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Las becas que recibieron 4 mil 300 jóvenes de 22 países por parte de la Fundación Ford, entre 2001 y 2013, sirvieron para que expandieran su visión del mundo y regresaran a sus comunidades para mejorarlas, concluyó un estudio de seguimiento de 10 años, realizado por el Institute of International Education (IIE).

Los becarios regresaron con un título de posgrado en materia de justicia social.

El reporte analizó a 268 alumnos de Brasil, Guatemala y México que, en su mayoría, trabajan en la academia, órganos gubernamentales y de la sociedad civil. Dirigen centros de investigación, se preocupan por la preservación del acervo cultural, derechos indígenas, humanos y desarrollo juvenil.

Estos ex alumnos promueven el acceso educativo y oportunidades para las comunidades poco favorecidas mediante actividades de divulgación y extensión. Ayudan a generar conciencia acerca de las injusticias sociales e influyen en la política en puestos como funcionarios.

Alma Maldonado, investigadora del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), señaló que en México las becas se enfocaron a estudiantes indígenas, y la ayuda continuó en la República a través del Programa de Becas de Posgrado para Indígenas (Probeti), implementado por dicho organismo.

“Estas becas no pueden ser panaceas, hay que seguir promoviendo la educación en el país, sobre todo en zonas marginadas en donde a veces es imposible que los habitantes estudien. Hay que crear un mundo en donde las mujeres indígenas también participen en estos proyectos y sean líderes en sus comunidades, de la mano de la educación”.

Fundación Ford determinó que las comunidades con mayores desventajas en casi cada una de las mediciones, incluyendo el acceso a educación superior, pertenecían a diferentes etnias de México, por ello el programa apoyó a becarios de 38 de los 62 grupos indígenas oficiales en el país. Más de la mitad estudió en España y Chile, al igual que en otros países de América Latina, Europa y Estados Unidos.

Ana Luisa Liguori, asesora senior de la Fundación Ford para México y Centro América, lamentó que varios becarios al regresar a sus comunidades sufrieran discriminación y desalentadores mercados laborales.

“De nada les servía tener un doctorado si no tenían mejores oportunidades de trabajo, si el mismo pueblo les impedía promover la justicia social en sus países. Hay quienes tienen que cargar prácticamente con el título en mano para que les crean que han estudiado, aún así los sueldos no son los mejores”.

David Navarrete Gómez, profesor en el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, afirmó que la continuidad que en el caso de México se le dio a este programa de becas para jóvenes indígenas es relevante, porque “no nos quedamos a la espera de que organizaciones privadas apoyen a nuestros pueblos, es una esperanza de que la educación va a la alza”.

Sylvie Didou, investigadora del Cinvestav, expresó que este tipo de programas se convierte para los becarios en su oportunidad de obtener un título profesional.

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