El 27 de enero de 1945 el Ejército Rojo llegó al campo de Auschwitz. Había sido abandonado 10 días antes por los alemanes. Los soldados soviéticos encontraron sólo a 7 mil supervivientes junto a montones de cadáveres, toneladas de cabello humano y cientos de miles de prendas abandonadas.

La exposición itinerante “Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos”, estrenada hoy viernes en España y que en los próximos años recorrerá siete ciudades europeas y seis americanas por concretar, intenta hacer llegar al visitante parte del espanto que sintieron esos soldados al encontrarse frente a la matanza mejor organizada de la historia y conocer, por medio del relato de los supervivientes, el funcionamiento de los trenes de deportados, las cámaras de gas y los experimentos del doctor Mengele.

Lo hace mediante la exhibición de 600 objetos originales del campo nazi, pertenecientes a los fondos del Museo de Auschwitz-Birkenau (Patrimonio de la Humanidad desde 1979) y de 20 coleccionistas.

La muestra presenta desde elementos icónicos del nazismo a objetos cotidianos convertidos en instantáneas del horror. En esta segunda categoría caben un zapato rojo de mujer rescatado de las montañas de calzado de las víctimas, maletas abandonadas, cartas de despedida o ropa perteneciente a cualquiera de los 200 mil niños que murieron en el campo.

Entre los objetos que sintetizan la experiencia de la Segunda Guerra Mundial pueden encontrarse uniformes de presos, un vagón usado en el transporte de deportados, literas, látigos de los kapos o mapas del campo de concentración anotados por soldados del Ejército Rojo. Incluso se han transportado hasta la sala de exposiciones un barracón de presos y un sector de las alambradas electrificadas que cercaban el campo.

La muestra ubica Auschwitz en el tiempo y en el mapa. El recorrido comienza por la fundación en 1270 de la ciudad de Óswiecin (nombra polaco de Auschwitz) para explicar cómo esta pequeña población rural con una fábrica de vodka llegó a convertirse en un gigantesco campo de concentración en el que fueron exterminadas un millón 100 mil personas entre judíos, gitanos, homosexuales y ciudadanos polacos varios.

Cronológicamente, el visitante recorre el camino que llevó al horror del Holocausto desde el Tratado de Versalles a la eclosión nazi, pasando por el auge del antisemitismo. Y se rescata para el gran público a personajes como el doctor Feng Shan Ho, cónsul de China en Viena que envió a miles de judíos a Shanghai para salvarlos de la muerte.

La exhibición tiene, además de un evidente valor documental, un propósito didáctico. Una superviviente del campo, Charlotte Delpo, recuerda Auschwitz como “ese puntito del mapa, esa mancha negra en el corazón de Europa”.

El director del Museo de Auschwitz-Birkenau, Piotr M.A. Cywinski, destacó con motivo de la inauguración de la muestra en el Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid que “la historia de Auschwitz lamentablemente está asumiendo un nuevo y significativo papel como advertencia para el futuro. La paz no es definitiva”.

A esa inauguración acudieron representantes en España de las comunidades judía, gitana, homosexual y Testigos de Jehová. La muestra hace hincapié en el peso de la indiferencia en cualquier proceso de terror, reuniendo declaraciones que retratan la velocidad a la que una sociedad puede volverse insensible a la crueldad. “Para mí, Auschwitz no era más que una estación ferroviaria”, declaró en su juicio el miembro de la Gestapo Franz Novaz. Mientras, Rudolf Höss, comandante de Auschwitz, rememoraba la vida plácida que desarrolló junto a su familia en el pueblo junto al que se ocupaba de aplicar la Solución Final: “Mi mujer tenía un verdadero paraíso de flores”.

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