Xalapa.- En aquel lejano 2009, la periodista veracruzana Regina Martínez manifestaba no sólo su preocupación por la falta de ética en el manejo informativo de medios de comunicación, sino el temor que había entre el gremio por reportar hechos violentos.

"Ya olvídate de la ética, ya no hay responsabilidad, ya más que todo hay temor”, dijo la corresponsal del semanario  Proceso pocos meses antes de ser asesinada. Sus palabras eran parte de una entrevista, la última que dio,  para la construcción de la tesis de maestría  “La construcción de noticias sobre el narcotráfico en Veracruz durante el 2007, criterios para el ejercicio profesional y ético del periodismo”.

La comunicadora de 50 años, manifestaba su preocupación por los periodistas que cubrían nota roja, a quienes consideraba la primera línea informativa frente al narcotráfico.
Los amenazan -denunciaba- y los han comprado bajo presiones. Se preocupaba porque eran su principal fuente informativa cuando de hechos violentos se trataba, pues - se quejaba- las fuentes oficiales estaban cerradas.

Quiénes convivieron con ella, recuerdan que Regina era una mujer reservada, tenía pocos amigos y era difícil entrar a su primer círculo porque desconfiaba mucho. Se quejaba de las nuevas generaciones por su falta de rigor periodístico, cuando ella era muy meticulosa: responsabilidad, cruce de fuentes y verificación de datos.

Sencilla en el vestir y con sus típicos lentes de aumento, confesó que nunca había sido amenazada ni por los “buenos” ni  los “malos”, tampoco había estado en riesgo por investigar o publicar una noticia relacionada con el narcotráfico en Veracruz.

Confiaba en su rigor ético para construir historias, las cuales le podían llevar hasta tres meses. 
“Primero investigo si un hecho realmente está relacionado con el narcotráfico, es un tema muy difícil, sobre todo porque no cualquiera te declara, las mismas autoridades lo ocultan, aunque haya el sello del narcotráfico. Hay que ver si es un simple pleito de borrachos, pero si ya lo ves que se vuelve cotidiano ya es violencia organizada”, decía. 

Tres años después, el 28 de abril de 2012 Regina Martínez Pérez fue estrangulada en su casa,. Su muerte representó un quiebre en el periodismo veracruzano, porque los crímenes contra comunicadores se habían enfocado a periodistas locales. 

Las autoridades ministeriales detuvieron a dos presuntos responsables del crimen, que atribuyeron como móvil al robo, pero sólo permanece en prisión Jorge Antonio “N”, El Silva, quien fue arrestado, años después liberado al considerarse que no había participado en el robo ni asesinato, pero luego rehaprendido. Cumple una sentencia de 32 años y ocho meses de prisión.

Regina laboró en el Sol de Chiapas y La Jornada, Política, donde siempre fue muy reservada, al igual que sus familiares tras su muerte. En ese entonces, auguró que la violencia seguiría y no se equivocaba.

El crimen de Regina, afirman organizaciones de defensa de periodistas, sigue impune y la versión del móvil de robo para cometer el crimen sigue siendo poco creíble.

A la distancia, retumban sus palabras y sus análisis, esos que decían que en cada elección había incremento de la violencia dirigido a ciertos sectores, entre ellos los periodistas, y que parecía que había un pacto entre el Estado y el crimen organizado.

En los últimos siete años, 21 comunicadores fueron asesinados en territorio veracruzano, sin embargo en sólo cuatro casos hubo presuntos responsables detenidos y en el resto privó la impunidad.

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