Dios “no es ni hombre ni mujer”, reza el catecismo católico. Y la Iglesia luterana de Suecia quiere convertir esa afirmación teológica en su bandera para el siglo XXI.

Los países escandinavos funcionan desde hace décadas como motor de los debates sobre la igualdad en el mundo. Tras la incorporación de la mujer a la vida pública, el respeto a la diversidad sexual y la acogida de refugiados, el nuevo campo de inclusión está en la religión.

La Iglesia luterana de Suecia (la primera del país, y a la que pertenece 62% de suecos) es dirigida desde 2013 por una mujer, la arzobispa Antje Jackelen, y en la última actualización de su manual de liturgias ha impulsado que se limiten las menciones a Dios en género masculino, a cambio de fomentar las expresiones neutras.

La reforma fue aprobada hace dos semanas por el Sínodo General, que ha insistido en que no prohibirá a ministros ni fieles dirigirse a Dios en masculino, sino que quiere potenciar una espiritualidad más integradora mediante el uso de formas neutras, equivalentes a “divinidad”, la sustitución del pronombre “Él” por “Dios”, o más alusiones a la Trinidad. Sin embargo, “todos los que prefieran llamar ‘Señor’ a Dios podrán seguir haciéndolo tranquilos”, aclaró al diario The Local la presidenta del comité del Servicio Divino, Sofia Pedersen Videke, para atajar las noticias falsas.

La arzobispa Jackelen explicó que su objetivo es fomentar una concepción de la divinidad menos atada a símbolos del pasado y a ritos concebidos en épocas muy distintas a la actual. “Teológicamente sabemos que Dios está fuera de nuestras ideas de género porque no es un ser humano”, dijo: “Así le enseñamos al mundo que somos una Iglesia que abraza la diversidad”.

La posición vanguardista de la Iglesia sueca con los temas de inclusión sexual tiene una larga trayectoria. En 1960 autorizó el ordenamiento de mujeres, y hoy la mitad de sus ministros lo son. En 2009, el mismo año en que se aprobaron los matrimonios religiosos gays, Eva Brunne fue ordenada obispa de Estocolmo, la primera mujer abiertamente lesbiana que alcanzaba el puesto en todo el mundo.

Quienes se oponen al nuevo planteamiento, como el profesor de teología de la Universidad de Lund Christer Pahlmblad en el diario danés Kristeligt Dagblad, afirman que estos cambios “socavan la doctrina de la Trinidad y dificultan la comunidad con las otras Iglesias cristianas al no respetar el legado de la teología común”.

Por contra, los defensores de la iniciativa responden que la idea de que Dios no tiene género no es exclusiva del luteranismo, sino compartida la mayoría de las Iglesias cristianas, que así lo han subrayado en sucesivas revisiones teológicas, aunque nunca hayan modificado la liturgia.

Por ejemplo, la Iglesia católica afirma en su catecismo que Dios “no es ni hombre ni mujer. Dios es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos”.

Otra de las claves del cambio es que el debate sobre el llamado “lenguaje inclusivo” o “no sexista” en los países nórdicos está más normalizado que en los latinos. En noviembre el primer ministro de Francia, Edouard Philippe, prohibió las fórmulas inclusivas (como “niño/a”) en los textos oficiales “por razones de inteligibilidad y de claridad “, siguiendo un dictamen de la Academia de la Lengua Francesa y en la misma línea de lo defendido por la Real Academia Española.

Una de las razones del diferente planteamiento es que el idioma sueco tiene, además del masculino y el femenino, un tercer género, el neutro, que la Academia Sueca recomienda para cada vez más usos. Aprovechándolo, una de las novedades introducida por la reforma luterana es que al “Espíritu Santo” se le asignará el género neutro en lugar del masculino.

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