El cerro donde está la cueva conocida como “La Espantosa” se fracturó desde lo más alto. Ahí nace un manantial de frescas aguas donde la población se recreaba cada fin de semana, tras largas y duras jornadas en el campo con la siembra de maíz y el cuidado de las vacas.

Tras el terremoto

del jueves 7 de septiembre, la vida de los 60 habitantes de los poblados El Palmar y Río Grande , comunidades que pertenecen a San Miguel Chimalapa, cambió radicalmente.

“Desde la noche del temblor, la cueva está sacando agua caliente. Llegaron los soldados, volaron en helicóptero y nos dijeron que estamos ante un gran peligro, dijeron que la parte del cerro se partió en dos y nos sacaron del pueblo ”, destacó Pedro Pérez Lorenzo, habitante de Río Grande.

Las 60 personas de El Palmar y Río Grande se fueron a vivir con sus familiares y amistades en el poblado Cuauhtémoc Guadalupe, la última población que tiene acceso para vehículos. “Para llegar a Río Grande tenemos que caminar tres horas”, reveló Pedro Pérez Lorenzo.

Montados en caballos, hombres, mujeres y niños, abandonaron sus viviendas derruidas por el sismo. Dejaron atrás sus cultivos de maíz, sus gallinas y vacas. Buscaron la ayuda del presidente de San Miguel Chimalapa, Fernando Contreras, quien les dijo que “no pasa nada”.

En la mañana de hoy, a una semana de haber sido desalojados por los soldados “por los ruidos que salen de la cueva La Espantosa y el agua caliente que baja de las montañas y se mezcla con la corriente del río Espíritu Santo que pasa por Unión Hidalgo”, llegaron a esta ciudad juchiteca.

“Se terminó la comida que nos dieron los soldados desde hace una semana. Por eso venimos a Juchitán, sin conocer a nadie, a buscar que nos ayuden con algo de víveres para nuestras familias que se quedaron en la comunidad de Cuauhtémoc Guadalupe”, dijo Pérez Lorenzo.

En esta ciudad localizaron a Gonzalo Bustillo Cacho, coordinador del Foro Ecológico Juchiteco, donde las autoridades municipales instalaron sus oficinas alternas porque el terremoto dañó el Palacio Municipal, y encontraron la ayuda traducida en víveres, cobertores y medicinas.

"Tengo algunos sobrinos que formaron varias brigadas con jóvenes de diversas partes del país que tienen relaciones y vinieron a ayudar a las familias damnificadas. No doy sus nombres porque no quieren. Son como esos héroes anónimos, ayudan sin tomarse la foto", señaló Bustillo.

En la voz de Pedro Pérez Lorenzo, a nombre de sus paisanos de El Palmar y Río Grande, quedó la pregunta para las autoridades: “sólo queremos saber si podemos regresar o no a nuestros pueblos. No pedimos más, porque debemos cuidar nuestros animalitos y los cultivos de maíz”.

cfe

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