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En el año donde el Oscar cumple 90 años, existen dos cintas que se perfilan como importantes en esa ceremonia, se trata de La forma del agua (2017, Guillermo del Toro) que desde que ganó Venecia el año pasado viene acumulando comentarios a favor para ser considerada firme candidata a los premios de la Academia. Compartiría ese privilegio con The post (2017, Steven Spielberg), que revisa el sonado caso que reveló el diario The Washington Post, bajo la dirección de Kay Graham (Meryl Streep), acerca de cómo el gobierno de EU ocultó documentos del Pentágono sobre la guerra de Vietnam, cimentando el camino a Watergate. La habilidad de Spielberg consiste en que alude mucho a la actual era Trump con este tema de la era Nixon.

Este año también será de películas acontecimiento. La que mucho suena es Solo: a Star Wars story (2018, Ron Howard), otra derivada de la mitología fundada por esta saga, en lo que en 2019 concluye la tercera trilogía con el esperado episodio IX. Tiene en contra que los directores originales fueron despedidos. ¿Problemas en el paraíso del mega poderoso estudio Disney? ¿Valdrá la pena o será un costoso bodrio?

La era de cómics filmados continuará con el enfrentamiento Marvel versus DC, empezando con Pantera negra (2018, Ryan Coogler), que tiene la expectativa de ser algo diferente a lo ya demasiado visto en este género. Se ve difícil. La cinta que podría sorprender es la producción DC, Aquaman (2018, James Wan) que se cree cerrará fuerte el año. Tras, la esperada Avengers: infinity war (2018, Anthony Russo & Joe Russo), cuyo avance resultó espectacular. A ver si está a la altura.

El cine mexicano seguirá por la ruta de hacer comedias cada vez más insustanciales y babosas reciclando los clichés del estilo en boga durante los 1930. Sin embargo, está programado el tardío estreno de La región salvaje (2016, Amat Escalante), inclasificable filme que desafía las convenciones y que obtuvo el León de Plata en Venecia. ¿Será el único estreno nacional digno?

Notable estreno. Inicia el año con Frantz (2016), largometraje 17 del inquietante François Ozon, por él mismo escrito en colaboración con Philippe Piazzo, aunque libérrimamente inspirado en la obra de Maurice Rostand que Ernst Lubitsch llevara a la pantalla como Remordimiento (1932).

Cuenta cómo el francés Adrien (Pierre Niney) conoce a Anna (Paula Beer), novia de Frantz (Anton von Lucke), en la Alemania de 1919, donde la posguerra dejó heridas profundas que Adrien quiere, de algún modo, subsanar al convivir con Anna y los padres de Frantz en un ambiente literalmente plúmbeo (foto deliberadamente anacrónica casi en blanco y negro a cargo del sensible Pascal Martí).

Seco y austero melodrama familiar sobre la decepción, la memoria y la intimidad vulnerada, en su añeja versión tuvo ese llamado “toque Lubitsch” lleno de sutilezas. Ahora este filme muestra un auténtico “toque Ozon”, que juega con la percepción de lo que se oculta en principio para irse revelando como pequeños movimientos del alma; palpitaciones que describen la frágil atmósfera de la posguerra.

Ozon es un autor de intuiciones certeras. Aquí renuncia a hacer otra versión de un filme que narraba cómo era el enfrentamiento entre mentalidades en guerra. Mejor explora las intrincadas raíces de la lealtad —y otros temas universales— por medio de un ejercicio con estilo visual que sorprende por brillante. Interesante y notable.

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