El sismo de 7.1 grados de intensidad mató a 55 morelenses, sumió en la zozobra a sus habitantes y despojó a Cuernavaca, la Tierra de la Eterna Primavera de su alegría cotidiana.

Sus habitantes saltaron a las calles y miraban una y otra vez los edificios antiquísimos, sin dar credibilidad al sismo que dañó hospitales, derrumbó edificios, casas, palacios municipales y hasta iglesias. Una y otra vez. muchos insistían en la versión de que Morelos nunca había registrado un sismo de esta naturaleza.

La mayoría de los restaurantes cerraron, las tiendas sellaron sus puertas y vendieron toda la existencia de velas, veladoras, linternas de mano y cualquier aparato que produjera luz con baterías.

Desde Jojutla, al sur del estado, hacia la ciudad de Cuernavaca se interrumpió la energía eléctrica y por la noche se desplazaron unidades de la Policía Morelos para custodiar las carreteras federales.

En Cuernavaca, hacia el medio día, un microbús subió lentamente por la calle de Santos Degollado para dirigirse hacia el centro de la ciudad, pero el semáforo lo detuvo al pasar por el edificio conocido como Torre Latinoamericana, uno de los más emblemáticos de la ciudad.

Jorge Duarte, conductor del transporte público, dice que sólo escuchó fuertes ruidos en el techo de su unidad y enseguida gritos de sus pasajeros. Grandes bloques de concreto y una antena de transmisión sepultaron medio microbús y como pudo ayudó a los 25 pasajeros a salir por una de las ventanas. Ninguno falleció.

Un joven esperaba para tomar el transporte cuando los escombros lo sorprendieron y lo sepultaron. Su cuerpo fue levantado alrededor de las 17:00 horas. Un policía municipal alcanzó al personal del Servicio Médico Forense para entregarle una mochila de color beige, de tela, que llevaba a cuestas.

Dos mujeres que esperaban la ruta en el lugar resultaron lesionadas. Fueron rescatadas de los escombros y llevadas de emergencia a los hospitales públicos. A una calle del edificio la señora Reza, de 76 años, se encontraba en el tercer piso del edificio ubicado en avenida Morelos esquina con Aragón y León. La edad y el miedo le impidieron bajar por lo que esperó a que el sismo terminara. Salió cuando sus vecinos ya habían evacuado y sólo vio una Torre Latinoamericana parcialmente colapsada.

Sentada tras el área acordonada y con su mascota entre las manos, la señora Reza lamenta que las autoridades aún no le informen cuándo podrá regresar a su casa.

Tendrá que aguardar ahí, porque la torre podría derrumbarse por las fallas estructurales en su interior que identificó Protección Civil.

La señora Reza se rehusa a buscar alojo con familiares, puesto que dice que viven en otros estados. “No me puedo ir, además mi medicamento está en mi casa, soy diabética y mi insulina debe estar refrigerada”, indicó, sin saber que el suministro eléctrico fue cortado minutos después del sismo.

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