Bruselas. Los macedonios acuden este domingo a las urnas para afrontar la cita más importante en el Viejo Continente desde el referéndum sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea (Brexit).

Los habitantes de esta pequeña nación sin costas deberán decidir qué nombre quieren para su país: si conservan el de Antigua República Yugoslava de Macedonia, tal y como se dieron de alta provisionalmente en Naciones Unidas (ONU) en 1993, o si o adoptan el de República de Macedonia del Norte, conforme al arreglo alcanzado en junio pasado con Grecia.

La pelea en las casillas va mucho más allá de la definición de un nombre. Está en juego el futuro del país, la reconciliación con su vecino del sur y la estabilidad de la frágil región de los Balcanes.

El triunfo del “sí” al cambio de nombre desactivaría el bloqueo que mantiene Grecia para que Skopje ingrese en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y aspire a formar parte de la familia comunitaria.

En julio pasado, la OTAN invitó formalmente a “Makedonija” para convertirse en el socio 30 de la alianza. Desde diciembre de 2005 goza del título de candidato a la Unión Europea (UE), pero las conversaciones no han avanzado por el veto griego.

Desde que el electorado de Macedonia votó a favor de la independencia el 8 de septiembre de 1991, Grecia, que es miembro de la UE y la OTAN, se ha negado a reconocer ese nombre argumentando que implica aspiraciones de expansión territorial.

Para Atenas, Macedonia forma parte de la antigua región histórica de su mismo nombre que incluyó territorios del norte de Grecia y del sur de Bulgaria.

Tras casi tres décadas de rivalidad, ambos finalmente superaron sus diferencias con un principio de acuerdo que pone fin a la tensión regional desencadenada por el colapso de la antigua Yugoslavia, y despeja el camino hacia la alianza atlántica y el bloque comunitario.

Para que el quede sellado el pacto suscrito por el premier griego Alexis Tsipras y su homólogo Zoran Zaev, requiere ser avalado en la consulta.

Una encuesta realizada por el International Republican Institute (IRI) anticipa la victoria de la bancada del “sí”. Sostiene que 57% está a favor de la propuesta de que “Macedonia ingrese a la UE y la OTAN bajo el nuevo nombre de República de Macedonia del Norte”.

La mayor preocupación radica en el índice de participación. Para que el referéndum sea válido requiere de un quórum de 50%, un gran desafío para una nación de sólo 2.1 millones de habitantes, que ha padecido grandes flujos migratorios desde 1999 y que no actualiza su censo desde 2002.

Además padece el desencanto de los albaneses, alrededor del 25% de la población. Este grupo étnico en su mayoría no se identifican con Macedonia y sueña con el proyecto de la “Gran Albania” (Albania, Kosovo y el norte de Macedonia).

En total, se han registrado un millón 806 mil 336 votantes, de acuerdo con el International Institute for Middle-East and Balkan Studies (IFIMES). El organismo, con sede en Liubliana, Eslovenia, describe la convocatoria como una elección entre el aislamiento y un futuro euroatlántico.

La campaña encabezada por primer ministro Zoran Zaev ha centrado sus baterías en resaltar los potenciales beneficios comerciales. Afirma que tan sólo el comercio con Grecia se duplicaría.

Además, Zaev ha contado con el peso de la diplomacia trasatlántica. La Alta Representante de la Política Exterior de la UE, Federica Mogherini; el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, los cancilleres de Alemania y Austria, Angela Merkel y Sebastian Kurz, respectivamente, así como varios ministros de Exteriores europeos, han visitado recientemente la península balcánica.

Igualmente hizo escala Jim Mattis, secretario de Defensa estadounidense, quien alertó sobre la probable intervención de Moscú para alterar el resultado de la votación.

A lo largo del proceso, Grecia expulsó del país a dos diplomáticos rusos y negó la entrada a otros dos ciudadanos al tener “evidencias irrefutables” de que Rusia estaba tratando de entrometerse en el acuerdo negociado con Macedonia.

La expansión de la OTAN incomoda al Kremlin; saben que tras el ingreso de Macedonia sólo tendrán a Serbia como socio geoestratégico en los Balcanes.

El embajador ruso en Macedonia, Oleg Shcherbak, advierte que de adherirse a lo que describe como un bloque político-militar responsable de las guerras en Yugoslavia, Libia, Siria y Yemen, el país será considerado un “blanco legítimo” en caso de conflicto con la OTAN.

La oposición al referéndum llama al boicot. Janko Bachev, líder de Macedonia Unida, una agrupación prorrusa asociada al partido del presidente ruso Vladimir Putin, denuncia que la pregunta es manipuladora, descarta que el ingreso a la UE los saque de la pobreza -pone como ejemplo a Bulgaria y Rumania- y asegura que las encuestas que ponen por delante al “sí” fueron financiadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Si bien el referéndum tiene carácter consultivo, el resultado será fundamental para definir las fuerzas de poder al interior del Congreso, en donde se requiere el apoyo de dos tercios para hacer los cambios correspondientes.

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