No fue la pobreza ni la falta de trabajo lo que llevó a la familia de Estefanía a migrar a Texas en 2006 , fue el cáncer avanzado que sufría su mamá.

“Cuando supimos que mi mamá tenía cáncer, en 2005, mi papá la llevó a distintos centros de especialidad en Durango —de donde son originarios— y en Monterrey, donde vivimos muchos años”, comenta Estefanía, “pero ninguno de los tratamientos de quimioterapia y radioterapia que le daban estaba funcionando y el cáncer estaba ya muy avanzado.

“Mi papá estaba desesperado y como una última alternativa cruzaron a Estados Unidos para ir a Houston [Texas] y que la vieran los especialistas”, recuerda.

Sus papás, Guillermo y Malena, quienes son abogados de profesión, tramitaron visa de turista, viajaron a Estados Unidos y se establecieron en El Paso, Texas.

“En México, los médicos le daban poco tiempo de vida a mi mamá, por eso mis papás se fueron rápido y sin nosotras; nos habían dicho que sólo viviría seis meses más, estábamos muy tristes”.

Estefanía, hoy de 26 años, tiene dos hermanas, una mayor por un año, Sherida, y otra menor por nueve, Norma; las tres se quedaron al principio con su abuelita en Durango, hasta que pudieron tramitar también su visa y cruzar a EU. “Estuvimos medio año sin ver a mi mamá porque estaba en sus nuevos tratamientos; aunque mi papá venía cada dos meses a vernos. Pero en junio de 2006 ya nos fuimos a El Paso”, recuerda con cierta nostalgia. En ese tiempo ella tenía sólo 12 años. “El primer lugar donde vivimos era una casa rodante, de esas que les llaman ‘motor home’; apenas si cabíamos (…) Mi mamá, contrario a todo pronóstico en México, fue sanando hasta recuperarse y ser dada de alta”, relata Estefanía con enorme alegría.

“Mis papás, aunque profesionistas, tuvieron que comenzar de cero; lavaplatos mi papá y fue escalando en un restaurante y mi mamá hizo de todo una vez que se curó, hasta que pudo revalidar sus estudios como abogada y también comenzó a ejercer en el Consulado de México en El Paso”, refiere Estefanía, quien orgullosa asegura que todos están muy agradecidos con la vida. “Mi mamá tiene 10 años de remisión sin cáncer y mi papá es propietario de sus propio restaurante de comida mexicana y sí, ambos son indocumentados”, confiesa sin temor.

“No vamos a tener miedo y, mientras más amenazas exprese [Donald] Trump, más ganas y más valor vamos a sacar para salir y seguir adelante”, asegura con firmeza esta joven que es beneficiaria del programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia). Sabe que se quedará sin protección legal, igual que su hermana menor, una vez que expiren sus permisos, a menos que el Congreso estadounidense haga algo para volver a protegerlos de una eventual deportación.

“El riesgo y el peligro de ser detenidos y deportados está presente todos los días y en cualquier lugar. Yo hablo con mi hermana y otros DACA [y decimos] que no podemos levantarnos cada mañana y vivir con miedo; tenemos que seguir siendo valientes y creer en nosotros y en la fuerza que representamos y la generación de cambio que somos”, dice ya con una posición de liderazgo.

“Estoy segura de que muchas de las personas que han sido deportadas injustamente un día van a regresar con sus familias porque un día va a gobernar este país —Estados Unidos— alguien con la sensibilidad humana que hace falta para reconocer nuestro valor, nuestro trabajo y nuestras aportaciones”, asegura.

Estefanía dice estar dispuesta a seguir alzando la voz y a luchar con los miles de dreamers (soñadores) de todo el país. “Tienen que entender que nacimos en otro país pero somos también estadounidenses y este país ha invertido mucho en nosotros; es estúpido que nos quieran sacar”, señala molesta. Ella cursó el equivalente a la secundaria y la preparatoria de manera gratuita en EU. Hace un par de años se recibió con una licenciatura en Ciencias de la Comunicación, ha cursado varias especialidades y ha trabajado en medios, tanto en Texas como en Miami, Florida, donde actualmente radica.

Considera que “va en contra del espíritu de Estados Unidos haber invertido en nosotros y que ahora nos quieran sacar para llevar la inversión de nuestro conocimiento y preparación a otros países”. ¿No es eso absurdo?”, cuestiona la joven.

“Por si fuera poco, somos bilingües, biculturales y tenemos mucho más que ofrecer que quienes no tienen otras raíces; somos más rentables y adaptables que la mayoría, están ciegos”, afirma.

“Hoy nuestros padres son parte de la fortaleza económica de este país —Estados Unidos— y nosotros, los jóvenes, somos la parte más importante del presente y el futuro de esta nación”, describe.

“Estefanía Álvares es mi nombre. He sido mesera, cocinera, asistente de producción, presentadora de televisión y radio, modelo y háganle como quieran”, dice retadora; “soy DACA y soy mexicana y soy estadounidense y soy profesionista. Mis padres son exitosos y pagan sus impuestos y jamás hemos tenido problemas con la ley.

“Hay muchas formas de ver las cosas. Yo elegí verlas de frente y vencer el miedo, igual que los cientos de miles de dreamers que todos los días están luchando por ser respetados y quedarse con sus padres en este país que nos vio crecer”, asegura.

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