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Michelle, una niña de siete años, logró sobrevivir al sismo de magnitud 7.2 que volvió a afectar a Oaxaca, esta vez a la región de la Costa. Como acostumbraba todos los días, el viernes practicaba su clase de karate en el municipio de Pinotepa Nacional, cuando sintió el crujir de la tierra.

Eran las 17:39 horas y un nuevo sismo se registraba con epicentro a 11 kilómetros al sureste de Pinotepa; sorprendida y con miedo al ver cómo caía el techo de su escuela, salió corriendo del sitio.

“Tuvimos que bajarnos rápido para que no se nos cayera el techo”, recuerda mientras está en el patio de su hogar en el municipio de Santiago Jamiltepec, donde enfrenta otra realidad: frente a ella, la casa de su abuelo está derruida.

La casa de Juan Cristóbal Carro, un señor de 67 años, y de oficio tablajero, abuelo de Michelle y de Alan, su primo, quedó en ruinas tras el movimiento telúrico.

“Sentí feo y quería llorar”, cuenta Alan, un niño de tan sólo nueve años, quien ha estado intranquilo por el desastre natural.

El temor de ambos niños se entiende, puesto que en un día han sentido las más de 590 réplicas, siendo la de mayor magnitud la registrada en 5.9.

Su abuelo reconoce que el miedo también lo invade, mientras recuerda el sismo, “estuvo muy fuerte, no es como las otras veces que ha temblado, pareciera como si fuera de 10”, dice, y afirma que dará valor a su familia.

La familia vive en el patio desde la noche del viernes; el cansancio y desvelo no le permite pensar a Juan, por ahora, cómo reconstruir su vivienda; su situación empeora, refiere, porque no ha tenido trabajo en las últimos días.

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