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La mañana del 22 de octubre de 2016, desde la ventana de un avión, a mil metros de altura, Yoelys veía el azul turquesa del mar del Caribe combinarse con el verde de las selvas venezolanas.

Desde ese día no ha regresado a su país y no ha vuelto a ver a su familia por haber migrado a México, debido a los problemas económicos y sociales que enfrenta su nación.

Atrás dejó esas madrugadas en las que iba a esperar que abrieran un supermercado para comprar pañales o fórmula para su hija, trata de olvidar a los bachaqueros (vendedores del mercado negro) que comerciaban productos de primera necesidad en precios elevados hasta 100 y 200%.

En un departamento de la colonia Doctores, en el centro de la Ciudad de México, la mujer de 35 años, quien es residente legal y busca la naturalización, juega con Aranza, su hija de tres años, mientras espera que el pastel que tiene en el horno termine de adquirir la consistencia deseada.

La madre de familia es originaria del pueblo de Cumaná, en el estado Sucre. Cuenta que México no fue un país escogido por ella, pero por trabajo, su esposo vino en 2015. Ella y sus hijos se quedaron en Venezuela, pensando que no era necesario mudarse con él.

“Pero estaba empeorando la situación política y económica, teníamos una bebé pequeña y se nos hacía bien difícil y decidimos que era hora de tener la familia junta, de reunirnos, queríamos estar aquí”, externa.

Teniendo como fondo una escultura de El Chavo del 8, personaje que su hija admira, dice que recordar la difícil situación que viven los venezolanos a partir de la llegada a la presidencia de Nicolás Maduro, hace urgente convertirse en mexicana. “Cuento los días que faltan para poderme hacer mexicana, no por mí, sino por los niños, ellos me motivan”.

Cuando llegó a México, Yoelys no buscó empleo como bióloga marina, profesión que estudió, pero para no estar sin hacer nada emprendió un negocio de comida, vende platillos venezolanos, mexicanos, tanto salados como dulces.

“Ha sido un proceso largo de ensayo y error, en ambos tipos de comida, cuando no sé hacer algo pido tips, al principio eran más pérdidas que ganancias, ahora nos hemos hecho de nuestros clientes, ha gustado la manera en que cocino”, comenta.

Sus expectativas a futuro son poner una cafetería, y en caso de mudarse a Querétaro por una propuesta laboral a su esposo, adquirir una casa propia. “Agradezco mucho a México por todo lo que me ha dado en estos dos años que no hice en los ocho anteriores, allá vivía en casa de mis padres y sería imposible comprar una casa, acá hemos tenido todo lo que no pudimos en Venezuela, estamos muy agradecidos”.

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