En enero de 2017, Robert F. Kennedy Jr. anunció a los medios que el entonces presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, le había hecho un encargo: dirigir una comisión para evaluar la seguridad de las vacunas.

La noticia cayó como balde de agua fría para los epidemiólogos y expertos, que advirtieron de que ello daría nuevos bríos a los grupos antivacunas.

Sin embargo, las dudas de Trump respecto a la vacunación no son ninguna novedad. En 2012, tuiteó: “Vacunaciones masivas combinadas aplicadas a niños pequeños son la causa de un gran incremento en [casos de] autismo”.

No se quedó ahí. En medio de la campaña por la candidatura republicana a la presidencia, Trump aseguró durante un debate que un hijo de un empleado suyo se volvió autista después de ser vacunado. “El autismo se ha convertido en una epidemia”, dijo, y añadió: “He visto a bellos niños que fueron vacunados... Una semana después tuvieron una tremenda fiebre y ahora son autistas”.

En febrero pasado, Kennedy Jr., sobrino del fallecido presidente John F. Kennedy y conocido escéptico de la vacunación obligatoria, reconoció que no había habido avances en la conformación de la comisión. “La administración ha decidido ir en otra dirección”, comentó. Para los médicos, esto es una buena noticia. Sin embargo, algunos advirtieron que ello podría tener qué ver más con la importancia de las farmacéuticas que con un cambio de postura del mandatario.

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