El secretario de Estado del Vaticano hizo un llamado el jueves para un mayor diálogo dentro de la Iglesia Católica luego de que un pequeño grupo de tradicionalistas acusó formalmente al papa Francisco de propagar la herejía por su apertura de 2016 a los católicos que se hayan divorciado o vuelto a casar .

El cardenal Pietro Parolin dijo que quienes no estén de acuerdo con el Papa son libres de expresarse, “pero en esos asuntos uno debe razonar y encontrar formas de entendernos mutuamente”.

Los comentarios de Parolin fueron la primera respuesta del Vaticano a las acusaciones formales anunciadas la semana pasada.

La llamada “corrección filial”, preparada por unas cuantas decenas de académicos y clérigos conservadores, acusa al Papa de propagar siete posiciones heréticas sobre matrimonio, vida moral y los sacramentos en su documento Amoris laetitia (La alegría del amor) y en “actos, palabras y omisiones” subsiguientes.

Ninguno de los firmantes es miembro de alto rango de la Iglesia y hasta la fecha menos de 150 personas han firmado. Pero el documento de 25 páginas ha ocupado titulares, reflejando la incomodidad de los católicos conservadores sobre el documento papal sobre amor familiar y cómo ha sido interpretado por algunos obispos.

"Es importante el diálogo, incluso dentro de la Iglesia”, señaló Parolin al margen de una conferencia internacional en Roma, de acuerdo con la agencia de noticias ANSA.

El mismo Francisco no ha respondido a la carta ni a un pedido de cuatro cardenales para que aclare una serie de preguntas, o “dubia”, que ellos tenían sobre el texto de 2016.

Cuando fue publicado en 2016, Amoris Laetitia desató inmediatamente controversia porque abría las puertas para que se diese comunión a católicos divorciados y casados de nuevo por la vía civil.

Las enseñanzas tradicionales dicen que a menos que esos católicos obtengan una anulación _un decreto de la Iglesia que declara su primer matrimonio inválido_, no pueden recibir los sacramentos, pues la Iglesia considera que están cometiendo adulterio.

Francisco no concedió a los católicos que se volvieron a casar fuera de la Iglesia un pase automático, pero sugirió _en términos vagos y pies de nota estratégicamente colocados_ que los obispos y sacerdotes podrían hacerlo considerando caso por caso después de acompañarlos en una travesía espiritual de discernimiento.

Comentarios y escritos subsecuentes indican que trató de que tal discusión coincidiera con su creencia de que la misericordia de Dios se extiende particularmente a los pecadores y que la Eucaristía no es un premio para los perfectos, sino un sustento para los débiles.

El Papa explicó su idea en un discurso ante los jesuitas que fue publicado el jueves, rechazando las críticas de que "no hay moralidad católica detrás de 'La alegría del amor' o al menos no hay una moralidad asegurada".

El pontífice insistió que él no aborda la moralidad como un único conjunto de reglas, sino en la manera más matizada preferida por Santo Tomás de Aquino.

"Esto lo quiero decir para que ayuden a la gente que cree que la moral es pura casuística", declaró ante los jesuitas en Colombia a principios de este mes, de acuerdo con declaraciones publicadas por la revista jesuita "Civilta Cattolica".

Monseñor Pierangelo Sequeri, presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre Matrimonio y Familia, salió el jueves en defensa de Francisco.

En un editorial publicado en la edición semanal del periódico del Vaticano, L'Osservatore Romano, Sequeri dijo que aquellos críticos a la "Alegría del amor" necesitan callarse.

"Y basta con los lamentos. La gran familia de Dios debe comunicar las alegrías de su intimidad con él a quien la encuentra. Hacer desear a todos formar parte, para tener una buena palabra que apoye la fragilidad de los padres, de las madres y de las criaturas. Y que ahuyente a los fantasmas del miedo, en nuestros pasajes entre las sombras", escribió Sequeri.

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