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Este 6 de enero, millones de niños esperan la visita de los Reyes Magos , que marca el final de la temporada navideña y que representa uno de los episodios más importantes en torno al nacimiento de Jesús.
Este pasaje, lleno de simbología y que ha servido como una de las primeras muestras de divinidad encarnadas en Jesús tras su nacimiento, con el tiempo se ha convertido en toda una festividad alrededor de la cual se tejen todo tipo de tradiciones en diferentes latitudes del mundo.
Pero a la figura de estos tres personajes le precede un halo de misterio y todo tipo de leyendas, suposiciones, tergiversaciones, exageraciones e imaginarios, construidos a lo largo de los siglos en los que el cristianismo se ha dado forma.
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“La de los Reyes Magos es una de las historias más fascinantes que hay en el mundo cristiano. Y no es por lo que la Biblia nos cuenta de ellos, que en realidad es muy poco, sino por todo lo que la Iglesia y los creyentes han concebido respecto a su figura”, explica Luis Esteban Castro, doctor en teología y especialista en historia del cristianismo.
Para el experto, “su presencia en el evangelio de Mateo, el único que los menciona, es meramente para enfatizar y dar explicación a dos aspectos: la divinidad de Jesús, expresa aún antes de su nacimiento, y la masacre de los inocentes, que en el relato bíblico está asociado con los Reyes. Pero su paso por las escrituras corto y vago, y la mayor parte de lo que se sabe (en realidad, se cree saber) de ellos es resultado de siglos de tradiciones y posturas oficiales de la Iglesia, no corroborables con la Biblia, pero importantes en la cosmovisión cristiana, tal como sucede con la Virgen María”.
“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”. Así inicia Mateo capítulo 2, el único pasaje en el que se menciona la existencia de los Reyes Magos.
Y llama la atención que no se les menciona como reyes, no se dice que fueron tres ni que llegaron al pesebre y mucho menos sus nombres.
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Lo que sí ocurre es que se les menciona como magos. Aunque esta palabra, en su versión original en griego, idioma en que se escribió el nuevo testamento, no habla específicamente de alguien que utilice la magia. “La Septuaginta, la biblia griega, usa el término ‘magós’, que no solo hace referencia a un practicante de la magia, sino a un sabio . Y esto encaja perfectamente con la descripción de lo que ellos hicieron: seguir una estrella desde Oriente. Es decir, la principal teoría es que serían astrónomos o astrólogos que vieron señales en el cielo”, explica Castro.
Pero existe otra posible explicación. De acuerdo con los comentarios del escritor José Luis Sicre, otra teoría radica en el momento en que se escribió el evangelio de Mateo, entre los años 70 y 110 d.C. En esta época, el cristianismo se expandía más entre gentes de otras naciones que entre los mismos judíos.
Así las cosas, la inclusión de unos magos o sabios de Oriente era una forma de explicar primero que el mensaje de Jesús era para todas las nacionalidades y también a modo de llamado de atención a los propios judíos por su incredulidad.
Ahora bien: ¿De dónde surgió que eran reyes? Según le cuenta a El Tiempo el historiador mexicano de la Iglesia Alfredo Salgado, “entre los siglos III y IV empezamos a ver las primeras menciones a ellos como reyes, y todo fue en medio de una lucha contra el paganismo. No estaba bien visto nombrarlos como magos, por lo que, dado el lujo que representaban sus regalos, se les empieza a llamar ‘ reyes de Oriente ’ o ‘santos reyes’”.
Según explica Salgado, fue alrededor de estas fechas cuando también se empezó a decir que eran solo tres, uno por cada uno de sus regalos. Pero esto no siempre fue así. De hecho, aún persisten tradiciones de las iglesias ortodoxas sirias y armenias que consideran que se trató de 12 magos .
Pese a ello, en la iconografía de la época persistió su personificación en tres figuras, todas ellas, hasta el momento, bastante similares, y en el siglo V el papa León I estableció oficialmente en este su número.
Pero fue en el siglo VI cuando apareció un fresco en la Iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena, Italia, en el que los tres Reyes Magos fueron nombrados por primera vez: Gaspar, Melchor y Baltazar .
Según explica el papa Benedicto XVI, recuerda Salgado, con el paso del tiempo se empezó a dotar de características distintas a cada rey. Al principio eran sus ropas, que eran propias de una época diferente.
Pero en el siglo XV se les dio su imagen característica, que se define por sus rasgos físicos propios de los entonces ‘mundos’ o ‘razas’ conocidas: europeos, asiáticos y africanos. Es entonces cuando aparece por primera vez un rey mago negro.
“Y acá hay algo muy curioso. De todos los nombres, tal vez el que se nos hace más raro es Melchor. Baltasar y Gaspar suenan más a europeo o de Medio Oriente, y por eso en Colombia muchos asociamos a Melchor con el rey negro. Pero no es así, realmente el rey negro es Baltasar”, dice el experto.
Al provenir de diferentes regiones, explica Benedicto en su libro ‘La infancia de Jesús’, hubo artistas que dejaron de representar a los reyes solo con camellos para utilizar un caballo (Melchor, el europeo), un camello (Gaspar, el asiático) y un elefante (Baltasar, el africano).
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Incienso, mirra y oro
Los presentes llevados por los magos al niño Jesús sí son mencionados por la Biblia. Se trata de incienso, mirra y oro, tres sustancias sumamente costosas para la época y con las que se cree que José y María pudieron sostenerse económicamente en su exilio en Egipto, donde huyeron para evitar la muerte de su hijo a manos de los soldados de Herodes.
Pero no es casualidad que hayan sido estos los regalos. Si la cuestión era económica, bien pudieron obsequiarle a la Divina Familia dinero nada más. En cambio, cada uno de ellos representa un aspecto de la vida e imagen de Jesús.
El más fácil de identificar es el oro. Este metal precioso en numerosas culturas ha sido sinónimo de riqueza y, por lo tanto, de realeza . Representa el carácter real del niño. No en vano al mesías se le denominaba también el ‘Rey de los judíos’.
Por su parte, el incienso es una sustancia muy aromática que era (y es) utilizada en ceremonias religiosas y es símbolo de espiritualidad . “Su presencia entre los regalos denota la naturaleza divina de Jesús. Cabe aclarar que los judíos en esa época utilizaban el incienso a manera de ofrenda de alto nivel a Dios. Dar esto al niño implicaba que era digno de recibir la misma honra que Dios”, dice Castro.
Y por último, la sustancia menos conocida de todas: la mirra. Es una resina gomosa, propia de la región arábiga, con un fuerte olor, por lo que su valor radicaba en su uso en la elaboración de perfumes.
Pero también era utilizada comúnmente para embalsamar muertos . Y es precisamente esta propiedad la que los intérpretes de la Biblia usan para explicar su inclusión en el evangelio. Se trata de un presagio de la pasión que Jesús atravesaría, un regalo que anunciaba la importancia de la muerte en su misión en la Tierra.
“Todo esto tiene un trasfondo adicional, y es que el evangelio de Mateo tiende a tratar de contrastar cada evento con alguna profecía sobre el mesías en el Antiguo Testamento. Muchas de ellas hablan de reyes que se postran ante él y que le dan obsequios”, comenta el teólogo.
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¿Un cuarto rey?
Como ya se dijo antes, no se sabe el número real de magos que visitaron al Niño Jesús. Sin embargo, como la tradición dice que fueron tres, han surgido varias leyendas acerca de un cuarto Rey Mago que no pudo presentarse ante el mesías.
La más famosa de las historias, no obstante, no se trata de una leyenda sino de un cuento navideño del año 1896, escrito por el teólogo presbiteriano estadounidense Henry van Dyke, el cual muchos han empezado a tomar como ciertos o parte de la tradición cristiana, pese a tratarse de un relato de ficción.
Dicho cuento narra la historia de Artabán , otro supuesto rey mago que, supuestamente, nunca logró encontrarse con Gaspar, Melchor y Baltasar.
Sus ofrendas eran tres: un diamante, un rubí y un jaspe, tres piedras preciosas . En lugar de entregarlas a Jesús, las fue entregando una a una a personas necesitadas que encontró en su camino. Al final, y tras pasar 30 años en prisión, Artabán finalmente ve a Jesús en el momento de su pasión y crucifixión.
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