Londres.— Cuando tenga 70 años, su pelo se caiga, sus grandes recuerdos se desvanezcan y sus manos no sean capaces de tocar la guitarra, Ed Sheeran al menos podrá pensar, en alto, como a él le gusta, que, no una vez, sino cuatro, llenó Wembley con 90 mil almas dispuestas a escuchar cada verso de su música.

Es Wembley y su mística los encargados de borrar de un plumazo cualquier atisbo de duda en los ojos del pelirrojo de 27 años quien ya conoce esta plaza y disfruta encarando un escenario de casi 100 mil personas ávidas de espectáculo.

Un show que quizá contrasta con lo solitario de su figura en el centro del mítico estadio londinense. No precisa de una banda ni coros que le acompañen, Sheeran se sitúa con su guitarra y su porte de chico solitario y tímido. La sonrisa se le escapa entre acorde y acorde y destaca el porqué del éxito de un joven que no es extravagante, no se arma de un espectáculo rocambolesco ni necesita de grandes fuegos artificiales para encender los sentimientos del público.

Sin rozar siquiera la treintena, llena su baúl de recuerdos con tres discos, a cual más exitoso y rotundo.

A los retazos de lo que fue en el pasado se le unen los éxitos del presente.

A medida que la noche se apoderó de Wembley, Sheeran posó sus garras sobre sus devotos, con temas como “Bloodstream”, “Galway girl” y “I’m happier”.

Incluso se tomó un pequeño receso para recordar el resultado del España-Portugal del Mundial de Rusia y exclamó: “Si alguien está interesado, han quedado 3-3”.

No faltó el humor en Sheeran, quien se burló de sus incapacidades para bailar y animó a que el público no se cortase a la hora de corear sus canciones. Unos mecheros que lucieron a mayor intensidad cuando “Thinking out loud” llegó a Wembley.

Es cierto: Ed Sheeran pensó en voz alta, pero cantó desde dentro.

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