones que tardan más de 15 días en sanar, no ponen en peligro la vida, calificadas por alevosía; se les aplicó una multa de mil 899 pesos; una condena de prisión por tres años, o el depósito de una garantía de 5 mil pesos por persona para tener libertad bajo caución, la cual pagaron. Además, se les condenó a pagar los daños.

Sobre la reparación económica, la fiscalía informó que debía proporcionar la documentación necesaria para hacerla efectiva, tales como estudios médicos y comprobantes de pagos de hacienda por la pérdida económica de sus actividades laborales.

El caso se encuentra abierto, a partir de que se dictó sentencia, son 20 años para exigir la reparación del daño, y de los cuales quedan 19 para solicitar que se abra la carpeta por la vía incidental, informó la institución.

Al ser cuestionado sobre qué les diría a sus agresores si los tuviera enfrente, responde: “Gachitos”. Asegura que confió en que responderían por todos los gastos médicos y no fue así.

Sin un nuevo comienzo

A pesar de la situación a la que se enfrenta, la pasión que tiene por el arte de hacer reír lo llevaron a interesarse por enfermos y personas en situación de calle.

“Soy muy de causas sociales y siempre me ha gustado ayudar. He estado con niños con cáncer y voy como médico de la risa. Tener esa sensibilidad para tratar a la gente, pero usando el personaje del payaso, porque no es el enfermo el que padece, sino toda la familia”.

Un mes después del incidente, Tony Tambor se volvió a vestir de payaso para un paciente que necesitaba un trasplante de médula. En esa ocasión no pudo realizar el espectáculo con la misma calidad, por lo que decidió crear una nueva versión de su personaje.

Así nació Tony Pirata, un payaso torpe que no tiene un ojo; sin embargo, el esfuerzo no fue suficiente para reactivarse laboralmente. De ser un hombre reconocido en el gremio, Tony Tambor pasó a ser un ciudadano más sin ingreso fijo mensual. De ganar 2 mil 500 pesos por funciones hace un año, ahora cobra 300 pesos por pintar caritas, confeccionar vestuario o ayudar a otros colegas.

El cómico ha encontrado refugio en la religión para mantenerse, como dice: “Todo zen”. Se unió a un grupo cristiano para aprender a perdonar. “Son retos y Dios nos da las peleas más gruesas a sus mejores guerreros”, agrega.

Tony Tambor se siente agradecido con el actor Jesús Ochoa, su amigo, quien lo ha ayudado con despensas y con quien coincidió en la obra Güevos rancheros, dirigida por Sergio Galindo y para la que elaboró los títeres utilizados. “Nunca he sido un payaso que sonríe, yo hago reír”, comenta, sin embargo, durante la plática en el rostro se le dibuja una ligera sonrisa al recordar sus aficiones: la lucha libre y el beisbol.

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