Conforme la crisis venezolana se profundiza, el riesgo de que aumente la escalada aumenta exponencialmente en Venezuela, en el Hemisferio Occidental e internacionalmente.

A nivel nacional, Nicolás Maduro tratará de desactivar la situación comprando tiempo a través de propuestas para acercarse y dialogar con la oposición, como ha hecho en crisis previas desde 2013, cuando se las arregló para sobrevivir. Simultáneamente, continuará amenazando e intimidando a los líderes de la oposición con arrestarlos, y usará la violencia en contra de los manifestantes cada vez que lo considere necesario.

Sin embargo, conforme pasa el tiempo, el estado de temor del que el régimen ha dependido tanto por años se ha estado disipando, mientras las filas de la oposición han crecido y cruzado las divisiones socioeconómicas, diversificándose. Más aún, el colapso económico se ha acelerado desde la más reciente ronda de protestas masivas contra el régimen, en 2017, que se cobraron más de 100 vidas. Las apuestas son mucho más altas esta vez para el régimen de Maduro.

EL BLOQUE QUE APOYA A MADURO

A nivel internacional, el estancamiento diplomático en Naciones Unidas seguirá prevaleciendo en gran medida acorde a las fisuras geopolíticas y diplomáticas existentes. En el Consejo de Seguridad, por lo general enfrenta a Estados Unidos, Francia y Reino Unido, que representan a Estados que respaldan el Estado de derecho y las normas democráticas, con Rusia y China, que promueven una visión específica de la soberanía nacional concebida como no interferencia en los asuntos domésticos de las naciones, lo que permite principalmente a los líderes actuar con impunidad en casa.

El punto muerto geopolítico seguirá en el futuro próximo a menos que el régimen implosione, que tenga lugar algún tipo de intervención o que en algún momento las realidades económicas obliguen a los acreedores del régimen a concluir que el régimen de Maduro ya no es económicamente viable y que el cambio político es inevitable para garantizar y recabar pagos de deuda a largo plazo.

A pesar de ser el principal acreedor del régimen de Maduro, China apuesta por una política exterior pragmática, calculada, basada principalmente en garantizar sus intereses económicos de largo plazo a nivel global.

PetroChina, una compañía energética estatal china, sacó a PDVSA, la petrolera estatal venezolana, como socia de capital en un proyecto conjunto de refinería en el sur de China.

Su política tradicional es no comentar sobre los asuntos domésticos de otros Estados. Más aún, China tiene intereses regionales en Latinoamérica que van mucho más allá de Venezuela. Es principal socio comercial de muchas de las economías más grandes de la región, incluyendo Brasil y Argentina, actualmente alineados con EU en la presión para la salida de Maduro del poder.

Aunque los intereses económicos y estratégicos de Rusia en Venezuela son limitados en comparación con China, el presidente ruso Vladimir Putin sería muy renuente a cerrarle el grifo a Maduro. Putin tratará de contrarrestar la influencia de Estados Unidos a nivel global cuando y cada vez que sea posible, y Venezuela no es la excepción. Más que nunca, Venezuela está en la línea de frente de un juego de ajedrez geopolítico global más amplio que enfrenta a Estados Unidos y Occidente, con la actual excepción de Turquía, con una camarilla de competidores, incluyendo Rusia, Irán y otros acólitos.

Sin embargo, Rusia y sus amigos deben andarse con cuidado en Venezuela. La realidad geográfica presenta un obstáculo mayor, dado que Venezuela está en América. A diferencia de muchas otras partes del mundo, desde el fin de la Guerra Fría, la abrumadora mayoría de naciones en este continente tiene formas democráticas liberales de gobierno. Las claras excepciones son Cuba y Venezuela, mientras que algunas otras, como Nicaragua, siguen un camino muy cuestionable. Además de desafiar a Estados Unidos en su propio hemisferio, la influencia de Rusia es mucho más limitada en Latinoamérica, más allá de Venezuela, donde un bloque regional de naciones, conocido como Grupo de Lima, permanece unido -casi- y directamente opuesto al régimen de Maduro. Sigue aplicando la presión colectiva. Sus miembros incluyen a grandes jugadores regionales, como Brasil y Colombia, que comparten fronteras con Venezuela. Ellos están soportando el embate del flujo de refugiados, que se ubica actualmente en los tres millones de personas, que es más que el 10% de la población de Venezuela. La capacidad actual del régimen de Maduro de maniobrar en la región se ha vuelto mucho más complicada. Hace mucho tiempo que se fueron los días de gloria de la Revolución Bolivariana de la primera década de este siglo, cuando el boom en los precios del petróleo permitió al ex presidente Hugo Chávez derramar su esplendidez a lo largo de Latinoamérica. Tenía un bloque considerable de aliados ideológicos en su nómina a lo largo de la región.

Como parte de ecuación venezolana, también es importante no subestimar el factor cubano. Cuando Chávez asumió la presidencia en 1998, el petróleo venezolano se convirtió en el salvavidas de la economía cubana. Cuba proveyó a miles de expertos, incluyendo doctores, técnicos y muchos revolucionarios comprometidos que se infiltraron, y siguen dominando, las filas del aparato venezolano militar, de seguridad y de inteligencia. Estos conservadores con intereses establecidos están comprometidos con proteger y preservar el régimen de Maduro y no es probable que se vayan a rendir sin luchar.

PARTE II

¿INTERVENCIÓN EXTRANJERA?

El asunto de una potencial intervención militar extranjera -lo que significa principalmente de Estados Unidos- sigue dominando las noticias. Al paso de los años, Estados Unidos ha tenido planes de contingencia para lidiar con crisis en el mundo, zonas rojas y potenciales zonas calientes, y particularmente con aquellas que están más cerca de ellos. La continua inestabilidad en Venezuela, y el potencial de que dicha inestabilidad se extienda en el hemisferio, han colocado al país en los primeros lugares en la lista de prioridades preocupantes de Estados Unidos en los últimos años. El surgimiento de cualquiera de los peores escenarios en Venezuela incrementaría el potencial e impulsaría los argumentos a favor de una intervención militar.

Sin embargo, cualquier situación humanitaria extrema en Venezuela que se use como argumento para algún tipo de intervención implicaría, probablemente, una acción colectiva con socios regionales, no sólo Estados Unidos, sino otros países, incluyendo Brasil y Colombia, vecinos inmediatos de Venezuela que siguen soportando la carga de los refugiados y de los efectos del colapso económico de Venezuela.

Es improbable que cualquier forma de intervención reciba el apoyo o autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debido a la oposición rusa y china. Sin embargo, la Organización de Estados Americanos podría servir potencialmente como plataforma y dar cierta legitimidad a cualquier acción colectiva, particularmente en caso de una situación humanitaria extrema que ponga en peligro la paz, la seguridad y la estabilidad en América.

EL FACTOR PETROLERO Y LAS SANCIONES DE EU

Pese a sobrevivir a crisis previas, el régimen de Maduro efrenta una nueva forma de presión existencial con las sanciones petroleras estadounidenses que golpean directamente al bolsillo del régimen y su capacidad de aplacar al ejército financieramente. Aunque el alto mando de las Fuerzas Armadas ha expresado su apoyo al régimen, dicho respaldo no es de hierro. Existe un descontento que se está extendiendo en los rangos inferiores de las Fuerzas Armadas. Muchas de sus familias están experimentando las mismas privaciones materiales que el resto de los ciudadanos venezolanos. La polarización y las divisiones se están incrementando. Al final, la sobrevivencia a largo plazo del régimen no se puede garantizar sin el firme apoyo de un ejército unido. Es en esos rangos que se determinará, en gran medida, el futuro del régimen.

Más aún, la mayor parte del petróleo venezolano se exporta y refina en Estados Unidos. Intentar depender solamente de mercados alternativos afuera de Estados Unidos es una lucha cuesta arriba. Hacer negocios será mucho más costoso, oneroso y, en algún momento, no será viable económicamente hablando.

Al paso de los años, el régimen ha saqueado económicamente a la petrolera estatal, PDVSA, usándola como herramienta política. Tampoco ha invertido en mantenimiento o infraestructura que haga que la compañía siga siendo competitiva. PDVSA ha sido la mano alimentando la corrupción endémica del régimen y los malos manejos económicos. Las sanciones de Estados Unidos añaden enorme presión al estado decrépitamente decadente de PDVSA. Nicolás Maduro está cosechando lo que Hugo Chávez sembró. Finalmente, la sobrevivencia de la revolución bolivariana siempre dependió del precio internacional del petróleo. En los últimos años, ha manifestado sus verdaderos colores.

*Analista, director de Global Strategy Project

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