Hay varios ángulos desde los cuales se puede analizar el referéndum por la independencia catalana, así como sus incontables repercusiones. Elijo tres, no porque sean los únicos, sino para intentar ordenar un poco las muchas ideas que se han estado vertiendo: (a) Primero, los añejos deseos de un sector de la sociedad catalana de independizarse de España, así como la evolución del respaldo que esa iniciativa ha tenido en los últimos años; (b) Luego, está el desarrollo del actual referéndum en particular, la respuesta que el estado español ha decidido dar al mismo y la dinámica conflictiva –acción reacción-- que se ha venido gestando a partir de esa respuesta; y (c) Las implicaciones internacionales que tendría la independencia de Cataluña, y por tanto, la vinculación de este tema con el factor externo. Hoy en el blog, revisamos brevemente esos temas.

El Estado-Nación

Sin entrar en todo lo que hay detrás de la teoría del Estado-Nación moderno, vale la pena señalar que esa forma de organización política, la base de nuestro sistema internacional, es, por naturaleza, imperfecta . Todos los estados nacionales tienen algún grado, mayor o menor, de artificialidad. Esta forma de organización política consiste en delimitar fronteras entre los territorios, establecer al interior de esas fronteras la soberanía (que reside en la nación) y el monopolio de la fuerza legítima, una burocracia permanente, una economía unificada y un ejército nacional permanente. Para su éxito, esta forma de organización necesita construir una identidad nacional, una narrativa histórica común y símbolos comunes como el himno, la bandera y el escudo, además, frecuentemente de un idioma común. Estos elementos, sin embargo, se van a encontrar presentes en muy distintos grados, dependiendo del estado del que estemos hablando, y son efectivos solo en la medida en que producen un sentimiento de pertenencia en las diversas comunidades que coexisten al interior de las fronteras demarcadas como nacionales.

Sabemos que el estado español, en concreto, ha tenido problemas históricos para conseguir que todos sus ciudadanos compartan ese sentimiento de pertenencia y, en el pasado, ya hemos sido testigos de movimientos que buscan la independencia de distintas comunidades de dicho estado. Pero esto no solo ocurre en España, sino en muchas otras partes de Europa y del mundo. Por lo tanto, es completamente natural que una buena parte de los estados nacionales que existen se opongan a que las diversas regiones, reclamando historia, idioma, culturas e identidades propias, se separen de los países de los cuales hoy forman parte, y constituyan estados independientes. El efecto dominó podría ser imparable.

Desde otro ángulo, podríamos decir que los Estados-Nación funcionan mejor en la medida en que proveen a sus ciudadanos de satisfactores esenciales. Estos satisfactores incluyen elementos como la seguridad, la garantía del cumplimiento de la ley en un marco de paz social, estabilidad y certidumbre. Otros satisfactores son de carácter económico, social o cultural. A la inversa, un estado incapaz de garantizar el buen funcionamiento de la economía, incapaz de evitar el desempleo o el crecimiento de la pobreza y la desigualdad, es un estado que tarde o temprano enfrentará riesgos sociales de mayor o menor envergadura. Eso se puede llegar a sumar, como una tormenta perfecta, a otros factores tales como la falta de una identidad nacional bien formada; un débil sentimiento de pertenencia a ese estado nacional, tiende a exacerbarse, por ejemplo, cuando los recursos escasean.

El independentismo catalán

Sin entrar de lleno a la historia del independentismo catalán, solo señalo que desde hace mucho tiempo ha existido un sector de la sociedad catalana que ha deseado separarse y formar su propio estado nacional. Sin embargo, el grado de apoyo que las aspiraciones independentistas han tenido, varía notablemente tanto en el tiempo como en la geografía. El respaldo a dicho independentismo crece tras la crisis del 2008 y, sobre todo, cobra fuerza en zonas rurales o menos habitadas, lo que se corrobora apenas hace unas semanas con el informe de Dialoga Consultores sobre el tema. Antes de eso, diversos estudios como las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) estatal, el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) catalán, entre otros, verifican que: (a) el deseo independentista de los catalanes aumenta después de la crisis del 2008, (b) en la mayor parte de los estudios, la intención de voto por la independencia de Cataluña no era mayoritario (dato que como bien sabemos tras el Brexit, siempre es cuestionable); y, sin embargo, (c) la grandísima mayoría de los catalanes (más de 80%) consideraba que debía llevarse a cabo la consulta.

El problema del manejo de la crisis y la dinámica conflictiva

1. Rajoy probablemente sabía que, de haber permitido que el referéndum se llevase a cabo con normalidad, era dudoso que la consulta resultase en una victoria clara para el independentismo. Y aún si así hubiese sido, el gobierno español contaba con un amplio abanico de opciones, tanto a nivel interno como a nivel internacional para deslegitimarlo y contrarrestar sus posibles efectos. A pesar de ello, el primer ministro opta por responder con todo el peso de la ley ante los independentistas, alimentando con ello el enojo de una parte importante de la sociedad catalana, y como efecto colateral, haciendo crecer al movimiento independentista.


2. Quizás, una de las razones detrás de la decisión del gobierno central tiene que ver con el precedente que se estaba dejando al tolerar un referéndum de carácter vinculante (es decir, cuyos resultados tendrían que llevarse a efecto). Permitir la normalización de este tipo de referendos, si no ahora mismo, eventualmente podría resultar en una serie de victorias concatenadas para los independentistas (de Cataluña o de otros sitios de España). En su visión, la única alternativa era defender la constitución mediante la imposición de las fuerzas de seguridad. Es por ello que un mes atrás Rajoy prometió que los catalanes nunca llevarían a cabo un referéndum ilegal. Mientras tanto, Puigdemont, el presidente catalán prometió a los votantes que el referendo sí ocurriría.

3. El problema está en que esto hizo a ambos gobiernos entrar en una dinámica de juego suma cero. Esto significa que cualquier victoria o terreno ganado por la contraparte es percibido como una pérdida propia. Bajo la lógica suma cero, no hay posibilidad de acuerdo porque no hay cómo hacer que las dos partes ganen al mismo tiempo. Esto provoca una escalada acción-reacción al estilo de espiral ascendente, que parece imposible de frenar.

4. En palabras simples: Al afirmar que la ilegalidad pretendida por el gobierno catalán tendría que ser evitada con todo el peso del estado español y al enviar las fuerzas de seguridad para garantizar que la constitución no fuese violada, el gobierno español se autoimpone los pasos que siguen. Ya no hay marcha atrás –que no sea percibida como una derrota y ganancia de la contraparte. Esto a su vez, provoca primero, que el gobierno catalán muestre su fuerza llevando a cabo el referéndum a pesar de las condiciones de anormalidad en las que se condujo; segundo, que este referéndum exhiba una contundente victoria de los independentistas (90%) –lo cual pudo haber variado enormemente de producirse el referéndum bajo otras circunstancias-; y tercero, que como efecto de semejante resultado, a Puigdemont no le quedase alternativa alguna que declarar la independencia, si bien unos instantes después la “suspende” en un intento por abrir un canal de diálogo.

5. Pero el canal, obviamente, no se abre. Siguiendo con esta misma dinámica en escala ascendente, Rajoy le exige a Puigdemont que aclare si declaró o no declaró la independencia colocándole en un callejón sin salida en lugar de aceptar la mediación propuesta por el presidente catalán. Puigdemont debe escoger entre ratificar el mandato del referéndum –que él mismo ha declarado como absolutamente legítimo y válido- o bien, mostrarse ante los catalanes como un débil que capitula ante el estado español.

6. Lo que siguió por tanto era inevitable. Rajoy afirma que pondrá en marcha el artículo 155 de la constitución que le permite suspender la autonomía de una región si es que esta representa una “amenaza seria a la seguridad nacional”, asumiendo el control de Cataluña. Hay una serie de pasos que deben darse, como la aprobación del Senado de esas medidas, y seguramente Rajoy buscará ir despacio en la toma del control de la región, probablemente no disolviendo la legislatura catalana y convocando a elecciones en unos meses para que Cataluña retorne a su autonomía, pero nuevamente, no hay marcha atrás. “No hay nada suave o limitado acerca del anuncio (del sábado)”, indica Josep Ramoneda, columnista político citado por el NYT. “Estamos entrando en una muy delicada fase, en la que un movimiento independentista que parecía estarse quedando sin opciones, podría ahora sustentarse en un sentimiento colectivo de humillación al ver ahora a Cataluña siendo forzada a caer bajo el control de Madrid”.

7. Si bien, como dice Raphael Minder, la crisis es el resultado de años de malos cálculos por ambas partes, desde al menos 2006 cuando los catalanes solo exigían mayores niveles de autonomía, la realidad es que las condiciones actuales imponen un choque que no deja mucho espacio a la mediación. A menos que el gobierno catalán afirme con claridad que no ha declarado ni declarará ninguna independencia, entonces por más paulatinos que sean los pasos que Rajoy vaya a tomar, tendrá que irlos dando, uno por uno. Del mismo modo, no parece probable que Puigdemont vaya a afirmar que no ha declarado o declarará la independencia; ya no puede hacerlo, y mucho menos, tras las medidas que el gobierno español seguramente irá imponiendo.
 

La cuestión internacional

De acuerdo con Naciones Unidas, para que una región pueda legítimamente independizarse, nacer como estado e incorporarse a la comunidad de países, necesita de manera indispensable ser reconocido internacionalmente.

Como dije, es altamente improbable que la independencia catalana goce del reconocimiento internacional dado que se trata de un proceso ilegal e inconstitucional . Por otro lado, es completamente natural que un sistema basado en estados nacionales, desee sobrevivir como tal. El desmembramiento de un Estado-Nación tan importante como lo es el español, podría tener repercusiones que otros estados nacionales no desean vivir.

Sin embargo, el manejo de la crisis por parte de Rajoy, las respuestas ante el referéndum y ante las acciones que le siguieron, han ido paulatinamente mermando ese apoyo internacional. Países como Suecia o Bélgica se han manifestado con claridad en contra del tratamiento que Rajoy ha dado a la crisis. La narrativa de legalidad y constitucionalidad del gobierno español, ha sido ampliamente vencida por la narrativa que habla del derecho a decidir por parte de los ciudadanos de un estado democrático, exhibiendo casos como el de Escocia, en Reino Unido, o Quebec en Canadá, como ejemplos de que a pesar de lo duro que puede ser para un país, sus ciudadanos deben poder determinar su propio futuro, Correctos o incorrectos, estos argumentos generan un impacto en lo internacional y en el apoyo que los países dan al estado español.

Aún así, comprendiendo la lógica conflictiva en la que el gobierno español y el gobierno catalán han entrado, se necesitaría un esfuerzo de enormes proporciones para penetrar en esa dinámica y romperla. Es posible que esto solo sería logrado de manera internacional. Hasta ahora, únicamente el gobierno catalán ha mostrado signos de desear una mediación extranjera. Rajoy, en cambio, parece entender esa mediación como un signo de debilidad del estado que comanda. Habrá que ver si el curso de los eventos le hacen cambiar de opinión.

Aún quedan algunas opciones. Si Puigdemont se adelanta y él mismo convoca a elecciones en lugar de hacer una declaración unilateral de independencia, Rajoy quizás no se vería obligado a suspender la autonomía catalana. Por ahora.

El tema, por lo pronto, es que mientras el juego siga siendo suma cero y no haya nada que negociar, los canales de diálogo están cerrados y cada una de las partes exhibirá su poder como hasta ahora. El gobierno español con la ley, las instituciones y la fuerza pública. El gobierno catalán con el apoyo de un amplio sector de su sociedad, saliendo a las calles, y fortaleciéndose con cada paso que Rajoy da.

Twitter: @maurimm

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