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El ex presidente nacional del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, advierte que de no entrar a una seria reconstrucción, el partido podría desaparecer.

En entrevista con EL UNIVERSAL, dice que la disputa por el poder entre los grupos ha llevado al partido a una debacle y las envidias por los espacios han provocado una confrontación destructiva y desgarradora, ocasionando que cada día baje más de votación o que de plano haya lugares donde el PAN está en extinción.

Le preocupa que a un mes del 1 de julio no se haya dado un debate plural sobre la derrota en la jornada electoral y que, como hace seis años, se haya desatado un guerra de pasiones, de vendettas y disputas de grupos que buscan adueñarse de lo que queda del PAN y no una interlocución que permita salir del desastre institucional.

Lamenta que hasta ahora, aquellos que han levantado la mano para ser presidente del partido no han ofrecido un proyecto que permita la reconstrucción.

El también presidente de la Comisión Anticorrupción de AN dice que es momento de darse la mano, si es que se quiere ser una verdadera opción para el ciudadano; de no ser así, entonces deberán hacerse todos responsables de la desaparición del PAN.

¿Cómo se encuentra el PAN tras la elección del 1 de julio?

—Inquieto, sacudido, un poco confundido sobre lo que debe hacerse. Es natural que después de una derrota electoral de la magnitud de la que se ha tenido este año, la institución pase por un debate interno fuerte, por críticas, salen a flote todas las inquinas que se fueron sembrando con el tiempo, es un periodo complejo.

Me preocupa que hasta este momento la institución, y por supuesto la dirigencia, no haya creado un mecanismo de diálogo abierto. Cierto, se ha estado platicando con actores relevantes, pero no todos ellos son quienes de alguna manera deben participar en ese amplio proceso de diálogo, de reconciliación, de poner en sintonía visiones y sentimientos.

Vemos mucho movimiento en los liderazgos, pero sin escuchar a las bases.

—Es otro error. Después de lo que ha pasado, al partido lo que le urge es definir su papel en la nueva etapa política de México, no definir quién lo dirige, sino el papel de la institución.

Tengo la impresión de que muchos de los que han levantado la mano están en una legítima aspiración, pasión y ambición de dirigir el partido, sin haberse detenido a pensar lo que ha sucedido en México después del 1 de julio, de este cambio enorme que ha ocurrido, en donde hemos cerrado un capítulo en la historia del país.

¿Qué nos proponen ante esto? Dirigir al PAN con un conjunto de críticas, pero no nos ponen, quienes han levantado la mano, un proyecto de Acción Nacional frente a la nueva etapa, frente al reto que representa este nuevo modelo político de concentración de poder que se ha producido por voluntad de los electores.

¿Pareciera que el PAN está sin un eje, sin una ruta?

—Dentro del marco institucional, la directiva se ha estado reuniendo con actores políticos del partido. La propia Comisión Nacional Permanente hizo una primera, inicial, casi una reflexión para apuntar los primeros sentimientos, no un análisis profundo, de la elección del 1 de julio, pero no veo un proceso institucional que se debió haber instalado al día siguiente, donde se llamara a todos, tirios y troyanos, amigos y adversarios. El partido quedó tan lastimado y tan sacudido que necesitamos un proceso que sea de reencuentro, de reconciliación y de poner en sintonía la visión del partido hacia adelante, si no lo hacemos, lo único que va a salir de ahí es más división.

Hace seis años cometimos un grave error, después de la elección de 2012 convertimos la derrota electoral en una tragedia institucional, ¿por qué?, porque no la supimos gestionar, hay que decirlo con honestidad. Después de 2012 se desató un guerra de pasiones, vendettas, disputas, grupos que buscaban quedarse con lo que el PAN había logrado en 2012 y [se dedicaron] a ver quién era el usufructuario del mucho o poco poder que le había quedado a Acción Nacional.

Una segunda vez con este mismo error [y] yo no le arriesgo la permanencia al PAN en el escenario político en los próximos años, ya es demasiado. O nos detenemos con honestidad, con cariño a la institución, a pensar lo que el PAN debe ser en esta nueva etapa de México, o no le arriesgo las ganancias a nadie. Así se quede [cualquiera] de presidente [de AN], si llega con estas bases de disputas, de grupismos, una disputa descarnada por la presidencia del partido sin haberse detenido a pensar en la institución, lo que va a ganar es una porción de influencia, de presencia pública que va ser el preludio de su entierro.

¿Es decir, el Partido Acción Nacional puede desaparecer?

—Por supuesto, mire dónde vamos ya, cada vez vamos bajando más de votación, hay lugares donde el PAN está en extinción, en absoluto, véase el sureste, lugares donde éramos la primera fuerza hace pocos años, hoy somos tercera y cuarta fuerza.

¿Cómo debe ser el nuevo presidente de Acción Nacional?

—Abrirse, entender que estamos en una etapa nueva, que no se puede ir en la inercia de las cosas, que hay que hacer un alto en el camino.

¿La derrota del PAN es de todos o solo de un grupo?

—Es de todos. Hay una responsabilidad en quien conduce, en quien trazó el camino, tomó decisiones, pero la que paga, siempre es la institución.

Por eso es tan grave que la institución sea llevada a términos de juegos de grupos.

¿El PAN tiene futuro?

—El panismo sí, porque es una cultura política que se formó por muchas generaciones, personas que entregaron todo.

¿El Frente fue una razón que los llevó a la derrota?

—No, el Frente fue una herramienta política, parte de la estrategia que no era mala, fue correcta para el momento del país, ante el agotamiento del sistema, necesitábamos algo nuevo, desafortunadamente la plataforma no fue presentada en forma clara, contundente y atractiva a los ciudadanos.

El Frente traía un proyecto de cambio político, social, económico, estábamos correspondiendo a lo que la sociedad demandaba, pero esto no fue conocido en la campaña, porque el ataque brutal del régimen contra Ricardo Anaya desarticuló el discurso político de la campaña y no fuimos capaz de reponernos. El proyecto es uno de los mejores secretos del Frente.

¿Ricardo Anaya no debió de ser el candidato?

—No es cosa del candidato. Yo creo que la candidatura de Anaya Cortés era buena: joven, articulado, echado para adelante, no es un problema de la candidatura, sino la forma en la que se ejecutó la campaña y luego la táctica para responder a los ataques del gobierno. Otro detalle es que ésta era una campaña de tierra, no de aire, y se hizo más por el aire, ese fue un error táctico y grave.

Porque en momentos de cambio, en el que la sociedad está harta del modelo político, las campañas se hacen en la tierra, con la gente, Andrés Manuel [López Obrador] tenía 18 años en campaña, y eso da una ventaja, pero, a pesar de eso, se pudo hacer mucho si la táctica hubiese sido de tierra.

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