Alexis Jiménez López, un joven indígena amuzgo de 27 años, mezcló las raíces de su pueblo y ahora da pasos en Alemania, Chile y Colombia: confecciona huaraches artesanales con telar de cintura de Xochistlahuaca, Guerrero. Son huaraches cruzados, de piel de res, con suela de llanta, decorados con los telares de cintura, esos coloridos, con figuras vistosas, tan apreciados dentro y fuera de Guerrero y son uno de los mayores orgullos para las indígenas amuzgas. Son huaraches que desde hace décadas ocupan los campesinos de la entidad para trabajar en el campo, en la siembra y cosecha del maíz, frijol, calabaza. En algunos lugares, forman parte, sobre todo, de la vestimenta de las personas mayores.

Los huaraches cruzados han acompañado a muchos guerrerenses en su historia. Son prendas tradicionales, pero las nuevas generaciones los estaban dejando a un lado, los veían anticuados, incluso, los estaban menospreciando. Alexis logró que volvieran al gusto de los jóvenes, les dio nueva vida.

Rezago

Xochistlahuaca significa en náhuatl llanura de flores, aquí predominan los indígenas ñomndaa, según el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) 94% de los pobladores son nativos, hablan su lengua materna. De los 28 mil habitantes, más de 20 mil viven en pobreza extrema.

Xochistlahuaca es un lugar casi rural: calles angostas, muchas sin pavimentar, servicios básicos limitados, accesos precarios y lo poco que está urbanizado ya está en malas condiciones. Es un municipio pequeño, por las calles se puede caminar tranquilamente. Aún conserva muchas de sus tradiciones. La más visible es la vestimenta: en el día a día, las mujeres portan el vistoso huipil de telar de cintura y los hombres un pantalón blanco de manta cruzado atado en la cintura, una camisa de cotón y sombrero de palma y huaraches cruzados. Los domingos su plaza central se llena de colores: huipiles, blusas y todas las prendas que hacen con el telar las sacan a vender.

En Xochistlahuaca se mantiene casi intacta la tradicional estructura social: familias católicas, donde la mujer se dedica al hogar y el hombre al trabajo, principalmente en el campo sembrando y cosechando maíz, frijol, mamey, naranja, limón, para proveer lo faltante. Pero acá las mujeres tienen un papel destacado, son las que elaboran con sus manos uno de los productos más preciados y de mayor reconocimiento para su pueblo: los huipiles de telar de cintura.

Exaltar la cultura

Alexis es un joven interesado en conservar su cultura, sabe que una forma de hacerlo es a través de sus oficios. Para lograr los huaraches decorados eso hizo: mezcló varios oficios tradicionales de su pueblo y de la región. Ahora éste es un proyecto de tejedoras, curtidores de piel, talabarteros, costureras, diseñadores y los que cosen las suelas. Las ganancias son repartidas en partes iguales.

El inicio no fue fácil. Primero se tuvo que ganar la confianza de los talabarteros. Las mujeres tejedoras, cuenta Alexis, están acostumbradas a trabajar de manera colectiva, a esperar que los proyectos maduren y después vengan las ganancias, los talabarteros no. Tardó más de un mes hablando con ellos, hasta que convenció a uno. Muchos se resistieron por el hecho de que nunca habían hecho huaraches con telas, menos con telares. Otro problema es que querían ver las utilidades en un corto plazo.

Sin embargo, el proyecto nació acompañado de suerte: la primera serie de huaraches se vendió rapidísimo. A Alexis lo invitaron a una expo-venta a Veracruz y se los llevó. Los huaraches volaron. Regresó sin ninguno.

Pero esa venta y el buen recibimiento de los huaraches no los desubicó. Alexis y los demás están conscientes de que los huaraches son artesanales y deben respetar los tiempos de cada proceso. Es decir: las tejedoras deben tejer sin prisas y los talabarteros también.

La mayoría de los huaraches se hacen por encargo por dos razones. Una, para mantener la calidad y la hechura artesanal y, dos, por los costos. Al inicio fueron comercializados a través de segundos. Los vendían a los comerciantes del municipio más grande de la Costa Chica y el centro comercial de la región: Ometepec.

Sin embargo, se dieron cuenta que en algunos establecimientos los huaraches llegaron a costar hasta mil 200 pesos, un costo inalcanzable para los pobladores de la región.

Muchos de los comerciantes huaracheros de Ometepec, explica Alexis, tienen que pagar rentas demasiado caras por sus locales, lo que los obliga a dar sus productos a costos igualmente altos.

“Los que se están haciendo ricos en Ometepec no son los comerciantes, ni los talabarteros, son los que cobran las rentas”, dice el joven. Por eso, ahora los huaraches son distribuidos por ellos mismo, a través de ventas directas en Xochistlahuaca o por envíos. Los huaraches de telar han llegado hasta Alemania, Estados Unidos, Chile y Colombia. Cada huarache tiene un costo distinto, según la exigencia del cliente. Todos, advierte Alexis, son elaborados de manera artesanal.

“Le debemos mucho al pueblo”

Los huaraches de telar tienen origen en sus raíces, en su pueblo. Lo que hizo Alexis es retomar distintos oficios tradicionales que desde hace años ha dado sustento a muchas comunidades de Guerrero.

“Nosotros le debemos mucho a nuestros pueblos, porque no sólo nos heredaron la tradición, porque si no fuera por otras personas que se han esforzado para que estos trabajos no se pierdan, nosotros no estaríamos haciendo esta labor”, dice Alexis.

El joven tiene claro que hacer estos huaraches también significa un compromiso con su pueblo, con su cultura, con paisanos. Hacerlo bien significa preservar la cultura.

“En Xochis, hay muchas problemáticas, muchas carencias y una forma de regresarle algo a la comunidad es hacerlo bien. Xochis ha vivido en una crisis política y social desde hace años y eso nos ha obligado a aprender a ser autosuficientes, autogestivos y a resolver nuestros problemas, pero la única forma de materializar eso es trabajar de forma colectiva”, afirma.

Alexis está convencido que, desde la cultura, el arte y los oficios, se pueden resolver muchos de los problemas que padecen los pueblos indígenas. “Con los huaraches queremos revitalizar nuestra tradición y vivirla con mucho orgullo”, destaca Alexis.

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