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En la calle, la gente percibe a Alejandro como un hombre obeso; cuando camina con su novia, Lupita, las personas observan con recelo que ella cargue el garrafón del agua mientras él va tan campante. Si se fijaran bien, se darían cuenta que Alejandro no tiene obesidad y que no carga porque su gestación está avanzada: este año, celebrará el Día del Padre embarazado de su primera hija.
Desde que era niño, Alejandro López Eguiza se identificaba como varón: en Navidad no pedía muñecas y cuando le preguntaban, pedía vestirse como su papá. De hecho, son pocas personas las que conocen el nombre que le pusieron sus padres.
“Quiero que mi hija crezca con mi identidad, sabiendo que yo soy su papá. Se lo explicaría si surge algún problema, pero nunca me he sentido niña, jamás. No me pasó algo, ni me sentí raro, desde que era niño quería las mismas botas que mi papá, quería ser Batman, me rasuraba, en Navidad quería una pista de autos, jamás me regalaron una Barbie. No crecí de otra forma”, cuenta en entrevista.
Alejandro es un hombre transexual, el término que se utiliza para hablar de las personas que nacieron con genitales de un sexo, pero que desde la niñez se identifican con el sexo opuesto. En su caso, nació con los genitales de una mujer a la que sus padres bautizaron como Melissa.
“Casi la mitad de mi vida, si no es que más, siempre he sido así como soy. Todo el mundo me conoce como ‘Alex’, realmente son muy pocas personas que me dicen Melissa. Llevo mucho tiempo en este tránsito”, relata.
Alex y Guadalupe Arizmendi Alcaraz, de 27 años, han sido novios y han vivido juntos por más de tres años, ella quiere casarse y él prefiere seguir en unión libre. Esperan ansiosos el nacimiento de su hija Anna Dalí, el próximo miércoles por cesárea. Mientras, se toman de las manos y se miran amorosos cuando hablan de la familia que han formado.
“Si nosotros salimos a la calle, la gente no se da cuenta de que estoy embarazado: piensan que estoy gordo, ni siquiera en el transporte público me ceden el lugar. Una vez, al salir del súper, ella venía cargando las bolsas y el garrafón de agua. La gente nos veía mal, de: ‘¿Cómo te atreves a que ella esté cargando?’. Otra vez fuimos al mercado, yo traía una playera con la imagen de un bebé, una niña se me quedó viendo y le preguntó a su mamá: ‘¿Mamá, está embarazado?’”, recuerda Alejandro riendo.
Antes de quedar embarazado, el joven de 30 años estaba llevando a cabo el proceso médico y sicológico para adecuar su cuerpo a su identidad de género. Hasta el momento, se había hecho una cirugía de reducción mamaria, la cual no afectará el proceso de amamantar a Anna Dalí.
Lupita y Alex, como se dicen de cariño, deseaban convertirse en padres, pero era difícil, puesto que ella padece epilepsia y consume una gran cantidad de medicamentos para controlar sus episodios, por lo cual el embarazo sería riesgoso para ella y el bebé.
Adoptar no era una opción, así que Alejandro decidió posponer su tránsito y someterse a una inseminación artificial. El proceso para lograr que su sexo coincida con el género con el que siempre se ha identificado continuará con tratamiento hormonal y quirúrgico después del embarazo.
“Yo siempre había querido tener un hijo, pero nunca me había imaginado en una familia con esposo y todo eso. Cuando estoy con Alex realmente me siento en una familia y que esto es de verdad lo que quiero hacer, de verdad me imagino en una familia”, cuenta Lupita.
Luego, mira a su pareja y le dice: “Si tengo un hijo es contigo o sola, pero con nadie más me gustaría”.
Alejandro ha llevado su embarazo con tranquilidad, ha tenido pocos malestares y está sorprendido de no sentir el instinto maternal que reconoce en otras amigas que se han convertido en madres. Considera que, como con los demás varones, el amor por su bebé surgirá en cuanto la conozca.
“Mi mamá estaba muy feliz porque creyó que jamás en la vida iba a suceder esto. Ha tenido muchas barreras, pero se ha acercado. Yo le digo que voy a cargar a la bebé, pero le he pedido que no espere que me nazca el instinto materno y diga: ‘Soy madre’. Si nosotros estamos decidiendo hacer esto, no voy a dejar que mis papás ni mis hermanas me tomen fotos”.
Alejandro terminó esta semana el procedimiento legal para obtener su acta de nacimiento con el nombre que ha escogido y, posteriormente, su credencial para votar. Esto es fundamental, puesto que le permitirá registrar a su hija como su padre, con su nombre.
Aunque pasó por una cirugía de reducción mamaria, ha decidido amamantar a la bebé durante sus primeros meses de vida, pero en cuanto sea posible retomará su transición. Espera lograrlo antes de que su hija cumpla dos años para que los primeros recuerdos que tenga de su padre estén asociados a una imagen masculina.
Alex trabaja como director de Producción en un estudio de doblaje, pero se encuentra en permiso de maternidad. Desea que su hija crezca conociéndolo sólo con su verdadera identidad, aquella por la que ha esperado tantos años.
“Lo hago como un proceso, y en cuanto se pueda empezaré con mi cambio que sería tomar las hormonas masculinas y empezar con las operaciones, de aquí hasta que la bebé tenga dos años. Quiero avanzar lo más que pueda y cuando ella ya esté más grande, que entienda más, crezca con esto para ella, normal como lo que es”, refiere Alex.
Día del Padre, 46 años de festejo familiar
En México existen 24 millones 384 mil 500 hogares con jefatura masculina y, en promedio, los padres de familia en el país tienen 46 años, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), que se dio a conocer en el marco del Día del Padre.
Esta celebración surgió en Washington en el año 1910, encabezada por Louise Smart Dodd, una mujer que deseaba reconocer el papel de los padres en la sociedad, especialmente de aquellos que, como el suyo, cumplían el rol de padre y madre.
En razón de eso, Smart Dodd propuso la conmemoración a estos hombres en un día en particular; sin embargo, fue hasta el año 1972 que se oficializó el tercer domingo del mes de junio para brindar un homenaje a todos los padres.