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Cuando el sol caía del otro lado de la montaña, miles de zapatistas entraron en la explanada del caracol. Con dos palos en la mano, marcaban el paso de la marcha que recordaría el 25 aniversario de su alzamiento.

El 31 de diciembre fue un día luminoso y multicolor, matizado por el canto de las aves y el sonido de los arroyos cristalinos que surcan el caracol “Madre de los caracoles del mar de nuestros sueños”, que albergó, después de varios años de ausencia, a visitantes de México, Europa y América.

Los zapatistas habían llegado con su distintivo pantalón verde y casaca café, recién lavados, como si se tratara de un día de fiesta. Y no era para menos, porque fue el Subcomandante Marcos —ahora autonombrado Subcomandante Galeano— quien pasó revista de los batallones de todas las regiones cercanas a La Realidad.

Pero desde muy temprano, cuando los participantes del encuentro denominado “Huellas de Memoria Subcomandante Insurgente Pedro Cumplió”, llegaron al Caracol —procedentes del ejido Veracruz, a 24 kilómetros de distancia—, lo primero que hicieron fue armar sus casas de campaña en los espacios que se destinaron dentro del terreno que conforma el Caracol.

Decenas de mujeres tojolabales y tzeltales hacían tortillas y preparaban la comida para los miles de asistentes al evento, en cocinas alimentadas por leña seca que habían recogido días antes de en la montaña.

Este lunes, algunos rebeldes recordarían que hace 25 años, en esta comunidad, en la tarde del sábado 31 de diciembre de 1993, se despidieron de sus esposas, hijos y padres, para caminar hacia Las Margaritas, con la consigna de tomar Comitán de Domínguez, pero quien encabezaba las tropas, el Subcomandante Pedro, cayó muerto horas después en Las Margaritas, a 18 kilómetros antes de donde habían fijado la meta.

Sin embargo, el lunes 31 de diciembre de 2018, 25 años después, muchos de esos zapatistas e hijos de los insurgentes estaban ahí, ya sin armas y sólo con dos maderos en las manos para marcar su marcha por la explanada del Caracol, con lo que refrendarían su lealtad al grupo insurgente.

Y esas tropas insurgentes también respondieron con dos prolongados: “Noooooo”, cuando el Subcomandante Moisés les preguntó si tenían miedo de enfrentar al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para combatir su principal proyecto en el sureste de México: la construcción del Tren Maya.

Los mandos zapatistas. La tarde caía y fue el momento en el Caracol: se iluminó de los reflectores que pendían de los postes donde colgaban pinturas del Subcomandante Pedro, el médico de origen michoacano que llegó a La Realidad a principios de los años 80, cuando el EZLN estaba aún en formación, en las cercanías del poblado Chun Cerro.

Y el Subcomandante Moisés, quien ahora es el portavoz de los zapatistas, con su uniforme negro, acompañado del Comandante Tacho y una docena de insurgentes, llegó a caballo al Caracol.

Fue el Subcomandante Galeano, también conocido como Marcos, el encargado de pasar revista a los enmascarados. El mando zapatista, portando una macana y un silbato, marcaba el paso de los insurgentes. A Marcos ahora se le ve visiblemente pasado de peso y portó un paliacate convertido en un hilacho, el cual presuntamente traía hace 25 años cuando dirigió las tropas zapatistas en San Cristóbal de las Casas.

Minutos antes, un grupo de insurgentes en motocicletas de color negro desfiló alrededor del Caracol, lo cual entusiasmó a los asistentes. Cada motocicleta llevaba la estrella que distingue al EZLN.

Afuera del Caracol, La Realidad parece ser la misma comunidad de hace 25 años.

Años atrás, este lugar fue bautizado por los zapatistas como Aguascalientes, donde recibieron a escritores, cineastas, activistas, intelectuales de todo el mundo que querían conocer la lucha que emprendieron esos hombres y mujeres.

Al término del discurso del Subcomandante Moisés, la noche del 31 de diciembre, la fiesta continúo en La Realidad, con música de un grupo de la región, que animó a muchos de ellos hasta la mañana del 1 de enero.

Los zapatistas e invitados recibieron el Año Nuevo en el Caracol, con una cena de frijoles, tostadas y café. Entrada la madrugada los festejos continuaron, pero muy pocos optaron por retirarse del lugar.

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