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Este año, Benjamín Cuevas Hernández regresó a la Basílica de Guadalupe, en cumplimiento de una manda que realizó hace siete años cuando su hijo Antony, entonces de 16 años, cayó en la cárcel.

Benjamín, de ocupación obrero general, vive en San Juanico, en el municipio de Tlalnepantla, Estado de México. Cuando Antony terminó en la cárcel por una situación que prefirió no platicar, su padre Benjamín se levantaba temprano y cada día de los tres meses que su hijo estuvo en prisión, oraba antes de irse a trabajar para pedirle a la Virgen morena que se lo regresara.

“La Virgen estuvo a un lado de mí y nunca me dejó. El milagro se hizo, de que pudiera yo sacar a mi hijo, siempre se lo pedía por las mañanas: que me ayudara y bendijera el camino para que estuviera yo con él. Siempre estuvo la Virgen con nosotros. Es por eso que yo cada año, mientras viva y tenga pies para caminar, aquí voy a estar. Es una devoción que siempre tenemos”, contó.

Desde que el joven salió de la cárcel, cada año la familia entera camina desde San Juanico durante una hora y media, escuchan misa, reciben la bendición para sus imágenes y nuevamente se regresan caminando. Nadie, más que su suegra, que ya es una adulta mayor, toma transporte público ni taxi, hay que caminar de ida y vuelta para que el cumplimiento de la manda se realice por entero.

“A través de todo lo que nos ha pasado, bueno y malo, le venimos a orar con devoción. Para este año le pedimos nada más mucha salud y trabajo cuando sea necesario. Nos ha concedido muchas cosas, cuando tuve el problema familiar y personal con mi hijo, la Virgen siempre ha estado para nosotros. Desde mucho antes éramos muy allegados a la virgen y por eso cuando nos pasó ese problema, yo le pedí por mi hijo”, agregó.

Agradecer lo bueno y no reprochar lo que considera ha salido mal, es así como se presenta ante la morena del Tepeyac.

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