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Santiago Nieto Castillo es hombre de menciones honoríficas académicas. Una vez que subió al cargo de titular de la FEPADE, probó la combinación de su brillante capacidad y unos flashes que fulminaron su discreción a toda prueba.

Así, se desataron tormentas políticas en las que fue protagonista, como en la destitución de un subsecretario de Gobernación y la batalla en el Senado con la oposición unida como nunca para defender que fuera restituido en el cargo.

Fue reconocido en el Poder Judicial, en el que llegó a posiciones del brillo de un secretario particular del presidente de la Suprema Corte.

En el Senado, pasó la prueba de admisión como fiscal electoral, en la Comisión de Justicia, en la que también recibió el beneplácito del panista Roberto Gil y el pleno casi lo aclama. PRI, PAN, PRD, PVEM y PT le dieron sus votos.

Todavía no terminaba 2015 cuando obtuvo de un juez una orden de aprehensión contra el entonces subsecretario de Gobernación, Arturo Escobar, uno de los líderes del PVEM.

Los verdes y sus aliados priístas reaccionaron en contra del golpe mediático y se ocuparon en rastrear el pasado y el presente del fiscal.

Encontraron que omitió haber trabajado para los perredistas como asesor. En octubre, el encargado de la PGR, Alberto Elías Beltrán, lo destituyó por expresar que el ex director de Pemex Emilio Lozoya lo presionó para declararlo inocente en el caso Odebrecht.

El doctor de las tormentas hoy está del lado de Andrés Manuel López Obrador.

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