Me enseñaron la religión desde pequeño, dice Francisco Barrera, quien pide respeto a San Judas Tadeo. “Me ha ayudado, he visto el cambio, no le pido grandeza… lo adoro porque a mí me lo inculcaron desde chiquito”.

“Dios es el mismo para todos, no importa en que santo crean o las devociones que tengan, Dios es el mismo para todos”, fue el sentir de Paola, quien continúa la tradición que le dejó su esposo antes de morir. Ella, como el resto de los visitantes a la Iglesia San Hipólito, en la colonia Guerrero, cree que los capitalinos los juzgan, los catalogan como delincuentes, lo que considera como un tipo de racismo.

Son las voces de un sector de la sociedad mexicana para los que este 28 de octubre es una fecha de agradecimiento, de enfrentarse a nuevas promesas ante su santo, de guardarle culto.

Por eso y más pidieron respeto, porque ellos respetan lo que cree el resto de la gente en esta Ciudad. No es que San Judas Tadeo haga milagros, sino que ayuda realmente, afirman.

Orando mientras era grabada por uno de sus familiares, Brenda Arjona tomaba su celular de donde leía los nombres de las personas a las que iba dirigida la plegaria. “La pandemia nos enseñó a respetar y yo los respeto a ellos”, dice. Y es que Brenda es una nueva devota, la pandemia que golpeó a su familia con la muerte la llevó hasta San Judas Tadeo.

Ayer, miles de personas se congregaron, ahora, con menos restricciones postpandémicas, pero con la misma fe.

A la devoción se suman lazos de hermandad, no importa si vienen del Estado de México o de otra entidad, acá a todos se les tiende la mano, un plato de comida, un vaso con agua. Se regalan rosarios, se le ponen flores al santo, que junto con la Virgen de Guadalupe forma parte de las tradiciones más arraigadas en la Ciudad de México.

“Tomen un agua, tomen, tomen”, arenga un señor con un paquete de botellas. “Que Dios lo bendiga”, le responden. Y tal vez ese gesto forma parte de su manda, porque muchos vienen con una actitud de agradecimiento o a pedir por salud, bienestar, o buscando trabajo y dinero.

En la zona donde se ubica la Iglesia de San Hipólito se despliega un operativo con la policía capitalina que se desarrolla con calma. Protegen a los feligreses acordonando el paso peatonal. Para evitar amontonamientos, una valla metálica resguarda la entrada del recinto religioso, para ir dosificando el ingreso. Horas bajo el sol, frente a su santo, otro año para cumplirle, pase lo que pase.

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