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Los sismos de septiembre le enseñaron al país que la sociedad civil tiene “una capacidad de respuesta y de movilización que no necesariamente pasa por el sistema político”, señaló la presidenta de El Colegio de México, Silvia Giorguli.

En entrevista con EL UNIVERSAL declara que si bien esta capacidad refleja que la mexicana es una sociedad “madura”, también abre la discusión sobre hasta qué punto está cubriendo los vacíos que ha dejado el sistema político.

A esta demógrafa le gusta tener cifras y datos duros que sustenten sus argumentos. Giorguli habla desde la academia y la investigación, y dice que resolver el problema de la corrupción en el país no es suficiente para impulsar su desarrollo, lo considera “un primer paso” para desatar las dinámicas sociales, a partir de los vicios y la falta de confianza que el problema genera.

Sobre el proceso electoral de 2018, la académica señala que el reto del Instituto Nacional Electoral (INE) es construir un ambiente de confianza en torno a las elecciones. “Quisiera apostarle a lo que se ha construido en términos de las instituciones y pensar que el sistema que se ha construido va a estar a la altura del reto que tenemos para 2018”, dice.

¿Cómo llega el país al proceso electoral de 2018?

—Los problemas más fuertes del país son la seguridad y la corrupción, que son mucho más fuertes, intensos y evidentes que en el pasado. Se suman a otros que no hemos resuelto, como la persistente desigualdad y la pobreza. Tenemos focos rojos.

¿El mayor desafío de la clase política es la corrupción?

—Sí, pero no es suficiente tener más leyes y más estrictas, si no revisamos cómo y quién las implementa, es decir, su viabilidad.

La corrupción es uno de los problemas más serios, pero resolverlo no va a ser suficiente para desatar el desarrollo de México. Será como un primer paso y, a partir de ahí, organizar otra serie de dinámicas sociales.

¿La democracia en México se ha consolidado?

—Depende del punto de referencia. Si pensamos en hace 100 años, evidentemente hay una construcción de un orden institucional que no teníamos, hemos avanzado muchísimo en la construcción de instituciones y tenemos que valorarlo. Otra vez: es necesario, pero no suficiente, además hay cambios en la forma de participación de la sociedad civil que no necesariamente se ajustan a lo que entendemos por democracia.

¿Cuál sería un ejemplo?

—Una de las enseñanzas del sismo de 1985, pero que nos lo recuerda otra vez lo ocurrido en septiembre de 2017, es que la sociedad civil tiene una capacidad de respuesta y de movilización que no necesariamente pasa por el sistema político. Eso te habla de la maduración de la sociedad civil, pero nos lleva a discutir hasta dónde pueden llegar sus acciones y hasta dónde está cubriendo vacíos que el sistema político no.

¿La clase política, los gobiernos federal y los locales están a la altura de la sociedad?

—Si uno ve la respuesta del gobierno local y federal hoy y en 1985, hay más idea de cómo responder y funcionan mejor ciertos mecanismos: desde los protocolos hasta el Fonden. También se vieron desigualdades en términos de las capacidades de los gobiernos locales de responder: ahí hay otra fuente de desigualdad en el proceso de maduración de la democracia. La evaluación de la respuesta de las autoridades va a estar en la reconstrucción.

¿La organización espontánea de la sociedad tras el sismo podría ser el reflejo de que una candidatura independiente puede prosperar?

—El reto  para los candidatos independientes es sortear todas las características del sistema político de nuestro país.

Mientras no haya condiciones iguales de participación, eso dificulta la posibilidad de que un candidato independiente gane. Lo que uno aspiraría, como ciudadano, de un sistema político es que generara condiciones iguales para esta competencia electoral.

¿Y si son independientes? Porque una cosa es que no tengan partido y otra es que sean ciudadanos.

—Cuando se piensa en candidaturas independientes, ¿qué es lo que uno quiere? ¿Realmente es posible tener un aspirante que no tiene ninguna experiencia de gestión? Esta idea de profesionalizar el oficio del político es tener gente que sepa de gestión, cómo armar un presupuesto y qué implica un marco normativo.

¿Qué le parece el Frente Ciudadano?, ¿tiene capacidad de prosperar y de ganarle al PRI en las presidenciales?

—Más que dar mi opinión tendría que dar ideas en función de la investigación. Para el sistema político mexicano, una iniciativa de este tipo significa poner a prueba el avance de la legislación sobre alianzas. Mi preocupación sería establecer que tengan igualdad en términos de competencia al entrar al sistema electoral. Quienes participan tienen derecho a apostarle a una iniciativa de este tipo y construir marcos legales que la permitan. El reto  es que haya igualdad de condiciones.

¿Usted cree que esto será posible, dadas las condiciones y lo que hemos visto?

—El país, la clase política y algunos grupos de intelectuales le apostaron mucho en las últimas décadas a la construcción de instituciones y una de ellas es el INE; tiene el gran reto de construir un ambiente de confianza en torno a los resultados electorales. Quisiera apostarle a lo que se ha construido en términos de las instituciones y pensar que el sistema va a estar a la altura del reto en 2018.

¿Cuál sería este reto?

—En síntesis: tener elecciones en las que uno pueda confiar en el resultado. Eso implica muchas cosas que están atrás: marcos legales, el operativo en torno a las elecciones, la forma en que se dan las campañas, las regulaciones y los frenos a los partidos para que cumplan la legis- lación. Para poder llegar a un resultado que no nos va a dejar contentos a todos, pero que al menos  confiemos en el resultado y en que hubo condiciones equitativas.

¿Cómo vislumbra la contienda electoral?, ¿será limpia y pareja?

—Apenas estamos arrancando. El reto es que desde el arranque sea limpia y pareja. No sólo es un tema de los partidos políticos, también de la sociedad civil organizada y los medios. El reto está en buscar otros contrapesos, no solamente en el INE: estar ahí y presionar.

¿Qué les ofrece este proceso electoral a los jóvenes?

—La oportunidad de hacerse oír, más que como individualizados e invisibilizados, como una voz más común; es la primera forma de que se escuchen sus demandas.

La percepción es que los jóvenes que participaron parten de la idea de: “Nos organizamos, porque en ustedes no creemos”.

—El reto que esta generación enfrenta  es la incertidumbre: en lo laboral, en lo educativo, en su vida cotidiana, en sus proyectos de familia y de vida.

El sistema político y las elecciones las veo cada vez menos para las jóvenes, con menos respuestas a sus problemas más inmediatos.

No son necesariamente las elecciones las que van a responder a estas necesidades; otra vez ahí entra la cuestión: hasta dónde puede la sociedad civil cubrir los vacíos que los gobiernos no.

¿Cuál será el impacto de los sismos en las elecciones?

—Lo que pasó en el terremoto caerá en terreno fértil, porque hay una cultura política de arraigo que pudiera generar cuestionamientos a los gobiernos de izquierda, porque si hay un cuestionamiento de los jóvenes a los gobiernos de izquierda, ¿entonces cuál es la opción? ¿Candidaturas independientes que se alejen del perfil político? No sé.

La Ciudad de México no es  todo el país: son 20 de 122 millones [de personas], ¿qué efecto tendrá para los jóvenes de otros estados?

Pero la participación no fue nada más en la Ciudad de México, se vio en todos los estados afectados por los sismos.

—Sé que fue una respuesta masiva, pero la concentró y la vivieron más directamente las zonas afectadas. Esta movilización de jóvenes sucede casi 50 años después del 2 de octubre de 1968, ese movimiento estuvo concentrado en ciertas partes del país y  fue muy importante en la construcción del sistema político que pasó después.

Como estudiosa de la realidad social, mi pregunta es: ¿En qué medida esta respuesta masiva a una situación urgente se convierte en una forma de capitalizar demandas políticas que no están atendidas?, el reto es que este movimiento se convierta en un parteaguas, en un antes y un después de lo que pasa en el sistema político mexicano.

¿Usted cree que la ciudadanía va a salir a votar más o menos?

—Tenemos una sociedad que está desencantada, pero buscando espacios para que se escuche su voz, ¿qué efecto tendrá eso en la forma de participación en las próximas elecciones? No sé, habrá que esperar.

Hubo una polémica sobre destinar el presupuesto de los partidos a la reconstrucción de las zonas afectadas, ¿cómo califica la respuesta de los partidos?

—Hay una respuesta inmediata en la coyuntura y yo creo que, con la cabeza más fría, tenemos que evaluar estas respuestas en términos de un sistema electoral equitativo y la viabilidad de las cosas que se dijeron. Es una cuestión de politizar la coyuntura, tenemos que esperar para ver si efectivamente son viables [las respuestas].

¿Sí se puede que los partidos regresen el dinero?

—Es complicado, ¿no? No tengo el conocimiento de la ley electoral. Es difícil que alguien te diga que no simpatiza con la idea de destinar más recursos a la reconstrucción y menos a las elecciones. Lo que tenemos que hacer, y el INE es el órgano responsable, es ver si efectivamente es viable sin poner en riesgo la equidad en el proceso electoral.

¿Fue una respuesta populista?

—Fue la respuesta de la coyuntura y del momento.

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