El presunto nexo del futbolista mexicano Rafael Márquez Álvarez con el narcotráfico revivió un fenómeno que golpeó a Centroamérica: el denunciado lazo de dirigentes del balompié de Guatemala, El Salvador y Honduras con el contrabando de drogas y el “blanqueo” de dinero ganado por transportar, almacenar, distribuir y reexportar sustancias ilícitas desde América del Sur hacia México y Estados Unidos para los cárteles mexicanos.

Al igual que lo sucedido con Márquez, al menos dos estructuras de los tres países ligadas al fútbol fueron designadas por el Departamento del Tesoro estadounidense como organizaciones narcotraficantes, aunque todos adujeron ser inocentes. Márquez rechazó contundentemente las acusaciones en su contra al ser insertado a inicios de este mes por el Tesoro en una lista de narcotraficantes encabezada por el mexicano Raúl Flores Hernández.

“El futbol como cualquier otra actividad económica transaccional se presta para el crimen organizado”, afirmó la hondureña Arabeska Sánchez, consultora independiente en seguridad, a una pregunta de EL UNIVERSAL.

Los casos en Guatemala, El Salvador y Honduras —que integran el Triángulo Norte de Centroamérica— conforman una de las zonas más violentas del mundo y sirven de plataformas cruciales para traficar estupefacientes del sur al norte del continente americano y para actividades colaterales mafiosas.

En El Salvador, el empresario de ese país José Adán Salazar Umaña, un ex dirigente futbolístico que en 2014 fue designado por el entonces presidente de EU, Barack Obama, como “narcotraficante extranjero importante” y arrastra un historial como proveedor de servicios para los cárteles de Sinaloa, del Golfo y Los Zetas, fue capturado en abril pasado en El Salvador por presunto “blanqueo” de capitales, según fuentes oficiales salvadoreñas.

Antes de quedar ubicado en mayo de 2014 en las listas de narcomafiosos del Tesoro, Salazar, alias Chepe Diablo, fue presidente de la Federación Salvadoreña de Futbol (Fesfut) y de la Asociación Deportiva Isidro Metapán, equipo de la primera división de este país, y figura visible de empresas como propietario de cadenas de hoteles, estaciones expendedoras de combustibles y negocios de granos básicos.

Salazar fue catalogado en 2014 por el entonces gobierno de El Salvador como cabecilla del Cártel de Texis, que toma su nombre del noroccidental poblado salvadoreño de Texistepeque y es clave en las rutas del contrabando internacional de drogas. Guiado por Salazar, el Cártel de Texis se transformó en la principal organización criminal del narcotráfico en El Salvador y en uno de los eslabones claves del contrabando de drogas de Centroamérica.

Convertido en proveedor de servicios de los cárteles mexicanos de Sinaloa, del Golfo y Los Zetas, Salazar construyó con el Cártel de Texis una fachada de firmas agropecuarias, turísticas y de servicios de combustibles para “lavar” dinero en instancias financieras salvadoreñas y con apoyo de políticos salvadoreños instalados en posiciones del poder interno y externo en ese país y en la zona centroamericana.

En Honduras, el empresario originario de ese país Yankel Antonio Rosenthal Coello, ministro de Promoción e Inversiones de la nación de noviembre de 2014 a junio de 2015, en el gobierno del actual presidente, Juan Orlando Hernández, cayó preso en Miami, Florida, en octubre de 2015. Rosenthal fue designado ese mes por el Tesoro como proveedor de “servicios de lavado de dinero y otros para apoyar actividades de tráfico internacional de narcóticos de múltiples traficantes de drogas centroamericanos y de sus organizaciones criminales”.

Rosenthal se desempeñaba en ese momento en su décimo año como presidente del Club Deportivo Marathon, de la ciudad de San Pedro Sula, uno de los más importantes de la primera división.

El empresario, ahora en libertad condicional en Florida, fue señalado por el Tesoro junto con su tío, Jaime Rosenthal Oliva, y su primo, Yani Benjamín Rosenthal Hidalgo (preso en EU), así como siete de sus compañías como parte de una red encabezada por el Banco Continental.

Según el Departamento del Tesoro, el Banco mantuvo desde hace varios años estrechos vínculos financieros con el cártel hondureño de Los Cachiros, que estuvieron relacionados con el Cártel de Sinaloa y con el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán Loera.

En Guatemala, en medio de denuncias de que su familia está involucrada en narcotráfico, el guatemalteco Milton Oswaldo Mendoza Matta asumió la presidencia de la Federación de Fútbol a inicios de diciembre de 2015 y dimitió a mediados de ese mes.

Mendoza Matta es hermano del presunto narcotraficante guatemalteco Haroldo Mendoza Matta, detenido en noviembre de 2014 y supuesto líder del Cártel de Los Mendoza, dirigido también por sus otros dos hermanos, Wálter Obdulio y Edwin Alfredo.

El ahora ex presidente federativo y sus parientes dirigieron el Club Deportivo Heredia, de Izabal, que durante varios años compitió en la Primera División de Guatemala y cuya franquicia en la máxima categoría fue vendida a otro equipo.

El Cártel de Los Mendoza es identificado por aparatos guatemaltecos de inteligencia policial como responsables de la incursión en 2008 en ese país de Los Zetas y estuvo aliado al cártel guatemalteco de Los Lorenzana, cuyos jerarcas fueron extraditados a Estados Unidos.

La Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), creada en 2006 con aval de la Organización de Naciones Unidas e instancia querellante que labora desde 2007, advirtió que la agrupación de Haroldo Mendoza “no es una banda cualquiera, es un ejército privado”.

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