Palu/Yakarta.— El número de víctimas mortales a consecuencia de los terremotos y el tsunami que azotaron la semana pasada la isla indonesia de Célebes subió a mil 347, según un nuevo reporte publicado ayer por la Agencia Nacional para la Gestión de Desastres del país.

Las autoridades creen que bajo los escombros de cientos de edificios y el lodo hay todavía muchos cadáveres. Además, hay más de 800 heridos y al menos 113 desaparecidos, informó el jefe de la agencia, Willem Rampangilei. Al menos 61 mil personas se vieron obligadas a abandonar su hogar.

En algunas zonas de la ciudad de Palu, la más afectada, el suelo se ha convertido en lodo, un fenómeno conocido como licuefacción. Del suelo se desprende agua y en poco tiempo se convierte en una masa espesa.

“La parte más dura ha sido caminar por el lodo durante una hora y media cargando cadáveres”, dijo la portavoz de la Cruz Roja Indonesia, Aulia Arriani, citando a los equipos de rescate.

En tanto, la situación en la isla se vuelve cada vez más caótica. Entre los supervivientes aumentan la desesperación y la ira debido a la falta de agua, víveres y combustible. Hay personas apostadas en las calles con letreros que dicen “Necesitamos comida” y “Necesitamos apoyo”.

El ministro de Seguridad, Wiranto, aseguró que ya se está enviando ayuda alimentaria por mar, aire y tierra. El portavoz de la Agencia Nacional para la Gestión de Desastres, Sutopo Purwo Nugroho, admitió que muchas de las personas desplazadas no han recibido ayuda adecuada y que faltan víveres, combustible, agua limpia y ropa.

Ante esta situación los saqueos continúan en Palu. Según la emisora británica BBC, las fuerzas de seguridad efectuaron disparos de advertencia para detener la rapiña. La policía detuvo a 45 personas que intentaban robar, entre otros, televisores de pantalla plana, zapatos, ropa y un cajero automático, según informó el portavoz de la policía local, Dedi Prasetyo. Los arrestados se enfrentan a penas de prisión de hasta siete años.

Decenas de personas también hacen largas filas en las gasolineras en busca de un poco de combustible para sus generadores eléctricos, ya que la red eléctrica se encuentra colapsada.

Las ONG locales e internacionales que trabajan sobre el terreno ayudan a sacar los cuerpos de entre las ruinas, distribuyen comida y agua o abastecen los refugios con tiendas de campaña y esterillas.

Según datos del centro de coordinación del Ministerio de Sanidad en Palu, mas de 160 médicos locales trabajan en 20 equipos a lo largo de la zona afectada, aunque aun faltan medicinas y especialistas médicos.

La gestión de los cadáveres también supone una emergencia sanitaria, por lo que más de 500 cuerpos han sido enterrados en una fosa común en un cementerio de la capital provincial, y 15 camiones y mil bolsas mortuorias están preparadas para continuar la tarea, informaron autoridades.

Los equipos de búsqueda y rescate se centran ahora en acceder a los zonas bloqueadas por la destrucción del terremoto y las avalanchas que le siguieron que han afectado varias localizaciones al sur de Palu, la ciudad más dañada junto al municipio de Dongala, como Petobo, y el municipio Sigi Biromaru.

“Hay algunos sitios a los que no podemos llegar, pero no muchos. En Dongala, por ejemplo, hay algunos distritos donde tenemos que enviar suministros en helicóptero”, explicó el coronel Muhammad Thohir, del ejército indonesio.

La buena noticia de la jornada fue que a más de 72 horas de los terremotos y el tsunami los equipos de rescate encontraron a un hombre con vida entre los escombros de un edificio de oficinas en Palu.

En un video difundido por las autoridades se escucha como un rescatista le dice: “Respire despacio” y luego le pregunta si puede caminar.

“Sí, pero tengo mucha sed”, contestó el hombre este antes de ser trasladado en ambulancia.

Mientras tanto los sobrevivientes son atendidos en hospitales y luego enviados a centros para desplazados. Una de ellos es Nurianti Turungku, quien se encontraba con amigos en la playa de Talise durante un festival cultural cuando se produjo el terremoto de 7.5 grados, y luego llegaron las olas.

“Me golpearon las olas del tsunami, la primera no fue fuerte, pero la segunda fue muy fuerte, y de entre tres y cinco metros, y entonces me arrastró tierra dentro y quedé atascada entre cuatro coches y una columna”, relató la joven que trabaja para la Cruz Roja en Palu. Agregó que perdió el conocimiento y despertó en un hospital con golpes en todo el cuerpo y un dedo del pie roto. “Es un milagro que esté viva”, dijo.

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