Washington

“La vida en los sesenta era apasionante”. William Rorabaugh, profesor de historia de la Universidad de Wa- shington, en Seattle, no fue hippie, peor uno de sus mejores amigos lo fue durante 13 años.

Desde hace décadas su interés por ese movimiento le fascinó hasta el punto de convertirse en experto en la materia. No sólo da clases de contracultura de la década de los 60, sino que además es el autor de American Hippies, un repaso a la importancia del movimiento en el moldeo de la sociedad estadounidense.

“Estaban pasando tantas cosas que era difícil hacerse con todo. La vida era desconcertante y apasionante a la vez”, sentencia el experto, a preguntas de EL UNIVERSAL.

En esa época hubo para todos los gustos, empezando por el “entusiasmo” de la elección de John F. Kennedy como presidente. Después llegaría el surgimiento del movimiento de derechos civiles, con el protagonismo de Martin Lu- ther King y su Marcha en Washing- ton, el movimiento antiguerra del Vietnam, o los primeros indicios de movimiento contracultural.

La lista que cita el experto es larga. “Y no he mencionado todavía el feminismo o a César Chávez”, exclama tras su resumen de hechos históricos. Fueron épocas en las que, si bien la contracultura no tuvo un “impacto político significativo”, se transformó al país.

En 1968, hace justo 50 años, Estados Unidos estaba en algo como un “colapso nervioso nacional”, con “mucha ansiedad” por una guerra en Vietnam que se veía “fútil”, revueltas en Chicago y la victoria de Richard Nixon en noviembre, que agrupó la “mayoría silenciosa” gracias a la promesa de llevar al país “ley y orden”. Ante la desazón política de una década que había empezado llena de energía y modernidad y acababa en los brazos del conservadurismo de Nixon, los hippies se dieron cuenta de que la revolución no sería posible a nivel político. “Si no podías cambiar el mundo político, entonces, ¿por qué no simplemente cambiar la forma de vida, que es algo que sí se podía hacer?”, resume el analista.

Ese ambiente permitió que los cambios contraculturales fueran “ampliamente absorbidos por la sociedad convencional, hasta llevarla a una nueva dimensión más abierta y tolerante, con normas sexuales más laxas”.

En su libro, el experto resume en tres características el hippismo: autenticidad, individualismo y comunidad. Ante el conformismo y las normativas, la contracultura se revelaba. Cambió la percepción de las drogas, el sexo y la música. Pero influyó en mucho más.

Entre los aspectos que podrían formar parte de su legado están la convivencia doméstica (sin necesidad de matrimonio) o el consumo de comida orgánica y alimentación de proximidad. Pero también el uso de paneles solares, que fueron usados por primera vez por hippies de California que vivieron fuera de la red eléctrica, e incluso la invención de la computadora.

“Steve Jobs, de Apple, era un hippie”, recuerda Rorabaugh. Para el experto, el nacimiento del ordenador personal de la empresa de la manzana es fruto en parte de la creencia hippie de la libertad personal y el odio a las grandes corporaciones, en ese caso IBM, que controlaba el sector tecnológico de aquella época.

Ante la posibilidad de que aparezca de nuevo un movimiento contracultural como el de hace medio siglo, el profesor responde que cada cierto tiempo aparece algún movimiento parecido, normalmente cuando la “cultura tradicional parece desfasada” para los jóvenes.

Sin embargo, y en parte por la desaparición o diezmo del radicalismo político, ya no es época que hace que coincida el cambio cultural con revoluciones políticas, como si se opacaran las unas con las otras.

“Una estabilidad cultural es necesaria para que se produzca un cambio político, y una estabilidad política es necesaria para producir un cambio cultural”, opina el experto.

Google News

Más Información

Noticias según tus intereses