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Desde un pequeño escritorio, Flor, una estudiante de séptimo semestre de la Universidad Intercultural Veracruzana, en el municipio de Tequila, traduce al español lo que resuena en náhuatl desde una bocina. Son, principalmente, las voces de mujeres que describen la situación de violencia y despojo contra ellas y sus comunidades.

Marichuy: indígenas, peor que en 1994
Marichuy: indígenas, peor que en 1994

A este encuentro llegaron 200 personas de distintas comunidades de la Sierra de Zongolica, en Veracruz, para encontrarse con Marichuy.

Aunque se ha convocado para recabar firmas y lograr la candidatura presidencial, el verdadero objetivo es organizarse de otra forma ante una situación de emergencia.

Las nubes se deslizan destapando y ocultando el sol, por ello en las montañas la temperatura cambia de repente.

Mientras, las voces que traduce Flor construyen el relato de una región donde hace 10 años, en febrero de 2007, presuntamente fue violada y asesinada Ernestina Ascencio Rosario, nahua de 73 años, cuyos agresores fueron identificados como soldados, pero también se habla de un sitio donde se resiste contra proyectos como la hidroeléctrica El Naranjo, que amenaza con desplazar varias comunidades; de un lugar donde un grupo de mujeres conocidas como "Las Patronas" ayudan a miles de migrantes que pasan a diario y del territorio donde se realizó la primera Brigada Nacional de Búsqueda de personas desaparecidas.

Marichuy: indígenas, peor que en 1994
Marichuy: indígenas, peor que en 1994

Es 12 de noviembre de 2017 y “el reloj de los de arriba”, como dicen los zapatistas, señala que a Marichuy le faltan más de 833 mil firmas para poder entrar en la contienda electoral y sólo le quedan 99, por eso, antes de que termine este encuentro alguien recuerda que afuera del auditorio está la mesa donde se puede firmar.

Muchos se levantan y registran sus datos en la aplicación electrónica del INE, otros dicen que quieren ayudar y alguien les explica cómo debe hacerse.

Lento, pero con aguante. Junto a Marichuy viajan Reina Cruz, Patricia Salas, María Elena Jiménez y Pedro Sánchez, integrantes del Concejo Indígena de Gobierno (CIG).

Han parado en Amatlán de los Reyes, donde más de 200 personas se han reunido en el salón de fiestas para encontrarse con ellos.

Hace tiempo que el CNI y los zapatistas advirtieron que sus sueños no caben en las urnas y las leyes del país les han vuelto a dar la razón: su propuesta de una Presidencia colectiva no encaja por ningún lado y por eso decidieron nombrar una vocera del CIG que a su vez haga las funciones de candidata.

Reina, Patricia, María Elena y Pedro convocan a seguir construyendo el CIG, aseguran que en este recorrido se han dado cuenta de que el Concejo no puede sólo estar conformado por 58 personas (28 mujeres y 28 hombres) quienes originalmente fueron nombrados por los 56 pueblos que conforman el CNI.

Marichuy: indígenas, peor que en 1994
Marichuy: indígenas, peor que en 1994

Pedro dice que el CIG camina como el caracol: despacito, pero con mucho aguante; María Elena asegura que lo que se construye es un proyecto de vida no sólo para este país, sino para el mundo entero.

Patricia convoca a que esta no sea sólo una historia y un sueño más, Reina llama a que cada comunidad, de forma libre y autónoma, elija a sus concejales.

Entre amagos de tormenta la tarde se apaga en Amatlán y los concejales deben seguir su trayecto por estados de la zona centro del país. Antes de retirarse, Marichuy recuerda que los concejales del CIG “son como semillas para que florezca la organización y haya vida. Esa organización no es para 2018, sino para después de esa fecha, porque aunque nos hayan dividido podemos juntarnos otra vez, podemos reconstruir”.

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