Tijuana.— Marbella se defendió de su agresor con la fuerza que le permitió su cuerpo de 20 años. Hasta el último momento intentó escapar del hombre que la había acosado durante los últimos meses de su vida, pero que de inicio se presentó como un amigo, sin intención de hacerle daño.

La fuerza no le dio para liberarse de su captor —un pasante de perito de la Policía Ministerial, según confirmó la misma Fiscalía General de Justicia del Estado (FGJE)— pero su lucha sirvió para que su crimen no quedara impune y que Juan, el principal sospechoso de su asesinato, fuera ayer vinculado a proceso por su presunta responsabilidad en este crimen.

Durante la primera audiencia en la que Juan fue presentado ante el juez, una de las pruebas que terminaron por incriminarlo fueron los rastros de su ADN en las 10 uñas de Marbella, pequeños pedazos de piel y sangre quedaron escondidos entre los dedos de la joven.

Además, una de sus primas aseguró que durante su sepelio el hombre que antes habrían conocido como amigo de Marbella asistió. Se presentó en el funeral, se ofreció a llevar las coronas de flores, le lloró y contempló su retrato, también usó una camiseta con el mensaje “Ni una más”.

Joselyn, familiar de la joven estudiante de Derecho, dijo que mientras enterraban a su prima hubo un momento en el que Juan se acercó. En ese instante lo supo, describe, él a pesar de querer acercarse a la familia y aparentemente solidarizarse, nunca dejó de ser el principal sospechoso para ellos. Su carácter impulsivo e irracional no les generó confianza, siempre quiso mantener una relación con Marbella, a pesar de que lo rechazaba.

Explicó que en el velorio, cuando el hombre le dio la espalda, miró que del cuello escapaban un par de rasguños que intentó esconderse con su camisa. Para él pasó inadvertida una de las señales que pareciera que Marbella dejó en su presunto agresor para decir: él fue.

“Fue un cinismo, una burla”, dice Joselyn con coraje mientras empuña su mano como queriendo golpear al aire, “cuando yo llego con su hermana, con Brenda, la abracé y me dice: ‘¡no me dejes sola, aquí quédate… aquí quédate!’. Le pregunto por qué y me dice, ‘no voltees’, y ya vi que él se acercó y yo lo que miré fue un rasguño aquí y tres acá”, detalla la joven mientras señala con el dedo su cuello del lado izquierdo y luego el derecho, como si se tratara del cuerpo de Juan.

Este jueves por la noche Juan fue vinculado a proceso, pero minutos antes de la audiencia que lo haría posible, Brenda, la hermana menor de Marbella, ya esperaba afuera del edificio del Poder Judicial.

Apoyada por su familia, la joven lejos de ser el retrato de una víctima se ha convertido en el rostro de quien, empujada por el coraje y valentía, busca justicia para los suyos. En su cara no hay lágrimas, en su lugar hay fortaleza y la madurez de una persona que tuvo que crecer en un chasquido.

“Ella siempre me decía ‘manita’, ella era una muchacha tímida y reservada, pero eso sí muy positiva”, dice Brenda mientras esperaba a entrar a la Sala Cuatro del juzgado estatal en Tijuana, “era muy creyente y ahora que lo pienso, siempre le miraba el lado bueno a las cosas, yo al principio no tenía una explicación para lo que le hicieron pero intento e intento y ahora digo, tal vez su misión era esa, ser el rostro de todas esas mujeres que no han tenido justicia, su caso ha llegado a todas partes”.

Los rasguños en el cuello de Juan, piensa Brenda, significan que luchó y que intentó defenderse. Para ella y la familia de Marbella en este momento no hay tiempo para el duelo, la prioridad es trabajar en equipo para aportar a las autoridades lo que está en sus manos para esclarecer el feminicidio de su hermana.

Marbella fue reportada como desaparecida el 5 de febrero pasado; tres días después su cuerpo fue hallado en bolsas de plástico que fueron arrojadas en un terreno baldío en la colonia El Tecolote. Su cadáver fue trasladado al Servicio Médico Forense (Semefo) y el resultado de las pruebas periciales arrojó que había ADN en dedos y genitales, el perfil genético resultó ser el de Juan.

Juan, el sospechoso, se identificaba como exministerial y expolicía federal vinculado con la unidad antisecuestro. Recientemente manejaba una compañía que limpiaba alfombras y a sus vehículos les llenaba el tanque de gasolina en una estación de El Soler, justo donde trabajaba Marbella y donde la conoció hace menos de un año.

A partir de ahí, explicó Brenda, inició con actitudes que terminaron en acoso y hostigamiento. Incluso, en la audiencia de formulación de imputación, la agente del Ministerio Público a cargo del caso expuso al juez que durante una inspección al vehículo de la joven descubrieron un aparato de geolocalización escondido y, según los testimonios, él además de seguirla se aparecía sin avisar en lugares donde estaba Marbella.

A su hermana, de menos de 20 años, que mide poco más de 1.60 metros, se le descompone el rostro cuando le preguntan cómo se siente; no ha tenido tiempo, dice, de pensar en ella ni en su dolor.

“Mi hijo me pregunta dónde está su tía y aún no sé qué responder”, se quiebra un poco su voz grave, pero se repone, “pero así pasaron las cosas, hoy tenemos que seguir, no hay descanso hasta que no haya justicia”.

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