Villahermosa.— Con el izamiento de la bandera monumental, un homenaje, develación de un busto y una placa conmemorativa, autoridades estatales y federales celebraron los 500 años de la llegada de Juan de Grijalva de Cuéllar a tierras tabasqueñas, festejos que llamaron: “Encuentro de dos mundos”.

Uno de los eventos más representativos tuvo lugar en el Centro de Investigaciones de la Cultura Olmeca y Maya (CICOM), ubicado en Villahermosa, donde el gobernador del estado, Arturo Núñez Jiménez, acompañado de Miguel Utray Delgado, consejero y director del Centro Cultural de la Embajada de España en México, y Antonio Crestani, director general de Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura, develó el busto de Juan de Grijalva de Cuéllar y la placa conmemorativa del Quinto Centenario.

El 8 de junio se cumplieron los 500 años de la llegada de Juan de Grijalva Cuéllar a costas tabasqueñas. El historiador y escritor Plácido Santana Hernández, cuenta que el arribo fue a la localidad de San Román, donde hoy habitan cerca de 300 personas y que antes fue un atracadero de embarcaciones que era usado para conectar a la ciudad de Frontera con el centro del país.

“Hace 500 años se marcó el inicio de la historia de nuestro país, incluso podemos afirmar con verdadero orgullo que México empezó en Tabasco”, aseveró Arturo Núñez.

Antonio Crestani, director general de Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura, calificó esa fecha como histórica y agradeció al gobierno estatal las actividades realizadas para la celebración del “Encuentro de Dos Mundos”.

“Y es en este bello escenario, junto al río Grijalva, que Tabasco rememora episodios históricos que antecedieron la llegada de Hernán Cortés a México y que habrían de definir el rumbo de nuestra nación. Felicidades a Tabasco por mostrar los pilares sobre los que descansan las identidades locales, regionales y la nacional”, apuntó.

El busto del navegante fue colocado mirando hacia el río Grijalva, afluente que atraviesa la ciudad de Villahermosa. Fue elaborado en bronce en la Ciudad de México, colocada sobre una pieza hecha a base de lava volcánica que pesa cuatro toneladas. La base tiene dos formas: la rústica, que representa la cultura antigua, y la pulida, a la cultura europea, de acuerdo con la descripción de su autor, el artista Tomas Mejía.

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