Es real. Los damnificados del edificio Osa Mayor, en Doctor Lucio número 103 esquina con Doctor Navarro, echan la casa por la ventana. Una estufa, piezas de pisos de madera, muebles de baño, algún archivero, un colchón, un boiler, una lavadora, un sillón, entre otros, son algunos de los inmuebles que han sacado por algunas paredes que quedaron abiertas (de los pisos cinco a 14), tras desmontar la herrería de sus ventanas. Las pertenencias salieron a través de un sistema de cuerdas y poleas o mediante la separación que dejó el sismo del pasado 19 de septiembre en las escaleras; es una distancia que oscila entre 30 centímetros hasta dos metros, según el número de piso donde uno de encuentre. El área fue cubierta con puertas y tablones como puente para subir y bajar.

En los primeros cinco pisos del edificio, y en aquellos departamentos de la zona ocho a 12, que no cuentan con ventanales hacia la calle, empleados de las mudanzas sacaron los utensilios por la entrada principal.

Así se quedó vacío este inmueble, que el martes 16 de enero inició su demolición. Aunque para los damnificados recuperar una parte de sus pertenencias significó un consuelo, la realidad es que la tristeza los avasalla, puesto que tienen certeza de la demolición de sus 56 departamentos y ocho locales. No así de la reconstrucción, por lo que los enfermos (física o emocionalmente) esperan un milagro, una respuesta oficial.

Sentada en un sillón café, en el campamento que montaron desde hace cuatro meses para evitar robos y actos de rapiña, Jacqueline Carmona, administradora de esta torre habitacional, habla de cómo iniciaron 2018. “La mayoría sacamos lo que se pudo, principalmente documentos y ropa, luego algunos muebles, sala, comedor y cocina. Dejé las recámaras. Las autoridades nos dieron garantía de que el edificio no se caería, aunque nos advirtieron que entrar a sacar cosas sería bajo nuestro riesgo porque las escaleras están débiles”.

El panorama es incierto. Olga Olvera, habitante del departamento 1404, dice: “No subí porque estoy hasta el piso 14. Me dio miedo. Era mi propiedad. Seré la primera en derrumbar por estar hasta arriba, pero también la última en reconstruir. Hay un sentimiento de pérdida, porque además de que no tengo casa y vivo por ahora con mi mamá en la parte baja de Las Águilas, nadie ha hablado con nosotros sobre reconstruir”.

Los vecinos que montan guardia también se fueron quedando sin víveres. Desde hace unas semanas la delegación Cuauhtémoc dejó de apoyarlos con los alimentos (desayuno y comida) y sólo quedan algunos insumos donados por vecinos de la zona o la comida que les comparte algún restaurante cercano.

“Escúchanos”

Osa Mayor fue el único edificio que resultó afectado de esta manzana. Los inmuebles colindantes (Orión, Andrómeda, Centauro, Piscis, Aries y Tauro entre otros), sólo registraron daños reparables a decir de las autoridades. Así que ante la incertidumbre de la reconstrucción, los afectados tienen dos opciones reales: buscar al empresario multimillonario Carlos Slim o conseguir el apoyo del Instituto de Vivenda capitalino, porque los créditos que les ofreció el gobierno de CDMX no se ajustan a sus necesidades reales.

“¿Se imagina que el señor Slim reconstruyera nuestros departamentos?”, dice con ilusión Leticia Rosales, quien pertenece al comité de vecinos. “Él ha estado apoyando en Xochimilco, ¡sería un reto para él!, el temblor no fue culpa del gobierno, pero tampoco de nosotros; hay recursos y donaciones. El gobierno nos ofreció un crédito blando de 2 millones de pesos, pero para ser acreedores nos piden ingresos mensuales por familia de 45 mil pesos, ¿cree que ganamos eso?, muchos de nosotros somos jubilados, perdí un ojo y en su lugar uso una prótesis. No podemos cargar una deuda así, ni endosarla a nuestros hijos que tienen sus vidas. Por eso le queremos pedir al señor Slim que con su fundación nos apoye”.

En pláticas informales su plan ha tomado forma para hacer una atractiva contrapropuesta al empresario. La torre de departamentos es de 14 pisos; por seguridad, desearían construir dos de siete pisos, cada uno con 28 departamentos y cuatro locales. Los lugares que habitaron hasta antes del sismo tienen un promedio de 100 metros cuadrados; piensan que podrían reducirlos a quizá 80, a fin de que el espacio restante pueda utilizarlo grupo Carso en un proyecto propio.

Dicen tener conocimiento del estudio de suelo que la autoridad realizó en el lugar, que determinó que el subsuelo se encuentra en buenas condiciones para reconstruir; sin embargo, para allanar el camino hacia la construcción privada, en caso de que la Fundación Slim aceptara su oferta, deben resolver dos problemas jurídicos. El primero es que la torre departamental Osa Mayor se independice legalmente del conjunto habitacional Morelos, para que un particular pueda intervenir.

El segundo es más complejo. “La delegación nos pide una subdivisión del terreno entre los inquilinos, pero son muchos trámites; por eso estamos pidiendo que nos brinden más facilidades”, precisa Jacqueline Carmona. “La senadora Dolores Padierna nos está ayudando, nos acercó con el Invi y ahí nos pidieron documentación para evaluar la situación legal de cada departamento. De 34 personas que llevamos nuestros papeles sólo 11 cumplieron con los requisitos de reconstrucción porque vimos que cada departamento tiene una historia: intestados, prescripciones, litigios y problemas en las escrituras. Muchos vecinos tendrán que regularizar sus documentos, aunque dicen: ‘¿Cómo vamos a regularizar algo que no va a estar por la demolición?’, pero aunque no esté el edificio, es la forma de acreditar que cada quien es dueño de un pedacito”.

Mientras los damnificados de esta torre arreglan su situación legal, de manera prematura han votado con quién concretarían gustosos el plan de reedificación de la nueva Osa Mayor. La mayoría es apabullante: gana Slim. “Si hay que pagar algo con él, que sea algo razonable”, adelanta Leticia Rosales. “La realidad es que ninguna autoridad se ha acercado a nosotros para hablar de reconstrucción. No tenemos opciones. Le pedimos una cita a Ricardo Becerra, comisionado para la reconstrucción, y tenemos un mes que no nos han devuelto la llamada. Ahora que si el señor Slim nos toma la palabra y nos ayuda, puede construir también en esta zona que es increíble porque estamos cerca del Tribunal de Justicia, de la colonia Roma, del Metro y el Metrobús. Y aquí no hay espacios comerciales”.

EL UNIVERSAL buscó a Becerra. “En Osa Mayor el gobierno capitalino es el que ha estado en contacto. Si quieren una reunión conmigo, con gusto. Hemos atendido a todos los damnificados que se han acercado, que me echen un grito e inmediatamente los atenderé. Dudo que me hayan buscado”.

Venden pertenencias

Un signo de pesos pintado en papel dice mucho; 2 mil pesos cuesta una reja metálica de protección para departamento, 300 pesos por una puerta y 700 pesos por otra. Así es la venta de pertenencias de algunos damnificados que carecen de espacio para guardarlas en el nuevo lugar donde viven. Comentan que se les ha tomado a mal vender lo poco que rescataron, pero argumentan que en este momento sus necesidades económicas son apremiantes por tener que pagar una renta con la que no contaban, además de sus gastos. Refieren que el apoyo de 3 mil pesos mensuales que les dio el gobierno capitalino se acabó en diciembre.

Jorge Ramírez, quien habitó el departamento 503 de Osa Mayor, vendió algunos enseres. “Muchos vecinos nos pidieron bajarles cosas antes de la demolición para venderlas. Necesitamos allegarnos de dinero porque, además, hubo quienes remodelaron sus departamentos y ahora que deben tirarlos quieren recuperar algo de su inversión”. Paralelo, la asociación civil Apapacho les apoya gratuitamente con terapia de duelo para que estos damnificados puedan cerrar este ciclo. Como preámbulo de la demolición, el padre Alejandro Solalinde, a través de la fundación Consciencia y dignidad, ofició una misa para ellos en la calle el jueves 11 de enero: “A la reconstrucción debemos entrarle todos, porque es un asunto de supervivencia y porque encontrarán quienes sólo ven el dinero y se olvidan de la gente. Así que cuando vayan a hacer sus gestiones, quiero acompañarlos”.

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