No fue el comienzo de una vecindad amable, pero tampoco el reinicio de la Guerra Fría . No fue una temporada de floreciente prosperidad, pero tampoco la reinauguración de la temida crisis de los años 90.

Los cubanos despedirán un 2017 desilusionados por el enfriamiento de las relaciones con Estados Unidos tras la elección de Donald Trump y con una economía que no termina de despegar pese a algunos pocos indicadores en alza.

Varios ciudadanos con los que habló The Associated Press al azar expresaron en general poca satisfacción con el año que se va porque sus bolsillos estuvieron flacos, hubo escasez de productos de primera necesidad y se frustraron sus deseos de viajar para ver a sus familiares en Estados Unidos debido a las restricciones impuestas por el gobierno de ese país luego de que a mediados de año denunció que diplomáticos suyos habían sufrido ataques de salud en la isla.

“Fue un año más o menos, uno tenía otras expectativas, uno pensaba que iba a ser un poquito mejor”, dijo a AP Pablo Contreras, un constructor de 56 años que trabaja en una empresa estatal de reparaciones. El hombre lamentó que los permisos para nuevas cooperativas en su sector estuvieran congelados y que su sueldo, aunque alto para la media, no superara los 80 dólares mensuales.

“La familia es lo más importante. ¿Cómo podré estar con mi hija que vive en Estados Unidos?”, se preguntó por su parte Isabel Buján, de 59 años, empleada de una heladería y quien no podrá gestionar una visa desde la isla luego del anuncio de Washington. “¡Me voy a morir sin verla porque a un presidente (Trump) le da la gana!”.

Tras dos años de un histórico acercamiento diplomático entre Washington y La Habana en los cuales se firmaron acuerdos, se intercambiaron delegaciones y los viajes de estadounidenses se incrementaron sólo en 2016 en un 74%, la toma de posesión de Trump en enero puso en alerta a muchos cubanos, temerosos de una reacción inmediata y contundente contra la isla.

Sin embargo Trump -quien había prometido revertir todo convenio con Cuba si la isla no realizaba cambios en su modelo político- esperó cinco meses, hasta junio para anunciar su política de endurecimiento.

Trump robusteció las limitaciones para los viajes de sus ciudadanos a la isla, impuso que las visitas sean en grupos, prohibió el comercio con entidades militares y ratificó la vigencia del embargo que depende del Congreso y que su antecesor Barack Obama no pudo eliminar.

Pero, en contrapartida mantuvo abierta su embajada, no suspendió el envío de remesas ni los cruceros, no echó por tierra la suspensión de la ley de pies secos-pies mojados decretada por Obama en enero antes de salir de la presidencia y por la cual se admitían a los cubanos que por cualquier vía llegaran a Estados Unidos.

Y lo más importante, no volvió a incorporar a Cuba en la lista de países terroristas.

“Teníamos más esperanza con Obama porque iba a abrir y eso iba a avanzar, pero resultó al contrario, el retroceso”, comentó Antonio Hernández, un empleado de 60 años de una oficina en La Habana Vieja y para quien fueron meses “duros” debido a la falta de medicamentos en las farmacias cubanas a mediados de 2017.

Luego en octubre y noviembre Trump se ocupó otra vez de la isla y en cada caso -y aunque las autoridades cubanas rechazaron las medidas- sus aliados de la derecha cubanoamericana lo criticaron por insuficientes.

“El (Trump) está haciendo las cosas a pedazos”, dijo a AP Esteban Morales, un académico y economista cubano miembro del Partido Comunista pero que suele ser crítico de muchas acciones del gobierno en la isla. “De Miami (los sectores más radicales de la derecha) salieron con la convicción de que al otro día todo lo que se había logrado con la política de Obama se retiraba y eso no ha ocurrido”.

El momento más álgido de la desaceleración de la relación bilateral fue el escándalo desatado luego de que Washington denunció que diplomáticos suyos en la isla habían sufrido una serie de presuntos ataques que les provocaron síntomas como sordera, náuseas o mareos, entre otros. Cuba inició una investigación, exigió pruebas --que nunca le fueron entregadas-- y terminó por considerar una mentira dicho suceso.

Los detalles de ciencia ficción de los misteriosos ataques alimentaron la risa de un buen porcentaje de los cubanos entre septiembre y octubre hasta que Estados Unidos dispuso el retiro de un grupo de sus funcionarios, suspendió la entrega de visas de viaje desde la isla y expulsó a diplomáticos isleños.

El resultado fue que personas como la empleada de la heladería quedaron de un lado del estrecho de la Florida y sus familiares del otro.

“A decir verdad este año no ha tenido muchas buenas noticias. Ha sido un año difícil, complicado”, comentó el analista político Jesús Arboleya. “Lo que Donald Trump hizo fue fortalecer el bloqueo económico... Esto afectó a la economía cubana y al pueblo de muchas maneras”.

A la tensión con Estados Unidos se sumó un estancamiento económico que se tornó palpable luego de que las autoridades reconocieran en diciembre de 2016 que el país había sufrido una recesión y anunciaron hace pocos días un incremento de 1,6% para 2017.

A su vez el gobierno dispuso en agosto la suspensión de la entrega de licencias para trabajadores privados en los sectores más dinámicos y exitosos de la tímida reforma aperturista iniciada por el presidente Raúl Castro, como las de rentas de habitaciones a turistas o los pequeños restaurantes.

Y el propio Castro reconoció las tensiones económicas devenidas de la crisis de sus aliados, sobre todo Venezuela, de donde la isla obtiene la mitad del crudo que necesita para mover su economía. En septiembre, el huracán Irma dio otro golpe a las finanzas al dejar a su paso estragos en la costa norte del país y provocar daños no cuantificados pero millonarios en hoteles, viviendas y plantaciones.

Pero pese a que las medidas de Trump ahuyentaron a muchos potenciales visitantes estadounidenses, uno de los indicadores que se incrementaron fue el de turistas, que de enero a noviembre superaron la cifra de cuatro millones y fueron el motor de la economía de la isla.

“Las expectativas que teníamos un poco se han frenado”, dijo Bárbara Casas de 52 años que renta dos habitaciones a turistas. “Pero la vida sigue igual”.

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