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El temblor los dejó sin casa y casi sin ayuda. La batea de una camioneta de tres y media toneladas se convirtió desde la noche del martes en su cama, en la que duermen cinco personas: tres adultos y dos niñas.

La casa de Alicia Velázquez, de 25 años de edad, en el poblado de San Juan Tepecoculco, municipio de Atlautla, región de los volcanes, está a punto de desplomarse.

El inmueble, construido entre tierras de cultivo de esta comunidad rural del sur oriente del Estado de México, a unos 15 kilómetros de distancia del cráter del volcán Popocatépetl, tiene severos daños estructurales.

Por eso la unidad que utilizan para transportar materiales para elaborar casitas de madera navideñas es su aposento nocturno y el patio es una extensión de su cocina y sala.

“Sólo agua nos acaban de dar unos voluntarios que venían de Neza”, contó.

La que sí se derrumbó fue la casa de Rocío González, en el barrio San Martín, también en San Juan Tepecoculco y de ayuda no quiere hablar porque no la conoce.

“Vinieron de la presidencia municipal y nos dijeron que la ayuda va a ser con calma, entendemos que en otros lados hay pérdidas humanas y heridos, pero gracias a Dios esperamos que la situación mejore para nosotros”, dijo.

El señor Amaro, también en ese mismo poblado, habilitó casas de campaña en el patio de su casa donde ha dormido toda su familia.

Tampoco han pernoctado en el interior de su vivienda porque está a punto de venirse abajo.

Recibió al mediodía del jueves una despensa de jóvenes voluntarios de Nezahualcóyotl que se desplazaron hasta esa comunidad para auxiliar.

Aquí los daños no han sido cuantificados aún, porque la ayuda oficial no ha llegado.

En Ecatzingo, municipio vecino, las plegarias de los residentes se escuchan en la plaza principal.

Aquí, donde según Protección Civil local 80% de las casas resultaron con algún tipo de daño y murió un joven de 22 años, la ayuda oficial empezó a fluir hasta este jueves.

El miércoles los habitantes a los que se les había derrumbado su casa, clamaban ayuda humanitaria.

Fueron escuchados y hasta ese municipio, que está en el límite con el estado de Morelos, acudieron funcionarios estatales que canalizaron víveres, ropa y maquinaria para quitar escombros o derrumbar los inmuebles que estaban a punto de caer.

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