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Cuando se dio tercera llamada, el escenario del Auditorio Nacional se dividió en tres niveles.

El primero, frente a la gente, integrado por un sinnúmero de músicos ejecutando sus instrumentos con una maestría sorprendente.

El segundo, un escalón arriba, recibió a bailarines cuyo cuerpo era extensión de la música: giraban y levantaban los brazos, se abrazaban o soltaban, caían al suelo de golpe o flotaban por unos segundos en el aire de acuerdo a los sonidos que nacían debajo de ellos y por encima, pues ambos niveles conectaban armoniosamente con un tercero colocado en la parte más alta: un coro con rangos vocales impresionantes.

En total, 250 artistas dieron vida a Carmina Burana, cantata escénica nacida en 1930 gracias a Carl Orff y que hoy sigue cautivando al público, como ocurrió en el Auditorio de la mano de la Orquesta Sinfónica Nacional, el coro EnHarmonia Vocalis y el Coro Infantil de Schola Cantorum de México, así como la Compañía de Danza contemporánea de Cuba.

Cory Stearns, bailarín del American Ballet Theatre llenó el escenario en cada movimiento. De pronto, en un costado del lugar apareció la soprano Susana Zabaleta con un vestido largo y rojo, evocando de pronto la imagen de una geisha. Lo mismo ocurrió con el tenor Víctor Hernández y el barítono Enrique Ángeles.

Música para todos. Aunque los cantos están en idiomas como alemán y latín, Carmina Burana toca a la gente desde que comienza. En su presentación de este 23 de noviembre lo primero que se escuchó en el recinto fue el “Huapango de Moncayo” e inmediatamente “O fortuna”.

Curiosamente, Carmina Burana celebró su primera función el jueves 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, en el que se celebra a los músicos y por ello los artistas ahí reunidos entonaron “Las mañanitas”.

Ayer se realizó la segunda función de Carmina Burana en el Coloso de Reforma.

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