Entre ansiedad, adicciones, mecanismos de evasión e incluso de “normalización” de la violencia, los mexicanos lidian con la criminalidad que los golpea desde 2006 y que ha registrado un brutal repunte este año, el más sangriento en dos décadas.

El 2017 no concluye pero el recuento de la Secretaría de Gobernación de las muertes violentas a noviembre sumaba 23 mil 101, un récord desde que se inicio el registro en 1997 y que deja atrás los 22 mil 409 asesinatos de 2011, cuando empezó la fragmentación de los principales cárteles del narcotráfico.

La estadística no distingue cuántos homicidios están ligados a la criminalidad, pero expertos señalan que la mayoría son víctimas de la ola de violencia del narcotráfico, montada en una espiral imparable desde 2006, cuando el gobierno lanzó un polémico operativo militar antidrogas.

“Desde que inició esta absurda guerra contra las drogas, México entró en una definición técnica de 'violencia colectiva', según la medición de la Organización Mundial de la Salud. Es una suerte de epidemia de violencia cuando hay más de 10 asesinatos por 100 mil personas", explica Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Las cifras de la OMS señalan que en 2015, en México se registraban 19 asesinatos por cada 100 mil habitantes, pero De la Fuente, quien participa en una investigación multidisciplinaria sobre el impacto de la violencia en la sociedad, considera que la tasa alcanza los 22 homicidios.

La inseguridad que se respira en amplias zonas de México afecta desde hace unos años la salud emocional, añade De la Fuente, además de que la esperanza de vida en los varones se ha reducido casi un año por el creciente número de hombres jóvenes asesinados.

“No podemos desasociar la violencia de los problemas de salud mental que van al alza en el país. Hay una sensación de impotencia que genera reacciones como cuadros de ansiedad, trastornos del sueño, incremento en el consumo de bebidas alcohólicas y de otras drogas", comentó.

En efecto, según cifras gubernamentales, el consumo de drogas se ha incrementado en más de 40% desde 2010.

“En México hay no menos de un millón de personas con una probable afectación emocional psicológica derivada de la guerra contra el narcotráfico, de la violencia colectiva desde que sacaron el Ejercito a las calles", señala Rogelio Flores, investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM, y quien ha realizado estudios sobre la violencia.

De la Fuente resalta que unos 250 mil hogares mexicanos están sumidos en “un proceso de duelo, depresión, desamparo, frustración, temor, en una gama muy intensa y complicada de emociones” que no es atendido desde el punto de vista médico y sicológico por el Estado.

En otros sectores, señala Flores, se observan fenómenos de “normalización” o "habituación" ante la violencia, que es incorporada a la vida cotidiana, con estudiantes entrenándose para protegerse de una balacera, y en ocasiones hasta enaltecida en series televisivas sobre capos del narcotráfico.

"Es preocupante que a la muerte la veamos como un elemento cotidiano. Hay un proceso de desensibilización en un sector muy grande que está promoviendo y legitimando a la violencia", explica Flores.

La crueldad en los ajustes de cuentas entre criminales va al alza con escenas dantescas en plena calle.

Martín Barrón, criminólogo del Instituto Nacional de Ciencias Penales, recuerda que en antaño los cárteles tenían "códigos de respeto", como no matar a esposas e hijos, pero con el surgimiento, en 2009, de Los Zetas, antiguo brazo armado del Cártel del Golfo, se rompió todo límite. “Los delincuentes no tienen barreras que les impidan realizar cualquier tipo de acciones vejatorias”, señala.

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