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La renuncia de Raúl Cervantes como titular de la Procuraduría General de la República es resultado de “infortunadas componendas, de estires y aflojes; fobias y resistencias, y aspiraciones y bajezas”, consideró la Arquidiócesis Primada de México.

Bajo el título “PGR: la decepcionante historia”, la iglesia aseguró en el editorial del semanario Desde la Fe, que la Fiscalía General de la República surge en un momento en el que los mexicanos necesitan justicia, equidad y a un titular “intocable por la corrupción”, que sea capaz de garantizar los intereses de la nación.

El texto argumenta que entre las ruinas de la dependencia federal están sepultados los procuradores que se aprovecharon del cargo para intimidar, realizar fraudes y mentir, quienes sólo simularon un cargo y ostentaron incapacidad y prepotencia.

El abogado de la nación o procurador tenía que ejecutar la ley y gestionar asuntos de la Federación para proteger sus intereses, esos eran los ideales de la PGR, cita el editorial, pero señala que mientras la vida política del país se ampliaba, haciéndose cada vez más compleja, la dependencia pasó a ser una institución con la más baja tasa de confianza. “Esto llevó a sus titulares a reconocer que el rostro de la PGR debería recomponerse. Renovarse o morir”.

Por este motivo en 2015, su titular, ante legisladores del Congreso de la Unión, expresó que la recuperación pasaría por el tamiz del trabajo para arreglar y maquillar “el rostro de la PGR, a partir de la procuración de justicia eficaz, el respeto a los derechos humanos y la capacitación a los integrantes de la procuraduría”.

A dos años, esa tarea no se ve consolidada. Durante la presente administración, cuatro personas han ocupado el cargo de procurador; sólo el sexenio de Carlos Salinas de Gortari ha superado esta cifra.

“Nada más en 1994 alternó a cuatro procuradores. En ese periodo, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo fue asesinado [24 de mayo de 1993]. Las conclusiones del procurador fueron, por decir lo menos, tristes y desafortunadas; desembocaron en la teoría de la confusión, con lo que se lavó las manos.

“Actualmente, el crimen del cardenal no tiene una explicación satisfactoria con la consecuente injusticia y la falta del castigo de los verdaderos responsables”, señaló.

La Arquidiócesis, que encabeza el cardenal Norberto Rivera, afirma que lo anterior es un ejemplo de la descomposición de la dependencia federal, que bajo sus siglas intimidó a ciudadanos y protegió a sus amigos “compadres y allegados que vieron en la institución el instrumento perfecto para aspiraciones y bajezas. Llegó un momento de su historia en que mencionar el nombre del procurador era sinónimo de miedo y terror para los enemigos del régimen, pero también ese mismo nombre asoció los extremos del tráfico de influencias”.

El 10 de febrero de 2014 se llegó a una reforma constitucional que renovará la procuración de justicia en México, pero esa transformación está estancada porque pasa “la dura prueba de confianza que sume a la institución en la oscura ignominia de la pérfida relación de nepotismo y compadrazgo como trampolín para asirse del poder”.

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