Ciudad de Guatemala.— Cinco días después de la erupción del Volcán de Fuego en Guatemala, que ha dejado 109 muertos y unos 200 desaparecidos, el coloso siguió activo ayer con la generación de lahares y flujos piroclásticos que obligaron a las autoridades a ordenar la retirada de socorristas y evacuar a más pobladores.

El Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insuvumeh) reportó actividad constante en el área. Explicó que un nuevo lahar descendió por las barrancas Santa Teresa, Mineral, Taniluyá y Ceniza, afluentes del río Pantaleón y Achiguate.

El lahar transporta material fino similar al cemento, rocas de dos y tres metros de diámetro y troncos de árboles que afectan, principalmente, a las comunidades ubicadas en las orillas de las barrancas, por lo que se procedió a una nueva evacuación, dijo el organismo, aunque no precisó de cuántas personas se trata.

“Hay que buscar, hay que buscarlos, por favor”, gritaba casi ahogada en llanto Norma Ascón, de 34 años, quien junto a su hermano José (30), quieren encontrar a sus 30 familiares desaparecidos.

Además, se originaron nuevos pulsos de flujos piroclásticos por las barrancas Las Lajas y el Jute, que generaron columnas de ceniza de hasta 6 mil metros de altura. Con las labores de rescate suspendidas por segundo día consecutivo, recuperar los cuerpos de sus seres queridos se ha convertido en la última esperanza de muchos afectados.

Los cadáveres envueltos en bolsas plásticas blancas y mantenidos con ventiladores y hielo seco se acumulaban en una bodega de Escuintla, reconvertida en improvisada morgue mientras los expertos continuaban con el delicado trabajo de poner nombre a quienes el Volcán de Fuego dejó carbonizados y prácticamente irreconocibles. Unos 15 forenses trabajaban a destajo en las tareas de identificación de los cuerpos.

Según la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), los evacuados fueron pobladores que habían retornado a la aldea El Rodeo en busca de pertenencias, socorristas y periodistas que estaban cerca de la zona.

Los vecinos dijeron que desde que se formó San Miguel Los Lotes en la década de 1950 como un asentamiento de recolectores de café,los ríos de piedras y ceniza nunca habían llegado aquí. Nadie, ni siquiera la agencia de gestión de desastres, sabía lo que iba a ocurrir, afirmó Efraín Suárez, de 59 años, camionero residente en El Rodeo y quien tenía familiares en Los Lotes.

Los habitantes dijeron que los torrentes de ceniza suelen descender por un barranco más profundo llamado Las Lajas, al norte, pero en las décadas pasadas desde la última gran erupción del Volcán de Fuego, el gobierno construyó un puente que cruza el cañón de Las Lajas.

Suárez cree que esa obra podría haber tenido consecuencias letales. El flujo que descendía se vio bloqueado por el puente y los materiales volcánicos sólidos se acumularon tras la estructura, haciendo que el lahar se desbordara al estrecho valle, donde se encuentra Los Lotes. Miembros de la agencia de gestión de desastres no respondieron a reiteradas peticiones de comentarios.

Enrique Godoy, responsable de Propuesta Urbana, una organización sin fines de lucro especializada en cuestiones de desarrollo, señaló que Guatemala tiene instituciones débiles, una gran cantidad de viviendas construidas de manera informal por personas pobres allá donde pueden y falta de regulaciones sobre demarcación y calificación de terrenos.

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