"Mi hija me dejó lo más valioso que tenía en la vida, que es un niño", dice Juana Pedraza , madre de Jessica Sevilla Pedraza , la médica cirujana de 28 años, quien desapareció el 4 de agosto y fue encontrada muerta dos días después en un paraje de la carretera Naucalpan-Toluca , entre montones de basura.

El caso de Jessica estremeció a la comunidad médica y a la sociedad en general por las huellas de violencia que presentaba su cuerpo: la cabeza había sido desprendida del cuerpo; las primeras versiones indicaban que la doctora había sido decapitada, no obstante, autoridades mexiquenses señalaron que la situación se debió a que la fauna del lugar carcomió el cadáver.

Juana ahora tiene la custodia del bebé de 18 meses que dejó Jessica: "Tengo un gran compromisio con ella, porque es mi deber formarlo. Tengo que hacer de él un hombre de bien... un hombre, no un macho. La misma labor que hice con ella, me toca hacerla con él", declaró a EL GRÁFICO .

Aunque Juana se encuentra de luto, es prioridad para ella dar seguimiento al feminicidio de su hija. Y es que al inicio, las autoridades no le hicieron caso. Ahora, tras la presión mediática, "sí" le hacen caso, pero el sospechoso aún no ha sido detenido.

LOS HECHOS 

En la edición impresa de El Gráfico hace un recuento del caso.

El 4 de agosto pasado, Jessica fue a trabajar, como todos los días, a las 7 de la mañana en el hospital de Xonacatlán . Regresó a casa a comer, en el pueblo de Otzolotepec . De ahí, a la 1:40 de la tarde, iba rumbo a su consultorio. Eso es lo que la familia le consta, de cierto. Lo demás son versiones del sospechoso.

Alrededor de las 7 de la noche de ese 4 de agosto, un joven de nombre José Javier ingresó al hospital de Xonacatlán (el mismo en el que Jessica trabajaba) con una herida de bala en la pierna. Fue atendido y decidió irse por propio pie, a pesar de que cuando ingresan heridos por arma de fuego, por ley se debe esperar un ministerio público.

Entonces, José Javier llamó a Juana. Le dijo que esa tarde había visto a Jessica, que alrededor de las 2:30 de la tarde, ambos estaban en el carro de ella, platicando en una gasolinera del barrio de San Antonio (una zona peligrosa), cuando “hombres armados” se acercaron. Jessica se habría “puesto nerviosa” y abrió los seguros del auto. Entonces los desconocidos abordaron y se los llevaron a punta de pistola.

Después, según el dicho de José Javier, los hombres lo habrían bajado del auto en la comunidad de San Agustín y, antes de retirarse, le habrían disparado.

Juana, su esposo, y la familia se dirigieron al ministerio público de Xonacatlán, pero los agentes se negaron a levantar la denuncia: alegaron que debían esperar 72 horas, a pesar de que había un herido por arma de fuego de por medio.

Para el 6 de agosto, el cuerpo de Jessica fue hallado a unos kilómetros de donde José Javier alegó haber sido liberado. Jessi había sido decapitada. La cabeza, con herida de bala, estaba a unos cuantos metros del cuerpo; el rostro, desollado. Un brazo se encontraba desprendido también.

A lo largo de estos días, José Javier ha cambiado su versión. La primera vez aseguró que vio a Jessica a las 2:30. Luego, que pasadas las 5:40, casi las 6 de la tarde. Se han revisado cámaras de vigilancia, peritajes, y hay elementos para que sea sospechoso. Aún no está detenido.

Jessica “de verdad amaba su profesión. Y amaba todo lo que hacía. A lo mejor lo digo porque es mi hija, pero era una gran persona, un gran ser humano; buena madre, buena hija, buena amiga, buena compañera de trabajo”.

Ahora, “el niño me necesita, y con todo el dolor que tengo, hay que darle un ejemplo a ese niño. Hay que darle un ejemplo, y el ejemplo somos nosotros. Tengo que volver a hacer esa labor que hice con mi hija, ahora con él, y con todo gusto lo voy a hacer”.

Con información de Lydiette Carrión***

jlcg

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