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Imposible para el papa Francisco evitar, en Medellín, capital del noroccidental departamento de Antioquia, un tenebroso pasado de Colombia: drogas, mafias, violencia… muerte.
“Medellín me evoca ese recuerdo”, dijo en una cita al aire libre en esa ciudad, al alertar que “los jóvenes son naturalmente inquietos. Inquietud tantas veces engañada, destruida por los sicarios de la droga”. Y fue en Medellín donde mencionó la palabra “droga”, germen de dolor en Colombia.
El Pontífice visitó ayer la ciudad que en los últimos 25 años del siglo XX fue base del temible Cártel de Medellín, que controló el tráfico de cocaína a Estados Unidos y con su jefe —Pablo Escobar Gaviria, muerto por la policía colombiana en 1993— proyectó muerte y corrupción en América.
Medellín, narró, “me evoca tantas vidas jóvenes truncadas, descartadas, destruidas. Los invito a recordar, a acompañar este luctuoso cortejo. A pedir perdón para quienes destruyeron las ilusiones de tantos jóvenes, pedirle al señor que convierta su corazón, a pedir que acabe esta derrota de la humanidad joven”.