Camino a su casa subió al microbús. Ese martes 19 de septiembre fue una jornada difícil porque las propinas por su labor de viene, viene en una tienda de conveniencia no fueron suficientes para el chivo.

Don Juvencio Amador, de 75 años, estaba preocupado porque no sabía nada de su familia después del sismo que sacudió el estado a las 13:14 horas. Se acomodó en el asiento y a su lado viajaba una joven, de unos 18 años, que lloraba con mucho sentimiento. Dice que la muchacha pretendía contener el llanto ante la mirada de los pasajeros, pero le era imposible.

“Esta chica sufre mucho, como si tuviera miedo de algo o de alguien, se ve mal”, se dijo Juvencio, según recuerda.

¿Por qué lloras? ¿Te asustaste por el sismo?, le preguntó.

No, respondió la joven.

“Es que enfrente de mi escuela vi a una muchacha que se le vino la barda encima y murió. Me asusté mucho al verla muerta y por eso vengo llorando”, confesó.

“Pues ánimo, por favor, porque todos van a sufrir esto y yo ahorita voy a la casa preocupado a ver qué pasa. A ver qué ha pasado en mi casa con mi esposa”, dijo a la chica a manera de consuelo.

Para esa hora la fotografía de una mujer cubierta de ladrillos y escombro ya era “viral”, porque fue la primera víctima del sismo. La imagen anunció el periodo aciago que convulsionó a Morelos y otras entidades por los efectos del sismo.

La joven estaba en el suelo con el cabello suelto y ahí permaneció un tiempo prolongado hasta que llegó personal de la unidad del Servicio Médico Forense (Semefo), porque a esas horas trabajaron de manera incesante para levantar los cadáveres de cinco fallecidos por los efectos del terremoto, con epicentro en el municipio de Axochiapan, en el oriente de Morelos.

La unidad del Semefo corrió también para Jiutepec, contiguo a Cuenavaca, donde murieron seis personas. Una de ellas en el colapso de la iglesia Santiago Apóstol.

Esa misma tarde el Semefo se dirigió unas calles hacia el centro para levantar otro cuerpo sin vida de un joven que esperaba el microbús y fue aplastado por la estructura pesada de edificio Torre Latino.

Pero el caso de la joven, la primera víctima del sismo, cuya foto circuló de inmediato en redes sociales, ocupó los portales de noticias de internet con un pie de foto.

“Una mujer murió al ser aplastada por una barda de un negocio, ubicada entre las calles de Ricardo Linares y Álvaro Obregón, la cual colapsó derivado del sismo. Según testigos, se presume que se trata de una joven que caminaba por la calle antes mencionada justo al momento en que cayó la barda, siendo aplastada por los escombros”, se leía en la noticia.

Cuatro vehículos que se encontraban estacionados en esa misma calle también sufrieron daños por el derrumbe.

En las calles la mayoría comentó esa fotografía, incluso los trabajadores de la tienda de conveniencia donde trabaja don Juvencio; sin embargo, nadie la identificó. Como a las cinco de la tarde Juvencio se sentó a comer y fue a descansar. Cuatro horas después el timbre del teléfono lo despertó de su siesta.

Eran sus familiares para darle la noticia de que su nieta había muerto en el sismo por el colapso de una barda. Se llamaba Jésica Amador, de 30 años. Era la chica de la fotografía que circulaba en redes y por la que se dolía la joven que acompañó a Juvencio en el microbús.

Dice Juvencio que su nieta iba a trabajar a una tienda departamental, aunque lo raro es que siempre caminaba por una calle alterna para esperar el microbús.

Varios de sus familiares se preguntaron por qué decidió Jésica cambiar de camino ese día. Algunos la vieron caminar cuando ocurrió el temblor y cuando le cayó la barda encima. De inmediato avisaron a su madre para que reconociera el cadáver y ahí estuvo con ella hasta que llegó el Semefo.

Jésica dejó tres huérfanos, una niña de 11 años y dos niños de entre 8 y 10. La cremaron por que eso acordó con su pareja. “Si uno de los dos muere antes, crema al otro, prometieron”, contó don Juvencio.

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