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E l alcohol estuvo a punto de destruir por completo la vida familiar de Ana, porque al ser hija de un padre alcohólico fue inducida por una amiga a beber y con ello ponerse en riesgo al salirse de la escuela para ir a tomar.

Cuarta hija de una familia de cinco mujeres, ni sus padres ni sus hermanas mayores lograron entender los cambios que experimentaba a los 14 años. “Conforme mi edad avanzaba, comprendí lo que mi papá hacía, aprendí que era malo y no sé por qué razón comencé a tomar”, dijo.

Una amiga la convenció el año pasado de no asistir un par de veces a la secundaria en el municipio de Chimalhuacán, en el Estado de México, e irse a beber, impulsada también por el desinterés que mostraban en ella. “Tuve problemas en el colegio, con mis amistades y con mi mamá, sobre todo”, confesó.

En su entorno, una zona en la que es común, de acuerdo con Ana, ver a sus amigos y vecinos caer en adicciones como el alcohol, los solventes y las drogas, esa experiencia se le hizo normal. “Empecé a tomar y a fumar a los 14 por curiosidad. Así le hacen todos los jóvenes, me incitaron a eso y admito que me gustó; sin embargo, luego aprendí que es malo”, aseguró la menor.

Fue apoyada por su mamá. Ella fue descubierta por sus maestros y, a pesar de vivir en resistencia y negación, fue convencida por su madre para ir al Centro de Atención Primaria en Adicciones (Capa) en el mismo municipio de
la zona.

Su padre, quien murió en este año tras haber sido alcohólico por más de 20, decidió no involucrarse para tampoco tratar de solucionar su propio problema con la bebida, indicó la joven.

“Él tomaba mucho, empezó a beber más cuando mi hermanita nació [la de nueve años] y luego empezó a dejar de ayudar a mi mamá, y ella la hizo de padre y madre todos esos años; cuando murió sentí dolor, no muy fuerte; sin embargo, no lo desahogué”, confesó Ana.

Una serie de eventos más agravaron las condiciones familiares en los últimos meses, puesto que su abuelo materno murió en noviembre del año pasado y Ana fue atropellada, lesionándose un omoplato.

Ahora, con 15 años, terminó la secundaria y mientras se mantiene estudiando el bachillerato, sabe que su caso fue detectado a tiempo y ahora piensa en las posibilidades que tiene, por lo que ha llegado a considerar que estudiar sicología, tras haber conocido la ayuda que estos profesionistas brindan a las personas, podría ser una opción para ella.

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