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En una montaña de Canaluntic, en el municipio de Chalchihuitán, 350 tzotziles desplazados de sus hogares se alojan bajo una carpa desde hace dos meses.

Esta Nochebuena no esperan cenar como se acostumbra en pueblos cristianos, tampoco dormirán en una cama o un cuarto. Hacia las 20:00 horas se recostarán en plásticos y cartones a ras de suelo, y los niños de la región no recibirán regalos, dulces o juguetes de Navidad.

Durante 27 días, la carpa ha sido hogar de 50 familias. Ahí cocinan y duermen desde que abandonaron sus hogares, a consecuencia del hostigamiento de grupos armados que operan en la franja territorial.

En la carpa, las mujeres han improvisado dos fogones, uno donde se cuecen los frijoles y otro para las tortillas. Eso comerán en Nochebuena, como lo harán los tzotziles de otras comunidades pobres que han habitado por decenios las montañas.

Durante el día, los niños juegan en los alrededores y sólo algunas mujeres se aventuran a caminar hacia el río para refrescarse un momento; otras más recolectan leña en los alrededores para alimentar la fogata. Entre todas hacen cientos de kilos de tortillas, que ayudan a la manutención de los desplazados.

Aunque a este campamento ha llegado ayuda de las instituciones del gobierno federal y estatal, como sardinas enlatadas o harina de maíz, los tzotziles prefieren consumir los alimentos de costumbre: maíz y frijol.

Juanita Luna López explica que en la Nochebuena no habrá cena, sino que comerán lo de siempre, “nada más tortillita, frijolitos y sopita”, pero como es la costumbre de estos pueblos, tampoco habrá piñatas o juguetes para los niños.

La mujer comenta que el dueño del terreno les informó a las familias que ya no podrán vivir ahí y debido a ello, este 24 de diciembre serán reubicados en las cercanías de la iglesia.

La decisión les parece correcta, pues ellos prefieren estar cerca de donde puedan orar para esperar Noche Buena y Navidad.

Manuela Girón Pérez, quien vive con su hija y nietos en el campamento, platica que este 24 de diciembre solamente agregará un poco de verdura a los frijoles y que no tiene recursos para comprar algo más.

Apenas han pasado dos semanas desde que las montañas de Chalchihuitán recobraron una aparente normalidad y ya es posible ver recorridos de la Policía Estatal Preventiva (PEP) por varios puntos del municipio.

Mientras tanto, la frontera con Chenalhó reabrió su camino, aunque los hogares que se ubican en esa zona siguen abandonados, con disparos de armas de fuego en las paredes, puertas y ventanas rotas, y espacios saqueados por desconocidos.

Del otro lado de Chalchihuitán, en Fracción Polhó y Cacateal, los 800 desplazados de Chenalhó temen regresar a sus hogares y este 24 de diciembre tampoco tendrán un cena con carne de pavo, verduras, vino y postre, sino que comerán lo de costumbre; en eso, también se parecen a su comunidad vecina.

En el lado de Chenalhó no se observan los recorridos de la Policía Estatal e incluso el campamento que ocupó la corporación hasta 2015, sobre una montaña en la franja en disputa, no ha sido reinstalado. “Ahí estuvieron los militares [policías], pero no han vuelto”, dice un indígena.

Así, entre el temor, el frío de las montañas y un diálogo con el gobierno que se rompió la tarde del sábado, los desplazados esperan la Navidad.

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