justiciaysociedad@eluniversal.com.mx

“Ser cartera es lo mío”, dice con una sonrisa Gabriela Guerra, quien tiene 32 años de edad, 10 como empleada del Servicio Postal Mexicano (Sepomex), y ahora está a días de dar a luz a su segunda hija.

“Es muy bonito estar en la calle”, comenta la trabajadora postal, quien hasta hace unos meses recorría en su triciclo la zona del Centro Histórico, desde República de Argentina hasta Circunvalación, donde decenas de personas, a las que considera sus amigos la saludaban o incluso la invitaban a desayunar, comer o le tenían lista una botella de agua.

“Contacto con la gente”. “El contacto con la gente es lo que más me gusta, porque son con los que realmente trabajas.

“Las personas de afuera se convierten en parte de tu familia por todo lo que te cuentan. Hay quienes te esperan con el desayuno y con la comida, ese cobijo que toda la gente allá afuera te da, es lo que me encanta”, dice la mujer.

Teniendo como fondo una de las paredes del único salón del Palacio Postal que conserva en casi 90% los elementos con que se decoró hace 110 años, Gaby, como le dicen de cariño, manifiesta que ha sido testigo de cómo en los últimos años ha disminuido la entrega de misivas en la capital mexicana, algo que lamenta.

Ella inició su carrera en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México Benito Juárez, como auxiliar en la recepción de la correspondencia internacional.

Ahora está en el área de registrados, donde ordenan la correspondencia y las rutas de sus compañeros que reparten en la zona del Centro Histórico.

Tiene primos que han desempeñado en el oficio en la ciudad de Dolores, Hidalgo. Ellos le platicaban de sus actividades cuando era adolescente; sin embargo, cuando quiso entrar al Sepomex en la Ciudad de México no le fue fácil.

En una oportunidad consiguió el puesto de auxiliar y luego la pusieron a prueba para ser cartera, fue ahí cuando supo que era a lo que quería dedicarse para el resto de su vida.

Considera que “es un privilegio” trabajar entregando correspondencia y es algo que Azul, su hija de 4 años, aspira a sentir al desempeñar, en su edad adulta, este oficio. “Cuando le pregunto: ‘¿Qué quieres ser de grande?, ¿doctora, veterinaria?’, ella siempre me contesta: ‘Quiero ser como tú’”, reconoce con entusiasmo.

A una década de dedicarse a ser cartera, a Gabriela le urge que nazca su segunda hija porque “quiero volver a agarrar mi ruta, extraño a mi gente y más en esta fecha, en que todos allá afuera nos felicitan. De verdad es un trabajo que no cambiaría por nada”, afirma.

Sobre la transformación del oficio a lo largo del tiempo, la joven afirma: “Ha sido un impacto fuerte, y es innegable que la tecnología nos ha golpeado.

“Ahorita nuestro fuerte ha sido la paquetería, es lo que más nos ha ayudado, estos pedidos por internet. Pero realmente no se ven las cartas escritas, hemos perdido eso. Es una costumbre muy bonita y esperamos que no se pierda más”, declara.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses