Con gusto recibimos los conejos que nos regalaron a cada mujer de la familia, de pronto el tema se volvió divertido, teníamos 50 conejas y cinco conejos, todas estaban preñadas a los pocos días y a los 28 días como relojito empezaron a nacer conejos, así es que imagínense usted, doña Manolita, de pronto no teníamos 55 conejos, teníamos más o menos 350, nacieron en promedio ocho conejos por coneja, algunas crías murieron pero en realidad la mortandad fue poca, así es que en menos de un mes habíamos quintuplicado la población.

Corríamos todas de un lado a otro, había que mantenerlos calientes y procurar que todos comieran, en un mes los conejos sobrevivientes ya tenían un tamaño considerable, empezaron a jugar unos con otros y las madres se empezaron a desentender de los pequeños.

Los días transcurrieron, casi no dormíamos, pero parecía que todo lo teníamos bajo control, cunado caímos en la cuenta que las 50 conejas nuevamente estaban embarazadas; en ese momento Maurilia se tomó la cabeza con las manos y la movió, como si el sólo recuerdo de aquella escena le generara una serie de sentimientos raros.

Teníamos que solucionar el asunto y ponernos a trabajar todas con la población de conejos; los empezamos a sacrificar y aprendimos a quitarles las glándulas y todo aquello que no estuviera de buen sabor.

Inventamos algunos mollitos para dejarlos reposar y que agarraran buen sabor para ponerlos a azar al carbón y bueno Dios nos puso en el camino y empezamos a venderlos, justo ahí en la entrada de este terrenito, como se me va a olvidar, si mi marido todavía vivía, pero la demanda no era suficiente con relación al número de conejos que nacían, pues resulta que dejamos, claro por error e ignorancia, algunas hembras de las que fueron naciendo y resulta que a los seis meses pues también estaban preñadas, literal querida amiga se reproducían como conejos.

Vendíamos carne en el mercado, afuera de la casa y como sí se desplazaba la mercancía, decidimos que algunas de nosotras aprendieran hacer jamón y otros embutidos, los conejos nos trajeron la fortuna, ha de ser por tantas patitas que fuimos juntando, dicen que son para la buena suerte y sí que nos dieron buena suerte.

Pues mire, ahí como que no quiere la cosa nos fue bien, los conejos nos permitieron, poco a poco ir construyendo un restaurante, donde el platillo estrella sigue siendo el conejo y luego pues mi difunto marido fue diseñando un edificio que para hacer un hotel y ahora pues mire usted aquí estamos, sirviendo conejo en el restaurante y atendiendo a los huéspedes, damos temazcal y hasta recibimos a grupos para bautizos, bodas y cumpleaños.

La invito a dar una vuelta para que conozca nuestras instalaciones, a ver como nos ha dado trabajo, deje, le sigo contando como le hacemos para tener luz y agua, pues a los de enfrente les han urbanizado muy bonito y a nosotros nada de nada, andamos con pipas de agua y haciendo malabares y bueno, bueno, sigamos caminado para que vea nuestras flores y árboles y ahora que regresemos, le enseño la división de trabajo de esta familia.

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