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“¡Alerta sísmica!”, “¡Alerta sísmica!”, cuando Edwin Sánchez escucha este sonido trata de no asustarse, busca uno de los lugares que su papá le ha dicho que son seguros para resguardarse y evitar accidentes, como el que le ocurrió durante el sismo del 19 de septiembre pasado, cuando un tinaco cayó sobre su pie izquierdo y se lo dejó colgando. En un año, el Hospital de Traumatología Dr. Victorio de la Fuente Narváez, más conocido como Magdalena de las Salinas, se convirtió en su segundo hogar, aunque no es derechohabiente del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) estuvo internado más de tres meses y es común verlo por los pasillos cada que le toca consulta, en espera de que le den de alta de manera definitiva.

Sentado en una silla de ruedas, el niño de 12 años se presta a hablar sobre su experiencia, como uno de los sobrevivientes del temblor de 7.1 grados que hizo vibrar al país entero. Recuerda con precisión que ese martes regresó de la escuela, le contó a su mamá sobre el simulacro con el que se conmemoraron los 32 años del terremoto de 1985 y se puso a ver videos hasta que la tierra se cimbró.

“Sentí un brinco, pensé que estaba temblando y escuché a mi mamá que me pedía que me bajara, la obedecí y me fui con una tía que estaba en shock. En el techo había un tinaco que no estaba bien puesto y el movimiento lo tiró, no sabemos que me cayó, si el tinaco o un árbol, salí abrazado de mi tía, intenté caminar y no pude, vi llorando a mi familia y me pregunté: ‘¿Qué sucede?, ¿por qué lloran?’, entonces vi mi pantalón lleno de sangre y me espanté”, narra.

La familia Sánchez vivió una odisea para que el menor de edad recibiera atención médica. De Tláhuac, donde se ubica su casa, partieron hacia Xochimilco, pasaron por Tulyehualco y San Gregorio, en donde presenciaron varios derrumbes, puesto que esa localidad fue de las más afectadas.

En Xochimilco no pudieron hacer mucho por Edwin, los mandaron al Hospital Pediátrico de La Villa, ahí, el especialista en traumatología Adrián Rocha Garfias explicó que no contaban con los recursos necesarios para atender al menor de edad y como él también trabajaba en el Victorio de la Fuente, y había escuchado que los institutos de seguridad social atenderían a quien fuera, aunque no tuvieran afiliación, envió a los Sánchez Galicia al hospital del IMSS.

“Me atendieron muy bien, me hicieron varias cirugías y muy rápido, después me pusieron unos fijadores externos de metal para que no se enchuecara mi hueso o se hiciera chico mi pie. Me colocaron dos injertos de piel, porque mi herida estaba expuesta, pero la primera vez el colgajo se puso negro, tuvieron que repetir la cirugía”, cuenta el niño.

Hasta ese momento, el costo de las intervenciones realizadas a Edwin superaba el millón de pesos, pero Adrián Rocha les pidió a los padres de familia que no se preocuparan, “la atención es gratuita y todos los médicos le ponemos 200% de esfuerzo al tratar a su hijo”.

Un decreto le salvó la vida. Adrián Rocha Garfias recibió a Edwin en el Hospital Pediátrico de La Villa, en donde tra- baja por las tardes, ahí se percató de que el menor de edad tenía una fractura expuesta en grado tres de la pierna izquierda, sabía que en esa unidad no salvarían su pie y recordó las palabras del presidente Enrique Peña Nieto, de que todos los afectados podrían recibir atención médica de manera gratuita.

“Ese tipo de fracturas es la peor de todas, se le salió el hueso y no tenía cobertura de piel, tuvo lesión en los músculos, en la piel y el hueso lo traía como en 10 pedacitos, pensé en lo que había dicho el Presidente de que cualquiera podría ser atendido aunque no fuera derechohabiente y con autorización de mi jefa lo traje a Magdalena de las Salinas, ese decreto lo salvó”, comenta.

En los meses que pasó hospitalizado, operaron al niño nueve veces, entre lavados, injertos de piel, colocación de fijadores externos, y como una parte del hueso no se regeneró le hicieron un injerto de hueso liofilizado, que es como de cadáver, en esta atención, el IMSS invirtió más de 2 millones de pesos.

“Estuvo más de tres meses en hospitalización. En los equipos que requerimos el instituto ha de haber gastado más de dos millones, pero no importa, tenemos el compromiso de atenderlo hasta que su pie quedé a 100%”, relata.

Cuando Iván Sánchez escucha a su hijo contar lo que le pasó se sorprende: “Ahorita se dice muy rápido, pero ese día fue un caos, no saber si lo atenderían, si salvaría su pie, nosotros no tenemos los recursos y en esos momentos el IMSS nos apoyó mucho, no nos han puesto trabas y siempre nos dieron opciones”.

Sobre el costo de las cirugías que recibió su hijo, Iván asegura que no habría tenido dinero para pagarlas: “Fueron muchas, a lo mejor yo me hubiera quedado en la primera y después ya no, por eso estamos muy agradecidos, porque nunca nos dejaron solos. No me gusta que sientan lástima por mi”.

Tres meses después, quien cursa el primer grado de secundaria pudo regresar a su casa. Su mamá lavaba el pie lastimado tres veces a la semana, y cada 15 días lo llevaron a revisión hasta que los médicos decidieron quitarle los fijadores externos y colocarle una férula de cristal, ahora Edwin tiene un yeso normal al que le colocaron un tacón para que pueda empezar a apoyar su pie.

Aunque los últimos 12 meses los ha pasado convaleciente, el americanista asegura que no está traumado por lo que le ocurrió, se siente feliz de haber ingresado a la secundaria, de conocer más gente y no le gusta que se compadezcan de él.

“Algunos me preguntan si estoy traumado, pero no, me siento normal, estoy muy feliz porque puedo ir a la escuela, conocer más amigos, no me gusta que sientan lástima, que digan pobrecito hay que ayudarlo, me gusta que me traten como una persona normal, que me dejen hacer las cosas como puedo”. Admite que cuando tiembla o escucha la alerta sísmica se asusta, “como cualquier persona”, pero trata de reaccionar, evita esconderse, llorar o gritar, y busca los sitios donde puede permanecer seguro.

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